Montreal en pantalla (IX)


MTL y yo
Desde hace un poco más de 25 años he tratado de sostener una relación más o menos estrecha con una ciudad que se llama Montreal. Aquello comenzó en junio de 1999. Me encontraba en el oeste de Canadá porque en ese entonces, a mis tiernos 23, estudiaba una maestría en literatura hispánica en la Universidad de Calgary. Tiempo antes algunos de los profesores de nuestro programa nos habían insistido a los estudiantes graduados para que participáramos en el trigésimo quinto congreso de la Asociación Canadiense de Hispanistas a realizarse el verano de dicho año. Yo lo hice con una ponencia sobre Pedro Páramo. El congreso se iba a llevar a cabo del 3 al 5 de junio en la región de los Cantones del Este de Quebec, en el poblado de Lennoxville y más en específico en una universidad anglófona de nombre Bishop’s. Para llegar ahí, obvio, había que pasar por Montreal. Mi primer contacto con esa ciudad, a todas luces, fue únicamente de paso. “En passant”, recordando el título de un cortometraje de Atom Egoyan en el film antológico Montréal vu par… (1991).
Además del aeropuerto —que dudo que en el 99 ya se llamara como el padre del actual primer ministro de Canadá— recuerdo haber pasado cerca del puente Jacques Cartier. Así como por la calle Sherbrooke frente al hemiciclo de la universidad McGill, sin imaginar siquiera que por ahí en ese mismo barrio viviría más de una década. Al regreso de la ponencia, conservado como un recuerdo profundamente embarazoso, sufrí una caída apenas al llegar a la sala de espera del vuelo que saldría para Calgary. Todo por no fijarme en una barrera tan divisoria como enana entre una sala de espera y otra. Lo único que sí guardo, además de mis recuerdos cada vez menos confiables, es el programa del congreso entre cuyos nombres se incluían, además del mío, los de algunas personas a quienes me volvería a encontrar a partir de agosto de 2004, cuando llegué a Montreal para, según yo, quedarme a vivir por el resto de mis días. No fue así, pero esa es otra historia. A la relación de ya hace varios años se debe esta sección del blog. Ahora sí, luego de tanto preludio, debería entrar en materia.


La tremenda jueza

Hay más de una película de la época olvidable de la pandemia que ahora muy pocas personas recordamos. Incluso aquellas cintas puestas por todo lo alto en el podio de las filfas con el dichoso premio del monigote dorado hollywoodense. Incluso algunas “independientes” y de bajísimo presupuesto. De esas con causa social que buscan cambiar el mundo y volverlo mejor, de color de rosa-progre. ¿Alguien de veras se acuerda de Nomadland, por ejemplo? Yo ya no. Tal vez tendemos a deshechar rápidamente lo vivido como más traumático y de ahí que en la actualidad resulte harto difícil rememorar aquello de lo que nos atascamos sin cese durante la pandemia con tal de olvidarnos de la presencia del maldito virus. Aun hay algunas cintas que ni siquiera en ese momento (entre 2020 y 2022) tuvieron ni la más mínima repercusión a pesar de sus buenas intenciones y de montarse a punta de codazos al pedestal de la superioridad moral y sospechosamente pública. Puedo pensar en un par de ellas que se encuentran en plataformas y que colman todas las expectativas para esta sección de mi blog porque sí, no hay por qué esconderlo, ambas contaron con locaciones en Montreal. En las dos, por cierto, sale el mismo pésimo actor cancelado.

La presencia de la ciudad es bastante menor en la primera cinta: La voz de la igualdad (On the Basis of Sex, 2018) de la realizadora Mimi Leder. Aunque se estrenara en varios países a inicios de 2019, no fue hasta 2020 que empezó a asomar la cabeza en las plataformas de estrimin. Si la presencia es reducida es porque se supone que la trama transcurre en la ciudad de Nueva York. Sin embargo, como suele suceder con una cantidad nada discreta de películas (Brooklyn, El trabajo de mis sueños, En la cuerda floja, Scream 6 y un largo etcétera), rodar en MTL y hacerla pasar por NYC resulta mucho más barato para las producciones hollywoodenses. 

La voz de la igualdad se centra en la figura de Ruth Bader Ginsburg (Felicity Jones). En los prehistóricos tiempos del sexismo estilo Mad Men, ella emprende estudios en la escuela de derecho de la universidad de Harvard al lado de su esposo (Armie Hammer). Ruth está tan determinada en demostrar sus capacidades que logra fundar un hogar, graduarse e impulsar a su esposo, afectado por un cáncer de testículo, para que también lo haga. Más tarde, tras verse despreciada por el mundo abogacil a causa de su sexo, lucha para modificar una serie de leyes discriminatorias en contra de las mujeres.

Cuando la futura jueza de la Suprema va a entrar a la tremenda corte de Tres Patines, ese acceso principal es el del antiguo palacio de los juzgados de Montreal. Y en más de una ocasión, por ser Hammer mucho más alto que Jones, se logran ver a lo lejos y un poco difuminados algunos de los edificios más conocidos de la ubre (¡perdón!, de la “urbe”) como el Aldred. Más allá de sitios reconocibles y difuminados por el lente de la cámara, el retrato de la futura jueza es hagiográfico a morir. Era de esperarse porque no había distancia alguna entre la mujer retratada y quien escribió el guion del film. Se trata de su sobrino político: Daniel Stiepleman. Bastante más a la altura del personaje y preferible para conocerla a profundidad habría sido el documental con sus iniciales (RGB), que en español se titula precisamente La jueza (2018). En mi opinión, de perspectiva mucho más aguda que esta biopic gris, poco sobresaliente por bien peinadita y predecible. También se le conoce como Una cuestión de género y poco después de la muerte de Ruth Bader Ginsburg en septiembre de 2020 contó con otra corrida comercial en EUA. Más adecuada habría sido su transmisión, si la despojamos de los nombres de tufo hollywoodense, en algún canal de la tele abierta gringa. (No sé. ABC o algo sí). Porque, fuera de EUA, ¿tendría de veras trascendencia una cinta biográfica sobre Ruth Bader Ginsburg? Probablemente no. En terrenos un poco más escabrosos, la del rodaje de La voz de la igualdad no fue una única visita del señor sadomasoquista Hammer a Montreal. Años después, durante el invierno, ahí volvería a estar. Habrá muchos lugares de encuentro del estilo BDSM en MTL. Uno, claro, qué va a saber de estas cuestiones.



Seguro vas a quebrar

El corrido tumbado de la Secretaría de Salud canta: no la vayas a regar / la cosa es bien sencilla / si te metes fentanilo / seguro vas a quebrar. Esta obra maestra del mal gusto bien podría tratarse del tema musical de Crisis (2021), cinta dirigida por un señor de apellido Jarecki, pero no el de Crimen en familia ni The Jinx (Andrew), sino su medio hermanito Nicholas. Ni modo. No hay nada más que ver entre el mierdero del netflis. La pongo entonces: estamos ante un paisaje muy nevado a unos kilómetros de Montreal. Eso me lo dicen las letras que aparecen durante el inicio. Así que nada de hacer pasar la ciudad de mis pesadillas como otra del continente norteamericano. ¿O sí?

Un contrabandista adolescente es cachado por la Policía Montada y detona un problema enorme para Jake Kelly (Hammer), agente encubierto de la DEA que, con la poca cautela de un par de armenios malosos, lleva a cabo una operación encubierta en Detroit. Un Detroit que se parece demasiado a Montreal. Uno de los armenios se llama Armen, por cierto. Se vale reír. En paralelo corre otro hilo narrativo: el del doctor Brower (Gary Oldman), quien se encuentra a la cabeza de un laboratorio que busca encontrar analgésicos no causantes de conductas adictivas. Además, para cerrar el triángulo, está una arquitecta en proceso de desintoxicación de nombre Claire (Evangeline Lilly) cuyo hijo encuentra la muerte, aunque usted no lo crea, por una cuestión de drogas. Lógico que en algún momento de la trama estas tres tremendas historias fentalinescas se entrecruzarán. Nota al pie: como achichincle desechable de Hammer está el propio Nicky Jarecki. Una aparición que pudo haber sido tan breve como las de Hitchcock. Sin embargo, no fue así. El ego de la gente menuda es cabrón.
El mayor misterio de Crisis no resulta ser qué pasará con los personajes, sino lo choncho del reparto. Aparte de lo ya descrito, Armie tiene una hermanita drogadicta. De seguro, Lily-Rose Depp no se vio obligada a ir demasiado lejos para encontrar inspiración para interpretar su rol. Y, para los papeles que encarnan, ¿de veras era necesario meter a la nepo-baby Depp, Greg Kinnear (Pequeña Miss Sunshine), Michelle Rodríguez o Luke Evans? No se descuida tampoco en el cástin a los histriones “nativos” del país de la hoja de arce además de la propia Evangeline Lilly (nacida en Alberta [hasta ahora me entero]). Salen con fugacidad increíble Hamza Haq (El trabajo de mis sueños) y Mia Kirshner (La dalia negra). Esta última la hace de Susan, la mejor amiga de Claire. Siempre debe haber una amiga o vecina cuya función narrativa no va más allá de consolar a la madre del chamaco muerto. Y, para ponernos todavía más provinciales, por ahí andan como quebecos malosos Guy Nadon y su chalán Éric Bruneau (protagonista de El reino de la belleza de Denys Arcand).
Encima del absurdo de presentar un reparto que pudo haber sido vistoso y que por sus apariciones pasajeras no lo es ni de broma… ora resulta que NNC es el canal de noticias de… ¿Canadá? Les bastó con cambiar el orden de las letras de CNN. Quizás CTV o CBC se habrían ofendido mucho de haber aparecido sus iniciales en este bodrio. No se diga TVA. Ah, no. TVA no porque es en francés. El director despliega sus tomas aéreas de Montreal y de Detroit y al final uno ya no sabe ni qué ciudad es cuál, aunque no pareciera tratarse de un error tan grave si comparo esto con Misántropo. Surge otro enigma geográfico: fingir como si Detroit se hallara al otro lado de la frontera con Montreal cuando en realidad hay 900 kilómetros de distancia entre una ciudad y otra. Más lógico que la ciudad canadiense en la trama de Crisis hubiera sido Windsor. A las locaciones: el laboratorio donde trabaja Oldman se enmascara con la universidad McGill. Al Drácula de los noventa se le ve andar muy cerca del edificio del museo Redpath al interior del campus central. Ojalá no se haya encontrado con ningún campamento pro-ya-sabemos-qué. Cuando los cineastas gringos van allá, les encanta la toma de la cima del Mont-Royal (¡ande!, ¡qué bonito lo bonito!), ya esté Armie en un hotel o entrevistándose con otro policía de la ciudad. En esta última escena, como si no hubiera sido suficiente, aparecerá David Boutin, el actor de La gran seducción (la versión original de Quebec, no el calco novoescocés ni el mexicano más reciente de Netflix). Y si la estructura y el tema remiten a Tráfico, Crisis no deja ninguna huella indeleble a diferencia de aquella predecesora. En especial si hay un sinnúmero de cintas que se han ocupado de la adicción como Réquiem por un sueño. Tan memorable que no quedan ganas de volverla a ver.
Crisis, no obstante sus buenas intenciones al colocar los reflectores ante el gravísimo problema del fentalino, termina por ser una más del montón que muy apenas lucha por sobresalir sin lograrlo y, para colmo, incluye escenas de humor involuntario por lo mal actuadas. Por desgracia, le petit Jarecki no supera la promesa del film con el que debutó como director: Mentiras mortales (Arbitrage, 2012). Mientras comenzaba a escribir este texto, allá por el 1 de agosto se dio una noticia en los medios de comunicación masiva de Montreal. Por ella, podemos reflexionar que poco importa la droga (ya sea cocaína, fentanilo, ketamina o la sustancia de su preferencia), siempre habrá otra mucho más poderosa y que implique mayores peligros al momento de generar adicción. Al este de Montreal la Real Montada descubrió un laboratorio clandestino que producía una droga, según los titulares, veinticinco veces más potente que el fentanilo. Y como reza la canción citada: Tenía muchos compas que ya no he vuelto a ver / ya no es divertido cuando empiezan a caer. Y con tal de hacer una rima de semejante genialidad podría decir que… también cayó uno de los protas de esta cinta / aunque no por adicción sino por cancelación. Debió haber caído sí, pero por su malísima actuación. Y más “-ción” con el…


Final de la relación
Ay, cuánta cacofonía. A diferencia de este par de películas desechables, mi relación con Montreal no lo es tanto. Lo anterior no significa que no haya sido sometida a un proceso de desgaste. Si no, continuaría viviendo ahí. He escrito algunos textos literarios que transcurren en la mentada ciudad. Pero, a pesar de haber vivido ahí trece años en total, nunca me atrevería a poner la palabra “Montreal” en el título de algún texto literario. Denys Arcand sí lo pudo hacer con alguna de sus películas porque tiene derecho de piso, porque ha hecho su vida entera ahí, conoce la ciudad a fondo, la ha recorrido por tal vez todas partes y ha gastado la suela de sus zapatos caminando por, imagino, muchas de las calles de la ciudad. Y en particular, con lo del título, me refiero a su cinta Jesús de Montreal. Quién sabe. Trece años quizás sí me den un poquito de derecho de piso para usar el nombre de esta ciudad en esta sección de mi blog. Una que probablemente nadie lee. No así en el título de una novela o en un cuento. Para eso, hay que ser un ingenuo. Todos los recuerdos y toda capacidad nemotécnica se van desdibujando. La última vez que estuve en Montreal fue hace seis años. Hay una canción de Robert Charlebois que se titula “Je reviendrai à Montréal”. Alguna vez, siendo muy joven, me la robé para torturar al protagonista de una novela que permanece en el cajón de los recuerdos (la novela, no el protagonista). Perdone usted, querido lector, la anfibología. Y a mí me queda en la alforja (quizás, si acaso y con mucha tristeza) un viaje más a esa ciudad. Verdad de Perogrullo: todo tiene principio y final. De esta forma, la próxima será una de las últimas entradas de esta sección.

La voz de la igualdad o Una cuestión de género (On The Basis of Sex, 2018). Dirigida por Mimi Leder. Producida por Robert Cort y Jonathan King. Protagonizada por Felicity Jones.
Crisis (2021). Dirigida por Nicholas Jarecki. Producida por Jarecki y Casian Elwes. Protagonizada por Gary Oldman, Armie Hammer y Evangeline Lilly.

Lista de otras películas de la sección “Montreal en pantalla”: Robando vidas, El chacal, Agnes de Dios, una de los X-Men y John Wick 2, El trabajo de mis sueños, Los voyeristas, La llegada (pendiente) y Misántropo.