Tres telenovelas chinas (I)

Se ha convertido en una especie de broma privada en mi cuenta de Twitter. Lo único cierto de la citada broma es que sí me he puesto a ver telenovelas chinas de enero a la fecha. Y lo he hecho de una manera que ya se acerca peligrosamente a la adicción. Sin embargo, para hablar de la primera tengo que remontarme a un invierno no muy lejano en la ciudad de Montreal.


1)      La leyenda de Zhen Huan o Emperatrices en el palacio (2011)
Por aquella época (quizás el invierno de 2015 o el de 2016, no recuerdo exactamente cuál) enseñaba un curso de cultura en un cégep. En el temario de dicho curso aparecía la Ciudad Prohibida. No era la primera vez que lo enseñaba, así que ya había repasado varios documentales sobre el antiguo palacio imperial en Pekín. Uno en el que, de hecho, Joan Chen era la narradora. Echándole un ojo al menú de Netflix encontré una miniserie que transcurría precisamente ahí. En pocos días terminé de verla y noté algo muy extraño: había una abundancia abrumadora de personajes, muchos de ellos aparecían y desaparecían sin justificación alguna, más de una trama secundaria se truncaba sin mayor desarrollo, una tras otra escena se sentía cortada con torpeza. Investigando el asunto en Wikipedia, me enteré de que en efecto la versión de Netflix estaba editada más allá de lo imaginable. La leyenda de Zhen Huan, de 76 episodios de 45 minutos, había pasado a convertirse en Emperatrices en el palacio (Empresses in the Palace), una miniserie de seis episodios con una duración de hora y media cada uno. El obstáculo por sortear con Zhen Huan es su acceso. No hay modo de hallarla completa en las plataformas más comunes y sólo existe una versión de los 76 episodios en YouTube, aunque con unos subtítulos en inglés que únicamente se pueden clasificar como atroces.
La Zhen Huan del título, interpretada por la actriz Li Sun, es una joven de 17 años a punto de pasar por la prueba de selección del harén imperial. Una vez seleccionada, se convierte en la favorita del emperador Yongzheng, incitando así la ira de la Hua Fei (la anterior favorita de su majestad) y, más adelante, de la propia emperatriz. Zhen Huan no sólo ascenderá por todos los grados dentro del harén (daying, changzai, guiren, pin, fei, guifei), sino también será blanco de todo tipo de intrigas: envenenamientos, sustancias para provocar un aborto e incluso acusaciones de infidelidad. Pronto el carácter ingenuo y bondadoso de Zhen Huan se irá reprimiendo para dar paso a una mujer tan calculadora como sus rivales. Ésta se convertirá en la única manera para sobrevivir dentro del harén. Para colmo, su afecto pasará de Yongzheng (quien le dobla la edad) a Yunli, el decimoséptimo príncipe, medio hermano del emperador y, por lo tanto, su cuñado.
Por ser ésta mi primera experiencia con una telenovela china, no puedo negar que caí en las trampas xenófobas tan comunes en nuestro país. Sí, no niego que al principio los personajes de las concubinas se me confundían unas con otras por aquello de que “todas se parecen” o “todas tienen los ojos rasgados”. Más si únicamente me hubiera abocado a la versión editada de Netflix. Sin embargo, conforme fui pasando de un episodio a otro (a veces de forma tan voraz como quieren obligarnos a hacerlo las famosas plataformas de hoy), ya logré identificar los títulos y los temperamentos de cada una de las consortes del emperador. Una vez traspasado ese umbral, pude percatarme de que las telenovelas chinas pueden ser tan desopilantes como las mexicanas. Por supuesto, a causa de la barrera del idioma, no me es posible juzgar si una actuación es buena o mala. Menos si contamos el elemento anacrónico: estoy presenciando una interpretación de siglo XXI de hechos que pudieron o no haber ocurrido en el XVIII. De esta forma, lo único que he aprendido de mandarín son formulas inútiles de cortesía imperial como las siguientes: “su majestad”, “su alteza”, “no soy digno”, “de pie”, etcétera. Y mejor ni mencionar lo malo de las imágenes generadas por computadora. Por ejemplo, una serie de gatos salvajes cuya misión es asustar a las concubinas embarazadas y provocarles un aborto. Pero en nada de lo anterior radica mi interés por La leyenda de Zhen Huan. Más bien, toda mi atención se concentra en las intrigas y, sobre todo, en las peripecias por las cuales debe pasar la protagonista para poder salvar su vida y la de sus seres queridos. Al final entiendo a la perfección cómo este melodrama logró cautivar a la población de varios países asiáticos allá por 2011 y 2012 y por qué las muchachas chinas imitaban a las protagonistas de la telenovela realizando reverencias e imitando sus diálogos anacrónicos. Sin duda, algunos fenómenos sociales son los mismos. Aquí y en China.


2)      El amor real de Ruyi en el palacio (2018)
En enero de este año le di otra repasada a La leyenda de Zhen Huan. Eso a pesar de sus subtítulos atroces en YouTube. Ya concluida esta segunda vista, me di cuenta de que lo que comenzó como una especie de investigación secundaria para complementar mis conocimientos sobre la Ciudad Prohibida para aquel detestable curso de cultura se había convertido poco a poco en una adicción no muy disímil a la de los fanáticos de series como Los Soprano o Juego de tronos, no muy diferente a la que yo mismo experimenté con Twin Peaks. Pronto, sumergido en los recovecos del internet, supe que la historia de Zhen Huan tenía una suerte de continuación en un melodrama de mucho más reciente factura titulado El amor real de Ruyi en el palacio. Aunque se pueden encontrar algunos episodios con subtítulos en español en YouTube, la serie completa sólo se puede encontrar con subtítulos en inglés en un sitio internet de melodramas asiáticos: Viki.com.
Dentro de la trama de esta otra telenovela china, Zhen Huan se ha convertido en la emperatriz viuda. En realidad, Zhen Huan es un personaje secundario al cual interpreta la actriz Vivian Wu (quien se hiciera notable en este lado occidental del planeta por protagonizar una película de Peter Greenaway llamada El libro de cabecera). El papel de la “mujer Ulanara”, la emperatriz depuesta por Yongzheng, lo encarna otra actriz china bien conocida en el mundo de Occidente: Joan Chen (quien, por cierto, interpretara a principios de los años 90 a Josie Packard en la ya mencionada Twin Peaks y quien fuera la narradora de aquel documental sobre la Ciudad Prohibida). Ninguna de ellas es la protagonista aludida en el título de esta telenovela: Ruyi (Xun Zhou, conocida por el filme Balzac y la joven costurera china).
Ruyi forma parte de la familia imperial. Es la sobrina de la emperatriz Ulanara (Chen). Su vida es idílica. Lleva una relación casi de hermanos con Hongli (Wallace Hou), el cuarto príncipe. Pronto su vida se va un poco al traste (¿cómo hablar de que una vida se va “al traste” tratándose de personajes que forman parte de la familia imperial?) cuando su tía es depuesta y el emperador le impide casarse como esposa principal con Hongli. Sólo podrá ser la esposa secundaria del cuarto príncipe. Una vez que Hongli se convierta en Qianlong, el quinto emperador de la dinastía Qin, Ruyi se mudará a la Ciudad Prohibida y asumirá su rol como una de las muchas concubinas del harén. Su historia no será muy diferente a la de su suegra, Zhen Huan. Por tratarse de la favorita de Qianlong, Ruyi experimentará todo tipo de abusos por parte de la emperatriz y de sus esbirras. A diferencia de Zhen Huan, nunca perderá el favor de su amado Hongli ni tampoco ella le pondrá los cuernos. Pero las idas y venidas dentro del harén erigirán con los años unas gruesas murallas entre los amantes. Incluso cuando muera su rival y Ruyi acepte ostentar el título de huanghou (emperatriz), acepte ser la madre de la nación. Aunque tal alegría pueda parecer algo equivalente a la boda al final de la telenovela mexicana, la entronización de Ruyi llega apenas a la mitad de esta serie de 87 episodios. Haber ascendido hasta la cúspide del harén imperial la transformará en un blanco incluso mayor que ser solamente la favorita de su majestad. Aunque las situaciones se desplieguen de forma casi idéntica a La leyenda de Zhen Huan —no faltan concubinas malosas que urden abortos, asesinatos, embarazos oportunos, etcétera— un mejoramiento en los valores de producción de El amor real de Ruyi en el palacio se nota bastante. Y, ya con la experiencia de una primera telenovela china en la alforja, difícilmente sorprende el final trágico para la protagonista.


3)      The Rise of Phoenixes (2018)
Para el ocaso del invierno, no me decido entre una telenovela que el algoritmo de Netflix me recomienda por haber visto Empresses in the Palace u otra que, según sé, es la otra versión de Ruyi, La historia del palacio Yanxi. Como quiero darle un poco de descanso a tanto veneno, gato despanzurrador, serpientes ponzoñosas (literal y metafóricamente) y a tanta “Niang Niang” o concubina intrigosa, opto por la de Netflix porque en su descripción dice que las luchas de poder se dan entre príncipes. Este melodrama se titula El ascenso de los fénix.
Con esta tercera telenovela en mi haber, retrocedo en el tiempo. Lejos estoy de las cabezas semirapadas y las largas trenzas de la dinastía Qin tan características de Manchuria. Ignoro de qué dinastía se trate, pero está claro que no es un imperio unificado. Hay varios reinos dominados por otro que se hace llamar Tiansheng. Al comienzo de la trama, el emperador de Tiansheng (Dahong Ni) le permite al séptimo príncipe, Ning Yi (Kun Chen), salir de un templo y reincorporarse a la familia imperial. Ning Yi ha estado recluido durante casi dos décadas, desde que tenía ocho años. Su padre y sus hermanos son extraños para él. Su único propósito es vengarse del príncipe heredero, el autor intelectual de la muerte de otro hermano y el responsable de su reclusión en el templo. Por otro lado, aparece Feng Zhiwei (Ni Ni). Ella es la sobrina de un general que ha crecido en la capital de Tiansheng gracias a la caridad de su tío y sufre constantes humillaciones por parte de una de sus concubinas. Pronto Ning Yi y Feng Zhiwei se conocen, se convierten en cómplices y empiezan a enamorarse.
A pesar de que el héroe, Ning Yi, prefiera confeccionar ropa y siempre parezca borracho o a punto de echarse a dormir, en no pocas ocasiones tendrá que desenvainar la espada y liderar incluso los ejércitos de su padre. En ese sentido, dentro de la telenovela no escasearán las escenas de espada y artes marciales, extraídas del género wuxia. Mientras tanto, sobre la familia de Feng Zhiwei caerá la sospecha de haber comandado el imperio anterior, Dacheng. Zhiwei tendrá que asumir diferentes identidades a lo largo de la telenovela para salvar la vida: Supremo Erudito de su majestad (aquí, al disfrazarse de hombre, en algo recuerda a la Ana Martín de Gabriel y Gabriela), reina de Jinshi y hasta prisionera del príncipe de An. Cada fragmento de la trama culmina con la enésima despedida (“para siempre”) entre Ning Yi y Zhiwei quienes muy apenas se rozan la piel o se hacen ojitos (muy lejos me encuentro de las escenas de acostones soft-core de otras telenovelas y más cerca, en cambio, de las turcas en las que el pudor abunda así transcurran en el harén del mismísimo Solimán). Una vez más, aunque Ning Yi logre vengarse y finalmente convertirse en el emperador de Tiansheng, a Zhiwei le espera un final trágico. En contraste con las dos telenovelas anteriores, debo decir que en sus últimos episodios El ascenso de los fénix se derriba. No sólo porque el humor del inicio brilla por su ausencia, sino porque la trama nos escatima las escenas en el reino de Tiansheng y nos lleva a otros reinos, donde se añaden nuevos personajes con calzador y, con ellos, nuevas intrigas exentas de interés. Después de ésta, no sé si seguiré con afición tan extraña. Tal vez me anime a seguir con las intrigas del harén que tanto me divierten y empiece a ver La historia del palacio Yanxi en YouTube o en Viki.com. O tal vez deje morir esta broma en mi cuenta de Twitter. El tiempo lo dirá.