Montreal en pantalla (IX)


Vi Relatos salvajes (2014) hace casi una década en una sala de cine de Montreal. Todavía no me recupero de aquella primera impresión. No dudo en afirmarlo: es la mejor cinta, compuesta de diferentes historias, que he visto en años recientes. Seis cuentos en total. Veo una y otra vez algunos de esos cortos cada semestre escolar porque se los pongo a mis alumnos de la Ibero Torreón, les agrade o no el humor negro. Lo capten o no. Especialmente, me parecen geniales “Bombita” (el de Darín), “El más fuerte” (el de Sbaraglia), “Pasternak” (el de Grandinetti) y el final, mi favorito, el de la boda (con Érica Rivas y Diego Gentile). Aunque los otros dos también me gustan. Por eso, cuando me percato de que Damián Szifron al fin ha escrito y dirigido otro largometraje (¿Relatos es también un largo aunque hecho de cortos?), invierto algo del tiempo libre de las vacaciones decembrinas para verla. Mientras lo hago, me doy cuenta de que Baltimore se encuentra disfrazada porque una vez más, como suele ocurrir en esta sección de mi bitácora, detecto lugares reconocibles de la ciudad en la cual viví trece años. Los trece años más largos de mi vida, por cierto. Quizás. O el más largo fue este 2023 que termina. Quién sabe. Da igual. Va pues:

La comunidad se conforma de ritos sociales. Algunos lógicos. Otros, absurdos. Otros más, insoportables. Como tronar cuetes en Navidad o Año Nuevo. Como asistir a posadas que ya dejaron de serlo hace generaciones. Como escuchar una cháchara inane tras otra. De vez en cuando, hay quien los encuentra vomitivos y decide manifestar su excentricidad, alejarse hacia más allá de los confines de esa sociedad considerada como opresora y aplastante. Y viven off-the-grid. Desconectados. Aislados. “Fuera de la grilla”, como suele traducirse de forma mecánica. Fuera del sistema, tal vez. La cinta Misántropo (2023) habla de este tema y se encuentra disponible en la plataforma de Amazon Prime. Su trama se centra en una joven policía atormentada y autodestructiva de nombre Eleanor (Shailene Woodley). Nuestra protagonista, mientras atiende una acalorada discusión entre una comensal y un gerente al interior de un restaurante durante la Nochevieja, se ve involucrada en la investigación para atrapar a un asesino en masa cuando este comienza a dispararles y a matar a varias personas durante el festejo de bienvenida a otro año (insértese aquí “Un año más” de Mecano). Para algo deberían servir los molestos cuetes y los fuegos artificiales. Con el objetivo de eludir a la policía, el homicida hace explotar el departamento desde el que les disparaba a sus víctimas. La agente Eleanor es la única con la suficiente lucidez como para empezar a grabar en video a todas las personas que salen corriendo del edificio en cuestión.
Pronto aparece el líder a cargo del caso: un agente especial del FBI de apellido Lammark (Ben Mendelsohn). Este hombre cincuentón con problemas cardiacos se entera de las habilidades intuitivas de Eleanor, la recluta como enlace y se establece la dupla vista otras tantas veces en diversas cintas policiacas. Desde Sherlock y Watson o Poirot y Hastings hasta Somerset y Mills en Seven o Alec Hardy y Ellie Miller en Broadchurch. Si se extendiera, la lista se volvería interminable. Mientras que las tomas aéreas del dron pudieran retratar cualquier centro urbano (de hecho, ni siquiera sé si se trata de Baltimore o no), cuando la gente empieza a salir despavorida del edificio que acaba de explotar, nuestra protagonista va corriendo hacia el lugar de los hechos y ahí, en el segundo plano, se aprecia la catedral de Montreal. El director no se esfuerza por disimular las letras del frontispicio. Aunque hay por ahí, en lo alto de una esquina, un anuncio que dice “Ayuntamiento de Baltimore” o algo por el estilo. Al final de la secuencia, el edificio de la explosión no es uno de departamentos, sino más bien el del hotel Reina Isabel. Claro. Con mucho trabajo de efectos especiales generados por computadora.
Lo mismo ocurre cuando Lammark cita a Eleanor en una cafetería muy temprano en la mañana. Ahí, de igual forma en el segundo plano, se aprecia una fachada con el letrero que anuncia unas oficinas administrativas o tal vez una escuela del English Montreal School Board (EMSB por sus siglas). Incluso antes, cuando se le ve a Eleanor acercarse a la cafetería, aparecen las típicas escaleras exteriores de las viviendas populares y un poco más antiguas de la ciudad. ¿A qué se debe la cita tan temprano? ¿Por qué ella? ¿Por qué Lammark escogió a Eleanor como enlace entre el FBI y la policía de Baltimore? Esta es la pregunta que le plantea durante la conversación en la cafetería. Lammark, en respuesta, la percibe como un producto del fracaso, el residuo de un sistema-máquina que mastica y escupe a los seres más vulnerables, una mujer que no obstante su juventad se encuentra tan herida emocionalmente como el asesino, aunque su ira la descarga contra sí y no contra los demás. Por lo tanto, la persona indicada para anticiparse a los actos del homicida. En algunas ocasiones, por otro lado y regresando al sitio de rodaje, sí se nota el gran esfuerzo por disfrazar Montreal de Baltimore.
Cuando surgen sospechas de terrorismo, a la cacería no podía faltar el jovenzuelo “radicalizado” de origen árabe. El propio Lammark sabe que se trata de un error de sus colegas, pero el equipo antiterrorista se lo madruga y terminan acorralando al muchacho en un edificio de departamentos. Este será el escenario de una muerte inútil. Hacia la acera caerá su cuerpo y dejará un cuadro dantesco junto al edificio, otro hotel en la realidad, aunque sea no tan famoso como el Queen Elizabeth: el Novotel (se ve su anuncio en el tenderete de la entrada, apenas es un segundo). Sin embargo, las placas de los vehículos, citados para el acorralamiento del sospechoso, no son de Quebec sino del gobierno de los Estados Unidos. Al menos, estos detalles sí se cuidaron. La escuela de Szifron se manifiesta no solamente en esto. También en las tomas que, desde un inicio, ponen al mundo y a los personajes de cabeza.
La relación de mentoría entre Eleanor y Lammark va más allá de los límites de la pantalla. Para despejar cualquier duda con respecto a lo poco apropiado en estos tiempos de una posible relación carnal entre una joven mujer y un hombre de mediana edad que resulta ser su jefe (treinta años después, ¿quién se acuerda de la propuesta indecorosa de Robert Redford a Demi Moore?), se revela que Lammark tiene esposo e incluso una noche lleva a Eleanor a cenar en familia con él. Ya sabemos lo que suele suceder con las duplas policiales: una parte de la ecuación deberá morir antes de que atrapen o maten al homicida. (¿Quién será aquí? No doy). Con lo de los límites de la pantalla, me refería antes a que se percibe un tanto la inexperiencia de Woodley frente al trabajo actoral de Mendelsohn. No recuerdo ninguna cinta, buena o mala, en la que este actor australiano no deslumbre con su trabajo interpretativo. Sin embargo, en cuanto a Woodley, solamente recuerdo su muy loable rol en la primera temporada de la serie Big Little Lies. No es que esté mal aquí. Simplemente se ve desplazada por su coprotagonista. Aunque hay que decir que, sin la presencia de Woodley, Misántropo quizás no existiría puesto que comparte el crédito de producción con el director argentino.
El lente de la cámara captura, imitando el movimiento del auto que la transporta, los túneles y las calles de Baltimore. A ras del suelo el centro urbano estadounidense se transforma en Montreal. Sobre todo, si uno se fija en los detalles. Esos conos color naranja en los túneles la despojan de su disfraz. Sólo Montreal es conocida como la ciudad de los conos color naranja por sus numerosos sitios en construcción. En otro momento, aparece la calle Sherbrooke por el sector del Museo de Bellas Artes. La escultura del hombre alado frente al edificio que solía ser una iglesia se torna fácil de reconocer. De vuelta a la ficción: nuestro homicida misántropo es vegano y acude a un centro comercial, máximo enclave del capitalismo rampante y del desperdicio acéfalo, para cambiarse de ropa y recolectar los vegetales dejados por esa clientela víctima del consumismo que no cuestiona y al cual acude para colmar sus grandes vacíos emocionales. Cuando los agentes de seguridad se le acercan para zaherirlo por su actitud parasitaria, se desencadena otra bonita masacre. La mayoría de las tiendas (un montón de cadáveres a las afueras de Swarovski, qué buen branding para esta joyería) marcas o expendedoras de comida rápida, gracias a cómo los hábitos del consumo se han uniformado, podrían hallarse en cualquier ciudad del mundo (Naturalizer, Foot Locker, Levi’s, Adidas, Columbia, Subway). No así el Dollarama. Cierto: se ocultó casi por completo el anuncio de esta cadena canadiense de tiendas minoristas (“…AMA”). Empero, la reconozco de inmediato. ¿Quién no va a Dollarama a pesar de que no todos sus productos cuesten un dólar? Frente a la tienda pasan los dos agentes de seguridad, luego ultimados por nuestro homicida. Ahora bien, tampoco todos los mostradores de Subway en el mundo cuentan con anuncios en la lengua de Molière y ni se diga el del St-Hubert (“comptoir: service rapide”) al exterior del centro comercial. Apenas se divisa. El director hizo bien su trabajo para ocultarlo. Pero también logro reconocerlo: St-Hubert, la franquicia de venta de pollos exclusiva de Quebec, tanto como la receta secreta de su salsa de gravy.
Misántropo es un thriller convencional. A final de cuentas. En algo recuerda a Tiempo de valientes (2005) del mismo artífice. Ahora el realizador, salta a la vista, contó con un presupuesto bastante más grande y, según varias entrevistas, con mayores obstáculos. No resulta nada fácil colarse a las producciones hollywoodenses y terminar haciendo lo que uno quiere. Lo único susceptible de sacar a la cinta de esa clasificación, la del thriller convencional, es que la protagonista sea una mujer. Aunque bien se podría alegar que Jane Campion hizo lo propio hace dos décadas, sin reventar ninguna taquilla, con En carne viva, largometraje protagonizado por Meg Ryan. Sin embargo, aquel se trataba de un thriller erótico, así como de un intento fallido de la actriz para darle un giro a su carrera, lejos de las comedias románticas a las cuales, por cierto, acaba de regresar luego de una larga ausencia. Misántropo, con tamaño título, tampoco fue un taquillazo. Cuando la cinta empieza, el título en inglés es simplemente To Catch a Killer (o Atrapar a un asesino). Así se titulaba una miniserie de hace treinta años sobre John Wayne Gacy, con Brian Dennehy (la memoria me falla: ¿la vi o no la vi?). Se fueron al otro extremo de la sutileza con ese título. Sin embargo, el largometraje sí alcanza las mínimas cuotas que debería exigírsele a dicho género: entretener y punto. Se percibe un comentario con trasfondo social, no machacón ni evidente, pero flota a lo largo de toda la cinta como la cámara enrevesada del director. Desde la forma como los demás policías menosprecian a Eleanor por ser mujer (incluido el propio Lammark) hasta la escena en el relleno sanitario. Tal vez su punto culmitante se dé en la secuencia de la morgue con veintitantos cadáveres de personas muy diferentes, una muestra de esa sociedad que intentó exterminar el misántropo.
Finalizo con una nota triste y anclada en la realidad. Veo la película y días después un estudiante asesina a varias personas en Praga. Vuelvo al comienzo y recuerdo que, cuando iba a exhibirse Relatos salvajes en Gran Bretaña, se incluyó una advertencia en las funciones del BFI y la cadena de cines Curzon porque el estreno coincidió con el avionazo provocado por Andreas Lubitz. Los paralelismos con la primera historia, la de “Pasternak”, obligaron a incluir dicha advertencia en el Reino Unido. Años después el guión de Misántropo se topa con impedimentos similares al volverse cada vez más frecuentes los tiroteos en los Estados Unidos. Mejor ni hablemos de las dificultades presentadas por la pandemia. Lo que se demuestra con este crédito es que Szifron es un realizador brillante y con una escuela sólida. Ojalá nos vuelva a dar pronto y en nuestro idioma una cinta del calibre de Relatos salvajes.
 
Misántropo (To Catch a Killer, 2023). Escrita por Damián Szifron y Jonathan Wakeham. Producida por Szifron, Shailene Woodley, Aaron Ryder y Stuart Manashil. Dirigida por Szifron. Protagonizada por Woodley y Ben Mendelsohn.
 
El avance: https://www.youtube.com/watch?v=qMMZRhUy85U
Entrevista muy completa al director con motivo del estreno de la película: https://www.youtube.com/watch?v=HPe8TYyrpWI