Tres telenovelas chinas (II)

A mediados de los años 80, cuando la cumbre de las telenovelas mexicanas se llamaba Cuna de lobos, uno no habría podido concebir la existencia dos cadenas rivales para el consumo voraz de culebrones. El monopolio del entretenimiento en la televisión abierta le pertenecía a Televisa de forma exclusiva e incuestionable. En éste y en otros géneros. Menos habría podido imaginarse uno que en la raquítica rival (¿Imevisión?) se hubiesen inventado un refrito del mismo melodrama de Carlos Olmos en el que la villana fuera Leonora Navarro y Catalina Creel, la heroína. La tentación es demasiada: ¿qué tal que la mosquita muerta, pobre y provinciana, de San Cristóbal de las Casas se erigiera como la culpable de todos los homicidios que se le imputaron a la señora ricachona y capitalina del chongo y el parche? En suma, el mundo puesto al revés. Quizás en el México de los 80 no abundaba la imaginación como en la China de décadas después. Mi broma de 2019 continúa con otra tanda de telenovelas chinas. Para la primera parte, consúltese este texto. Va pues:

1) Historia del palacio Yanxi (2018)

Ya en la entrada anterior a esta serie (¿de dos?, ¿de tres?, sólo el Altísimo lo dirá), mencioné la telenovela de título El amor real de Ruyi en el palacio, una especie de secuela a La leyenda de Zhen Huan (2011) o, como aparece mutilada todavía hoy en Netflix, a Emperatrices en el palacio. La historia de aquel melodrama de 2018 transcurría durante el régimen del emperador Qianlong de la dinastía Qing (siglo XVIII). La heroína del título era la consorte Xian y la villana de la última etapa, la consorte Ling. Pero ese mismo año, superando en índices de audiencia al culebrón antes citado, Historia del palacio Yanxi presentaba el perverso e incómodo intercambio de puntos de vista. El emperador, por supuesto, sigue siendo el mismo: Qianlong. Sin embargo, esta vez y bajo una perspectiva harto diferente, la heroína es la consorte Ling y una de las muchas villanas, la consorte Xian. Qué lío.

Cuando Historia del palacio Yanxi principia, la protagonista es todavía una criada de bajísimo rango que entra a la Ciudad Prohibida con la intención de vengar a su hermana mayor, otra sirvienta que ha sido seducida y asesinada por alguien de la familia imperial cuya identidad Wei Yingluo ignora. La primera etapa de la teleserie podríamos compararla con aquella obra ma-maestra de Caridad Bravo Adams titulada La mentira. Sí, sólo que puesta al revés, en inversión de géneros. Yingluo (Wu Jinyan) sospecha del guardia imperial Fuca Fuheng (Xu Kai), el hermano menor de la emperatriz. Para averiguar si él de veras es el culpable de la muerte de su pobre y deshonrada hermana, trata de seducirlo y, a mediano plazo, cuando se dé cuenta de que es un buen hombre, se enamorará de él. Una vez que se convierta en la criada de mayor confianza de la emperatriz y que ésta fallezca por varios complots de otras concubinas, Yingluo se impondrá una nueva misión: vengar a su difunta protectora. Para esto, volverá a ingresar al harén, esta vez como una de las muchas concubinas de Hongli (Nie Yuan), el emperador Qianlong. Entonces, a lo largo de esta segunda etapa, su archienemiga será la segunda emperatriz, antes conocida como la consorte Xian.

La Historia del palacio Yanxi se halla a la par —en cuanto a extensión, valores de producción e incesantes enredos— de otras telenovelas chinas de intrigas palaciegas como La leyenda de Zhen Huan o Ruyi. Sin embargo, mientras que Zhen Huan se transformó de mujer abnegada a astuta y Ruyi permaneció en la abnegación la mayor parte de los ¡87! episodios de su folletín, Yingluo pretende ser una heroína de los tiempos actuales. En términos coloquiales, no es nada dejada y afirma desde el inicio que quien se la hace, la paga. Aun el mismísimo emperador. Yingluo se destaca por su descaro y no respeta la estricta etiqueta de la Ciudad Prohibida. En fin, una pícara (y no soñadora) que incluso se atreve a mentirle en su cara a su majestad, al hijo del cielo. Está siempre al filo de la ejecución. E irá, poco a poco, deshaciéndose con astucia e inteligencia de sus múltiples enemigas, escalando así la peligrosa pirámide del harén hasta ganarse el favor de su majestad y acceder al título de huang guifei, una consorte noble imperial (es decir, el único rango por debajo del de la propia emperatriz), así como Zhen Huan lo hiciera con el padre de Qianlong, el emperador Yongzheng. En pocas palabras, sus aventuras bien podrían ilustrarse en un videojuego.

A la típica mujer abnegada de las telenovelas latinoamericanas, aquí en Yanxi, la representa más bien su protectora, Fuca Rongyin (Lan Qin), la primera emperatriz, la hermana mayor de Fuheng. Yingluo tendrá que prevenirla de innumerables traiciones urdidas por quienes codician su puesto, enemigas persistentes como las consortes Gao, Chun y Xian. Por otro lado, estará la celosa Hitara Erqing, la prometida del guardia imperial Fuca quien, aunque le finge amistad a nuestra heroína, en realidad la odia porque es evidente que Fuheng está enamorado de Yingluo. Aunque quien de veras se lleva el galardón en villanías será el perverso eunuco Yuan, un sirviente desquiciado con complejo de superioridad que empieza siendo amigo fiel de Yingluo, pero más adelante y al sentirse traicionado por ella no alberga otro propósito más que destruirla. Él terminará aliándose con la segunda emperatriz. Por último, no hay que olvidar a la matriarca de la familia imperial, la emperatriz viuda, la madre de Qianlong (la doñita Zhen Huan para los cuates, para quienes ya se han chutado tres teleseries en las que participa). Mientras que en La leyenda de Zhen Huan es encarnada por la joven Li Sun y en Ruyi es interpretada por la veterana Vivian Wu (El último emperador, El club de la buena estrella, El libro de cabecera), tratádose de Yanxi la madre de Hongli presenta el rostro de la actriz Song Chunli. La tai hou le abrirá la puerta del harén ponzoñoso a Yingluo y, aunque parezca beneficiarla, la suegra de toda la muchachada puede ser, en diferentes facetas, amable anciana o terrible fuerza antagónica. Hacia el final del culebrón, incluso amenazará con mandar ejecutar a la protagonista. Por otro lado, la emperatriz del clan Fuca, en la otra telenovela de 2018 no era más que un títere inseguro a las órdenes de varias concubinas que buscaban acabar con Ruyi. La Ruyi de aquí, la consorte Xian (en las expertas manos de la actriz hongkonesa Charmaine Sheh), también empieza siendo, como todas ellas, una mujer temerosa e inocente hasta que su familia es asesinada por la enésima maquinación palaciega y de ahí en adelante opta por mostrarse impía hasta con un perico: se venga de la Gao y, a la larga, se convierte en la segunda emperatriz y, por lo tanto, en la futura e implacable rival de Yingluo.

Como las telenovelas anteriores, Historia del palacio Yanxi intenta trazar la estructura piramidal dentro del harén, la jerarquía “concubinaria” cuya cúspide la encarna la emperatriz, la sumisión que una concubina de menor rango debe mostrarle a una de mayor, la codicia de las sometidas ante el poder inconmensurable de aquéllas que se hallan en los niveles superiores de la estructura. De igual forma, todos los rangos dentro del harén se ven representados. Es decir, los seis antes de los dos más prestigiosos (emperatriz – huang hou y consorte noble imperial – huang guifei) y cada uno de los niveles del retorcido videojuego: daying – asistente de segunda clase, changzai – asistente de primera clase, guiren – dama noble, pin – concubina imperial, fei – consorte y guifei – consorte noble. No exenta de emociones ni de finales de taquicardia ni de humor (voluntario y en muy pocas ocasiones del otro, por cierto) el mayor atractivo de Historia del palacio Yanxi reside en el carácter pícaro de Yingluo. La promesa de las lágrimas y las risas —de todo folletín que se precie de serlo— se ve colmada. Cómo olvidar las numerosas patadas en el culo que el emperador Qianlong le propina a su obeso criado personal, el eunuco Li. Sólo quedaría una queja pendiente: la secuencia de los créditos de salida que, hacia el desenlace del culebrón, empieza a revelar aspectos importantes de la trama e incluso del final. Una vez investigando la información en el internet, resulta que la coincidencia de 2018 entre los personajes de las dos telenovelas, Ruyi y Yanxi, se dio porque la primera se retrasó en su transmisión. Historia del palacio Yanxi está completa en sus 70 episodios con subtítulos en español en el sitio de series asiáticas Viki.com.

2) La princesa Weiyoung (2016)

Paso de Viki.com a Netflix y doy un salto hacia atrás en el tiempo hacia los confines de otro dramón televisivo, pero éste de 2016: La princesa Weiyoung (como Yanxi, se halla disponible además en YouTube, aunque no sé si con subtítulos en nuestro idioma). Como en el caso de otra telenovela hablada en mandarín a la mano en Netflix, The Rise of Phoenixes (2018), la historia se ubica en un momento de fragmentación para el territorio hoy conocido como China, etapa muy anterior a la dinastía Qing plasmada en Zhen Huan, Ruyi y Yanxi.

Por tejemanejes políticos, la familia real de uno de estos reinos (Liang del Norte) es ultimada y las únicas supervivientes son una bella princesa y su intrépida guardaespaldas. Nuestra protagonista, luego de algunas vicisitudes, se hace pasar por la hija abandonada de una familia noble del reino contrario, una familia muy cercana al general asesino. Así, esta huérfana cambia de identidad para salvar su vida y se convierte en Li Weiyoung (Tiffany Tang). La intención, una vez más, consiste en vengarse no únicamente del traicionero general, sino incluso del rey que supuestamente ordenó matar a su familia. Y, como en el caso de Historia del palacio Yanxi, las intenciones de revancha se trocarán por las del amor cuando la heroína conozca al nieto del soberano, el príncipe Gaoyang (Luo Jin, actor que en 2010 participara en Biutiful de González Iñárritu) y, claro, se enamore perdidamente de él. Dentro de la mansión nobiliaria del ministro Li, el mayor desafío consistirá en sortear peligros, como el representado por la matriarca del clan: Chiyun Rou (la taiwanesa Lily Tien). Esta madrastra —siempre debe haber una en los cuentos de hadas— va a tener en la mira a Weiyoung desde su “regreso” a la mansión de los Li. Por sus facciones y su malditez exacerbada, Rou en algo recuerda a la icónica malosa de la telenovela venezolana El desprecio (1991), la inolvidable Pastora Lara Portillo (quien, a diferencia de Catalina Creel, hasta karate sabía). Para el valiente príncipe Gaoyang también habrá rivales sanguinarios. Sus tíos urden planes para convertirse cada uno por su cuenta en el heredero al trono y de paso sacarlo a él de la línea de sucesión. Entre los dos, el más hipócrita y maquiavélico será el príncipe Nan’An (Vaness Wu, histrión taiwanés-americano), el tío displicente con trenzas a la usanza del ínclito dúo Milli Vanilli. El tal Nan’An, de muy negras intenciones, también se enamora de Weiyoung. Los celos de la supuesta media hermana, Li Changle, y de la supuesta prima, Li Changru, se atizarán pues una pretende casarse con Gaoyang y la otra, con Nan’An. En una emulación tan obvia de Cenicienta no podían faltar tampoco las hermanastras. Aunque estas Griselda y Anastasia no duden en recurrir a la poco sutil táctica del asesinato. Ambas, entonces, querrán deshacerse de la heroína a como dé lugar. Sin embargo, para su buena fortuna, Weiyoung tendrá el triple de vidas de un gato y, a diferencia de las telenovelas mexicanas, no sólo destacará en sociedad para convertirse en una mujer rica (¿Simplemente María?), sino que además se convertirá en la madre de la nación, en la regente del reino de Wei del Norte. De esta forma, incontables serán las ocasiones en las que el príncipe rescate a la bella Weiyoung del peligro: incendios, alimañas venenosas, trampas, atentados, incriminaciones y un larguísimo etcétera.

A diferencia de las anteriores telenovelas en esta serie de entradas, los personajes no sólo se atreven a dar saltos en el aire en imitación al estilo wuxia, sino que además las situaciones destacan por el humor involuntario. Qué otra reacción además del pitorreo suscitaría ver a Weiyoung y a Jun Tao, su fiel guardaespaldas, disfrazadas de hombres y con unos bigotes ralos sobre el labio superior. Mejor ni hablemos de los efectos generados por computadora. A la memoria me llegan una caída de los protagonistas por un risco falsísimo o unas flechas evidentemente digitalizadas que pasan demasiado cerca de la cabeza del príncipe Gaoyang. Ni mencionar las ratas, los bichos, las mariposas y en algunas ocasiones hasta animales de cuatro patas. Estos últimos recuerdan un poco a los mal hechos gatos despanzurradores de Zhen Huan. No vayamos tan lejos: al final de los créditos iniciales aparece una flor rosada que se abre, pero que por los efectos sonoros parece quemarse. Qué contradicción tan grande entre imagen y sonido. El (conocido gracias a sus siglas en inglés) CGI quizás se conforme como una técnica poco perfeccionada en la televisión china si se toman en cuenta las palomas que sobrevuelan la Ciudad Prohibida al comienzo del primer episodio de Historia del palacio Yanxi y de su spin-off, otra decepción de la cual hablaré más adelante. Agreguemos al menú hilarante las bofetadas, las caras de sorpresa, las exhumaciones, algunas anagnórisis imprevistas, el travestismo (siempre mujeres disfrazadas de hombres, por supuesto, porque la censura china es bastante cabrona), las acusaciones en presencia del soberano y los subsecuentes castigos corporales (¿cuántos personajes terminan siendo apaleados?, no sé, perdí la cuenta). El espectador estará aquí ante un festín de carcajadas. En este caso y más que las puñaladas traperas de las esposas nobles, la atracción estriba en que las risas superan con creces a las lágrimas. Si uno quiere reírse un rato de las ocurrencias de los escritores de este melodrama televisivo del Lejano Oriente, sigue accesible en Netflix y cuenta con apenas cincuenta y tantos episodios. Nomás. Así de cortito es. Como dato adicional, fue uno de los más vistos en China durante 2016, quizás porque la pareja de actores protagonistas andaban de novios y luego de algún tiempo se casaron. A diferencia de Yanxi, el aspecto espoilereable radica en la secuencia de los créditos iniciales en la cual se percibe que la historia de Weiyoung, a diferencia de la de Yingluo, terminará de forma trágica: luego de que su príncipe ascienda al trono y ella se vuelva la reina consorte, él morirá. Pero no sin que antes la pareja real produzca un muy útil heredero. Loas a la princesa encubierta, madre de la gran nación enemiga.

3) Palacio Yanxi: Las aventuras de la princesa (2019)

Sigo atrapado en Netflix. Fue tanto el éxito de la Historia del palacio Yanxi en Asia y en otros lugares afines del mundo (¿haber sido la serie de televisión más gugleada en 2018 constituye un éxito?) que —aprovechando el reparto y el vestuario, así como los lugares de grabación en Hengdian World Studios (de hecho, los estudios más grandes del planeta)— se preparó una miniserie spin-off para Netflix que le agregaba al nombre original el subtítulo de Las aventuras de la princesa. Dicha miniserie se estrenó en la omnipresente plataforma a finales de 2019.

En la ficción de Palacio Yanxi: Las aventuras de la princesa han pasado varios años desde el desenlace de Historia del palacio ídem. Los infantes (en el sentido más común de la palabra) de la conflictiva familia imperial han crecido. La séptima princesa, Zhaohua (Wang Herun), es cruel y caprichosa. Se encuentra consentida por sus padres, el emperador Qianlong y la consorte noble imperial Ling (es decir, Wei Yingluo), así como por su abuela, la emperatriz viuda. Las habladurías de su crueldad han llegado hasta los oídos del prometido, el príncipe Chaoyong de Mongolia, Lhawang Dorji (Wang Yuwei), y ahora el muchacho quiere romper el compromiso. La humillación no se soporta: se impone demasiado grande para una de las hijas de su majestad. Fuk’anggan (qué nombrecito), el nuevo guardia imperial Fuca, el hijo de Hitara Erqing —una más de la multitud de villanas de la telenovela original— se ofrece a ayudarla, pero en realidad busca, en nombre de su difunta madre, vengarse de la consorte noble imperial Ling. Por otro lado, la princesa Siwan, una descendiente del príncipe de He —otros de los malosos muertos de Yanxi y, por cierto, el hombre que desgració a la pobre hermana mayor de Wei Yingluo— está enamorada del mongol (es gentilicio, no juicio a su capacidad mental, ¿eh?). Cuando Zhaohua crea haber reconquistado a Lhawang Dorji, aparecerá la Siwan frente a ella para prestarse a ser humillada y una vez más demostrarle al prometido que la séptima princesa es una verdadera hija de perra. La Siwan, aunque al principio pareciera una mujer frágil y desvalida, en realidad oculta detrás de su rostro a una mosquita muerta y a una resentida despreciable. ¿Qué hará la altiva Zhaohua para ganarse el corazón del esquivo mongol?

Durante Las aventuras de la princesa Wei Yingluo realiza apariciones frecuentes para aconsejar a su inexperta hija y salvarla un poco del desastre. Aquí comienza lo increíble de este spin-off. Wu Jinyan, la actriz que interpreta a Yingluo es demasiado joven para tener una hija de la edad de la séptima princesa. Jinyan tiene casi 30 años, pero aparenta diez o más menos tal vez por ser tan delgada y por haber sido bailarina de ballet durante años. Aunque otros personajes de Yanxi realizan también sus debidas apariciones (el emperador, el eunuco Li y otros sirvientes), la historia se centra en los cuatro jóvenes, los hijos de los personajes principales o de los villanos de la telenovela que le da origen. En algo recuerda Las aventuras de la princesa al ejemplo de la serie “histórica” de TVE titulada Carlos, Rey Emperador (2015-2016): se usan los recursos de una producción anterior para sacar al ahí-se-va y con actores protagonistas inexpertos y poco creíbles un producto derivado. Con TVE, luego de Isabel (2011-2014), surgió Carlos, Rey Emperador. Al menos Las aventuras de la princesa tiene la dignidad de no robarle tanto tiempo al televidente como sí lo hizo Carlos pues sólo está conformada por seis episodios de tres cuartos de hora. Para los neófitos a toda esta sesuda materia de los culebrones chinos, constituye una muestra mínima de lo retratado en cualquier telenovela “histórica” de intrigas palaciegas: complots, disfraces, engaños, salidas clandestinas del palacio, enredos amorosos, inciensos soporíferos, secretos de familia, locura repentina, incendios, cuentos de fantasmas, pabellones embrujados, golpes de kung-fu, revanchas y, por supuesto, la manida ceremonia nupcial del cierre. Tratándose de un spin-off siempre hay que preguntarse si es necesario haber abordado la telenovela original. En los primeros episodios quizás no, pero cuando en el cuarto y en el quinto se hacen constantes referencias a las maldades de Erqing, a la muerte de la primera emperatriz y al paradero del eunuco Yuan, sí parecería un requisito haber visto Historia del palacio Yanxi. Por eso, no tiene mucho sentido que la serie derivada se encuentre en Netflix si no se halla ahí también ésa por la que se le da origen. Y la broma continúa a pesar del tiempo perdido. En mi lista de pendientes ya hay dos títulos más: La leyenda de Miyue (2015) y La dinastía Ming (2019).

Historia del palacio Yanxi en YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=tr_R9s7gMgk

La princesa Weiyoung en YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=d2kuZDOPJKE

Nota al pie: La televisión, cuando alcanza inusitados niveles de notoriedad, no es tan inocua ni tan frívola como aparenta. Sobre todo, tratándose de un producto tan popular como las telenovelas. Tanto así que, acaballada entre 2019 y 2020, cuando apenas se enteraba uno de una sorpresita viral salida de China, en esa etapa que apenas unos meses después veríamos con nostalgia, se dio la condena por parte del discurso oficial a este tipo de culebrones, los de las maquinaciones palaciegas urdidas por concubinas intrigantes. ¿La razón? Según un artículo detrás del cual se oculta el partido gobernante, los culebrones de este tipo enaltecen el periodo imperial y contaminan el pensamiento de la sociedad moderna ignorando los modelos positivos de la actualidad (¿Mao?). Parece un acto fútil en tiempos en que la televisión se ha transformado y los monstruos de la abierta de antaño (como Televisa) dan sus últimos estertores. Para quien tenga curiosidad, este artículo en inglés de la BBC da cuenta del intento de censura a Historia del palacio Yanxi.