El whodunnit: ¿vivito y coleando? (y III)

(Segunda parte)

Conservaba en el tintero esta reflexión desde hace unos meses (me corrijo: desde hace casi un año) cuando me planteé la espinosa pregunta de qué ocurría en la actualidad con los whodunnits en clave descaradamente cómica. En cuanto a las miniseries, no son pocos los ejemplos loables —por loable, me refiero a si el producto audiovisual me hizo reír— y hay también alguno tan laureado con el que se podría responder que sí, que el género sigue vivito y coleando. Sin lugar a dudas. De forma categórica. Y para ciertas personas. Si no, miren cómo una serie en particular ha vuelto a poner en el candelero a los cómicos septuagenarios Martin Short y Steve Martin. 



Hacia el final de otra entrada mencioné de pasadita American Vandal (2017). Retorno entonces a tiempos prepandémicos. La efectividad de la miniserie de Netflix se debe a que los creadores suponen que su teleaudiencia se encuentra, aunque sea un poquitito, familiarizada con el formato de los documentales de true crime. La primera tanda de ocho episodios transcurre en una prepa de California. La transgresión a investigar consiste en, como indica su título, el acto vandálico contra los coches de los profesores: sobre la carrocería de cada uno de ellos termina rociado un pene con pintura de color rosa fosforescente. Un testigo bastante parcial apunta el dedo contra el payasito de la prepa, archiconocido por dibujar vergas de testículos peludos por todas partes, y dos de sus compañeros en un proyecto de noticiero estudiantil deciden documentar en video la investigación porque no están nada seguros de que sea el culpable. En American Vandal se imitan las docuseries del estilo de El caso de la escalera, The Jinx (que acaba de estrenar segunda entrega en HBO, por cierto) o Making a Murderer y se realiza tal imitación con las entrevistas a los posibles testigos y el léxico típico de estas emisiones (“coartadas perfectas”, “patrones de salpicamiento de sangre”, “teorías conspiranoicas”, “análisis forense”, “sistema de videovigilancia”, etcétera). Eso se torna en el principal factor para detonar la risa, así como la distancia entre los casos reales (homicidios, violaciones, fraudes multimillonarios y toda suerte de bajezas) y el de California que involucra a chavitos inquietos y calientes de prepa. La segunda temporada, estrenada en 2018 y como suele ocurrir, riza el rizo más allá de lo tolerable. Además de que es profundamente escatológica. Sin embargo, culmina con un mensaje muy pertinente sobre los peligros de las identidades falsas en las redes sociales. El entorno ahora se trata de una escuela privada y católica en extremo exclusiva. El asunto se detona cuando un usuario de redes sociales, que se hace llamar “El bandido fecal” y firma con el emoji de la caquita, pone laxante en la limonada de la cafetería y tanto alumnos como profesores (entre ellos, padrecitos y monjas) defecan de manera incontrolable por todo el colegio. Los videos de la llamada “explosión marrón” pronto se vuelven virales. El caso es que este cibervándalo amenaza con más acontecimientos merdosos y una alumna les pide ayuda a los documentalistas de la primera temporada gracias a que Netflix compró su documental y los hizo célebres. Por desgracia, no ocurrió lo mismo con el plano real de la posible tercera temporada porque Netflix no renovó la serie luego de la divertida y abundante cagadera de la segunda.



Moviéndose a terrenos mucho más descerebrados (si es que es posible), está La mujer de la casa de enfrente de la chica en la ventana (The Woman in the House Across the Street from the Girl in the Window, 2022). Esta miniserie, también de ocho episodios, consiste en una muy poco sutil parodia a libros de consumo masivo como La chica del tren de Paula Hawkins y La mujer en la ventana de A. J. Finn. La primera tuvo una adaptación a la pantalla grande de cierto éxito en 2016; la segunda pasó sin pena ni gloria y fue casi inmediatamente olvidada como efímera producción de Netflix allá por 2021. Como afirmé en esta otra entrada sobre Los voyeristas de Prime, el subgénero del testigo de asesinato, mirón y poco fiable, es uno de los más manidos en el cine —empezando con La ventana indiscreta de Hitchcock. A La mujer de la casa… la protagoniza Kristen Bell, actriz muy adecuada para el rol si la comparamos con Emily Blunt (la del tren) y Amy Adams (la de la ventana). Bell interpreta a Anna Whitaker —alcohólica, con antecedentes de problemas de salud mental y una fobia irracional a la lluvia— y sí, en la casa de su vecino ve cómo asesinan a otra mujer. O eso cree. Al principio hubo usuarios de Netflix tan incautos que no entendieron el chiste, a pesar de mostrarse evidente a partir del verboso título, y se tomaron la parodia en serio: salieron corriendo como bebés llorones a los foros de comentarios y se quejaron de ciertos giros absurdos en la trama. La mera verdad a mí sí me hizo reír y, en especial, cuando se revela quién es el o la homicida porque entre Kristen Bell y esta persona se da una pelea a muerte de verdadera antología. Casi me meo de la risa con esa escena. Aunque la trama deja el desenlace en suspenso abriendo la posibilidad de otra temporada, lo más seguro es que permanezca en el archivo de contenidos audiovisuales de Netflix como una serie limitada más. Durante La mujer de la casa de enfrente de la chica en la ventana, un personaje le dice a Kristen Bell algo así como: “Apuesto que harán un programa de Dateline sobre esto”. La cita me da pie para la siguiente miniserie.



Como American Vandal con respecto a los documentales de nota roja, hay que haber escuchado al menos una de las socarronas narraciones de Keith Morrison en el programa gringo Dateline para disfrutar plenamente la autoparodia de Lo que pasa con Pam (2022), el único de estos cuatro ejemplos basado en un caso real. El fenómeno del true crime no es nada nuevo, a pesar de que se piense lo contrario por la popularidad de los pódcasts de este corte. Ya con décadas precediendo los contenidos radiofónicos para ser escuchados en cualquier momento, en la televisión abierta de Estados Unidos ha estado presente el trío de programas de fin de semana: 20/20 en la ABC, 48 Hours en la CBS y Dateline en la NBC. Este último se ocupó del caso de Betsy Faria en noviembre de 2016 con el subtítulo de “Más extraño que la ficción”. Lo volvió a hacer en varias ocasiones con muy buenos resultados de audiencia. Partiendo de la popularidad de tales episodios de Dateline, los creadores de Lo que pasa con Pam se dieron a la tarea de adaptar el caso de homicidio a una serie tragicómica y no tuvieron que hacer gran cosa para desatar las risas porque el asunto, en sí mismo y con perdón de las víctimas, es ridículo a morir. A la cabeza del reparto se encuentra Renée Zellweger (con prótesis por todo el cuerpo para hacerla ver bastante obesa), interpretando a Pam Hupp, la verdadera asesina de su mejor “amiga” Betsy. La señora Hupp mintió, engañó y, para colmo, logró que las autoridades culparan a Russ Faria, el esposo. La única persona que quizás no se rio con Lo que pasa con Pam fue la fiscal de distrito que metió en la cárcel a Faria. La narración corre de nueva cuenta a cargo de Morrison, esta vez llevando la socarronería un punto más lejos para complementar el humor negro. Ahora que la muerte de su famoso hijastro empieza a ser investigada como un posible “juego sucio” (referencia gratuita a Foul Play), ojalá que el señor Morrison no tenga el cinismo de hacer una edición de Dateline con su voz narrando los hechos. Quizás ahí sí habría un pequeñísimo conflicto de interés. Lo que pasa con Pam estuvo un tiempo en Star+ y, a partir de su fusión con Disney+, desapareció de las plataformas en territorio mexicano. Finalmente, si seguimos con la mentada fusión Star+/Disney+, aquí se halla la cereza del pastel: Only Murders in the Building (2021), en España traducido su título como Solo asesinatos en el edificio. La cereza, afirmo, al menos para mi pastel.
No siempre aunque con frecuencia las series dramáticas declinan conforme estrenan más y más temporadas, conforme se engolosinan con su propio éxito. Así les pasa incluso a las mejores como Mad Men o Downton Abbey. Tal vez con las de comedia pase lo contrario (piénsese en Seinfeld) porque así ha ocurrido con este whodunnit que celebra el choque generacional entre ruquillos y millenials. Quizás, conforme se afiance la confianza entre el reparto, la química y la improvisación vayan afinando el buen humor. Quién sabe. Retomo: al primer grupo lo representan los veteranos comediantes Steve Martin y Martin Short; al segundo, la cantante y también actriz Selena Gómez. En Only Murders in the Building Mabel, Charles y Oliver son tres solitarios que no se conocen, pero viven en un mismo edificio de Nueva York donde se ha cometido un asesinato y, puesto que son fanáticos de hueso colorado del mismo pódcast de true crime, la casualidad los une para investigar el crimen de su edificio y sí, grabar su propio pódcast que, para el final de la primera temporada, tiene un éxito arrollador suscitando la envidia de la conductora del que ellos eran fanáticos (aunque eso ya será tema para la segunda tanda de episodios). No me adelanto entonces.
No son pocas las gracejadas de tensión generacional en Only Murders in the Building. Abundan además el humor negro, las referencias a la cultura popular gringa y los giros de tuerca. Sin mencionar el complemento de un reparto harto simpático, entre las caras conocidas y las que no lo son tanto. Por ahí se encuentra Da’Vine Joy Randolph, ahora ganadora del Oscar por Los que se quedan. Tampoco hay que dejar en segundo plano a la propia Selena Gómez que ganó el premio de mejor actuación femenina (compartido con las demás actrices de En busca de Emilia Pérez) en la edición más reciente del festival de Cannes. Invitados especiales como Amy Ryan, Sting, Nathan Lane y Tina Fey aparecen de vez en cuando. La mayoría, claro, pertenecientes al mundo de la comedia. Cuestión aparte: esto de los invitados famosos podría tornarse contraproducente si la persona en cuestión le cae mal a uno. Por ejemplo, me rehusé en un inicio a ver la segunda temporada únicamente porque salía Amy Schumer en algunos episodios; eso se compensó, debo decir, con la presencia demasiado fugaz de la legendaria Shirley MacLaine. Ahora con los señores: impensable hace décadas imaginar a Steve Martin y a Martin Short convirtiéndose en detectives y resolviendo asesinatos. Uno no pensaba así cuando los veía vestidos de charros junto a Chevy Chase en Los tres amigos (1986). Incluso si Martin no se queda nunca atrás, el canadiense Short es un verdadero genio de la comedia y de forma constante su personaje eclipsa a los otros. En especial, durante la tercera temporada en la que se desata la neurosis de Oliver Putnam por estar dirigiendo una vez más una obra de Broadway luego de un fracaso estrepitoso. La tercera ha sido en mi opinión la mejor, sobre todo también por la presencia de Meryl Streep (excelente puntada la de ponerla en el rol de una actriz fracasada). Y la víctima es un actor egocéntrico e imbécil interpretado sospechosamente bien por Paul Rudd. El mayor mérito de la tercera entrega es tomarse la comedia en serio y alternarla con instantes de verdadera emoción, convertir la trama en una tragicomedia: añadirle además números musicales que parodian el entorno de Broadway y que, al mismo tiempo, lo honran porque se ven profesionales, porque están hechos por leyendas de la actuación. Véanse nomás estos clips de los números a cargo de Short, Streep y Martin. Al final, debajo de todas las carcajadas, se oculta una carta de amor al teatro, a los sueños frustrados que surgen en este ambiente e incluso a los lazos filiales. La cuarta tanda de episodios se va a estrenar el próximo 27 de agosto y, a juzgar por el avance, nuestros tres protagonistas dejan Nueva York y van a Hollywood. Ojalá se supere la tercera. Y si nos basamos en el éxito de Solo asesinatos en el edificio, el género se encuentra vivito y coleando. Ojalá también sepan los creadores de esta miniserie cómica, como Seinfeld, detenerse antes del vergonzoso declive.



Para terminar, todos quieren entrarle a este género en algún momento. Brit Marling hizo lo suyo con Asesinato en el fin del mundo (2023) —serie dramática que empieza bastante bien y termina chafísima— y, en cuanto a las películas, ya está en marcha el tercer misterio de Benoît Blanc: Wake Up Dead Man (2025) por parte de Rian Johnson. Parecería que la mata homicida del whodunnit seguirá dando más por mucho tiempo.
 
El avance del #2 de American Vandal: https://www.youtube.com/watch?v=u4MnzfW_tbI
El avance de La mujer de la casa…: https://www.youtube.com/watch?v=p3KMHmTJuKc
El avance de Lo que pasa con Pam: https://www.youtube.com/watch?v=lPmOzlSkOcg
El avance de la próxima temporada de Only Murders in the Building: https://www.youtube.com/watch?v=Y8K7jqVZzG4