El whodunnit: ¿vivito y coleando? (II)


(Primera parte)
Un largo preludio antes de continuar con esta segunda parte: ¿y qué pasa con la tele? En cuanto a las series televisivas, con solo centrarme en las inglesas, tendré una multitud inabarcablemente abrumadora. Una de este país, tan experto en el whodunnit, destacó para mí hace más o menos una década. Incluso la compré entera en DVD. Y no: debo confesar que no se trata ni de lejos del Sherlock millennial encarnado por Benedict Cumberbatch.
Una de las primeras imágenes de Broadchurch (2013) muestra un anuncio junto a la entrada de la iglesia local (“ama a tu prójimo…”). Pero neighbour no es solamente “prójimo” sino también “vecino”. La trama transcurre entonces en un pueblo costero de Inglaterra y la cita bíblica marca la diferencia con todos los demás misterios de esta índole. Antes de enterarnos del asesinato de un niño, vemos a su familia entera y luego a su padre en solitario recorrer la calle principal del pueblo y saludar a cada uno de los que serán los sospechosos del homicidio. Aunque no parece percatarse de la tragedia, él tampoco estará excluido. Este es un whodunnit que no se limita a plantearnos el juego ya que desde un inicio toca fibras emocionales centrándose en la desconfianza entre los miembros de la comunidad. Danny Latimer, el niño ultimado, importaba. Y mucho. ¿Quién pudo haber cometido un crimen tan despiadado? Tanto así que el cierre del primer episodio es casi igual a la conferencia de prensa del agente Dale Cooper en Twin Peaks. Aquí uno de los dos detectives es Alec Hardy (David Tennant), un policía fuereño, atormentado y enfermo del corazón a quien le acaban de dar el puesto que se merece el otro personaje protagonista: la detective Miller, la que sí pertenece a la comunidad, interpretada magistralmente por Olivia Colman. Gracias a Broadchurch fue que me di cuenta de la increíble capacidad histriónica de esta actriz británica (quien por cierto también aparece en Superpolicías en un rol opuesto), aunque antes la haya visto por vez primera en el film Tyrannosaur (2011) con Peter Mullan.
La trama tiene la cortesía de no rizar el rizo como lo hacía The Killing (la versión gringa de 2011, porque sé que es un refrito de otra serie, una escandinava) con eso de ir de un sospechoso a otro hasta, como se acostumbra en estas historias, llegar a dar con la identidad del verdadero homicida: quien uno menos se imagina. Mientras que Broadchurch lo hace de forma mesurada a lo largo de sus 8 episodios, The Killing (ora sí que) se la prolonga durante 26 en dos de sus 4 temporadas. Al menos, la primera de Broadchurch es la más destacable. Al final, fueron tres: la del juicio y otra más, sobre un caso diferente, uno de abuso sexual. A evitarse a toda costa: el refrito norteamericano de título Gracepoint (2014) en el que David Tennant interpretaba el mismo rol de antes, aunque haciendo los más grandes esfuerzos por medio ocultar su marcado acento escocés.
Vuelvo entonces al cine. Doce años después de Superpolicías, unos meses antes de que el mundo entero se transformara momentáneamente por una pandemia, se estrenó en los cines Entre navajas y secretos (2019). Lógico que Rian Johnson se refugiara en sus aficiones de adolescente luego de la tunda que recibió en redes sociales por haberse atrevido a matar a Luke Skywalker en el episodio 8 de la famosísima saga intergaláctica. Muchos nenes lloriquearon y bramaron que por qué les cambiaban y les mataban al personaje que tanto habían idolatrado durante décadas. Johnson habrá concluido, por su parte, que los nerds del género policiaco resultamos ser mucho menos agresivos o simplemente no perdemos el día entero en la red social (exTwitter) que hoy pertenece a Elon Musk. Su carta de amor dirigida al whodunnit no pasó desapercibida para mí. De hecho, me pareció una de las experiencias cinematográficas más satisfactorias y divertidas de finales de aquel año, hoy visto tan lejano después del periodo nefasto de la pandemia.
Pronto Netflix olió el negocio y le propuso continuar con los misterios de Benoît Blanc, el detective de acento sureño-estadounidense interpretado por Daniel Craig. De ahí que Glass Onion: Un misterio de Knives Out tuviera su estreno en dicha plataforma el 23 de diciembre del año pasado. Montado en sus esqueletos con finísima precisión, tanto de Glass Onion como de la entrega anterior, se encuentra el antecedente de todos enigmas detectivescos de antaño, esos con los que el director se familiarizó cuando era adolescente. Sus huellas se pueden rastrear a elementos aislados de la multicitada obra de Christie: la invitación a una isla de Diez negritos, el juego de intercambio de gemelas contenido en Los elefantes pueden recordar, el coctel envenenado que pasa de una mano a otra de El espejo roto o de Tragedia en tres actos, la coartada perfecta blandida por la propia homicida (“¡me quieren matar!”) de Peligro inminente o el carácter lúdico del whodunnit, muy presente en la velada autoparódica que se torna mortal y vista en un misterio de la señorita Marple: Se anuncia un asesinato. Si sigo, la lista se extendería interminable. Queda claro. Johnson ha leído con muchísima atención los libros de Christie. Los personajes del director gringo, sin embargo, se encuentran actualizados (¿“modernizados”?) para que pueda deschongarse y hacer algo de sátira social que, con los años y por desgracia, terminará pasando de moda. Estamos lejos de los desgarramientos emocionales de Broadchurch. Tampoco hay aquí coroneles, aristócratas estirados ni ancianitas solteronas ni herederas de una rancia fortuna como en los libros de doña Agatha. Aquella hilera de sospechosos se sustituye por otra, inmersa hasta cierto punto en las consecuencias del COVID. La del magnate digital, la influencer cabeza de chorlito, el youtuber defensor de la hoy llamada masculinidad tóxica, la candidata algo histérica porque solo puede hacer la campaña desde el encierro de su casa, etcétera. Sin embargo, tan enredado el asunto que logra su cometido: engañar al espectador. Tal vez, como suele ocurrir con las secuelas del género detectivesco, su reparto no sea tan vistoso como el de Knives Out (¿dónde quedó alguien de la altura de Christopher Plummer?), pero resulta igual de divertida que su antecesora para los amantes del género.
Fuera de algunos aspectos más que cuestionables por su actitud progre metida con calzador (¿Max Mallowan, el segundo esposo de Agatha Christie, de negro [y no, no me refiero al color de su ropa]?), una experiencia de raíces bastante más clásicas que Glass Onion la presenta Mira cómo corren (2022). El homenaje a Christie se encuentra menos licuado que en las dos cintas policiales de Johnson y salta a la vista desde el título del film. La autora inglesa acostumbraba partir de rimas infantiles para desarrollar algunas de sus tramas y esa no fue la excepción para Tres ratones ciegos (en inglés: “three blind mice, see how they run…”), relato más tarde adaptado al teatro como La ratonera. Además, con un éxito sin precedentes por su longevidad. Al comenzar Mira cómo corren nos hallamos en la década de los 50 en Londres y la obra de teatro de Christie ha tenido el suficiente éxito para pensar en una adaptación cinematográfica. El posible director estadounidense (recién llegado de Hollywood) es asesinado tras bambalinas y él mismo, desde el más allá, nos advierte de forma despectiva a los espectadores: “si has visto un whodunnit, los has visto todos”. Algo de razón tendrá y éste no será su único comentario metacinematográfico desde ultratumba.
El cadáver de la víctima (Adrien Brody) aparece teatralmente en el centro de escenario. Entonces un inspector beodo (Sam Rockwell) y su novata asistente (Saoirse Ronan) se dan a la tarea de intentar averiguar quién es el culpable. La escena de mayor homenaje a la obra de Christie (prefiero olvidar el final en que aparecen Max Mallowan y ella) y un guiño perceptible solo para los más aficionados, se produce cuando el inspector le pone como excusa a su asistente una cita con el dentista. Mientras ella se queda reflexionando en el coche, él se va a chupar a un pub. Por una emergencia, la joven va a buscarlo hasta donde se encuentran los consultorios de los dentistas y en la entrada se topa con las placas que contienen sus nombres. Entre ellos, el del doctor Morley, la víctima de La muerte visita al dentista. Y Norman Gale, el asesino de Muerte en las nubes. Un “huevo de Pascua” más, para los verdaderamente observadores, se volverá la presencia del edificio donde se rodaron los exteriores de la serie Poirot: parece que el personaje de David Oyelowo es vecino del mismísimo detective belga. Ah y, por supuesto, no falta quien confunda a un hombre de esta nacionalidad y con su marcado acento francófono con un nativo de Francia y éste debe corregir afirmando que es de Bélgica (como infinidad de veces le ocurría a Poirot en la obra de la dame Agatha). Además, como mencionó en su pódcast Mark Kermode, Mira cómo corren se las ingenia para no develar el añoso misterio de La ratonera.
Me reservo la cereza del pastel en un intento muy breve por volver a los terrenos de la televisión: la serie de título Sister Boniface Mysteries (2022). Al menos, una cereza para mí. La hermana Boniface es una experta forense recluida en el pueblo de Great Slaughter (desde aquí empiezan los chistoretes, desde aquí se demuestra la maestría del wit británico). De vez en cuando, la adusta madre superiora le permite escaparse del convento para resolver enigmas al lado de un inspector no tan inteligente como ella. A la monja y a dicho inspector se les une un policía novato recién llegado de Bermudas. Sin exagerar, la serie es una gloria. Poco importa que sea un spin-off de la del padre Brown (la cual, dicho sea de paso, nunca he visto). Aunque improbable, la incursión de un personaje de raza negra sí se encuentra justificada. Los episodios son bastante cortos. Lúdica, anacrónica y con el balance perfecto entre misterio y humor, logra entretener de una forma sana. Solamente he visto una temporada, la que han transmitido por el canal argentino Film&Arts, y ya anticipo la segunda.
Parece que sí. Que el género sigue vivito y coleando y al final de este largo texto en dos partes me planteo una pregunta: ¿y si hablara del whodunnit en las series en clave descaradamente cómica? No sé. Como que ya no me quedan muchas fuerzas para, aparte de todo lo anterior, abordar eso.
(¿Continuará?)