Breve comentario sobre (aquel)los que se quedan

Ya lo confesé antes en esta bitácora. Siento debilidad por ciertos hilos narrativos, ciertos temas dentro de la ficción. Por ejemplo, las vidas de escritores o los aspirantes a serlo (véase esta reseña de El trabajo de mis sueños). A veces, docentes en colegios muy exclusivos (Los mejores años de Miss Brodie). Esto último quizás porque nunca me ha tocado ni me tocará jamás ser docente en una institución harto exclusiva en la que se le pueda exigir el máximo a los alumnos hasta dejarlos traumatizados de por vida. Por esta razón, cuando llega a mis manos el DVD de Los que se quedan (The Holdovers, 2023), no puedo resistir la tentación de verla.
Estamos en un colegio muy exclusivo de Massachusetts durante los años 70 y, en específico, ya cercanos a la celebración de la Navidad. Alexander Payne, el director de la cinta, se encarga de situarnos haciendo guiños a dicha época setentera a lo largo de la secuencia de los créditos iniciales. Desde entonces, uno podría decirse que ya no hacen películas como ésta. Lo mismo afirmó Mark Kermode en su comentario sobre Los que se quedan hace unas semanas en el pódcast que comparte con Simon Mayo. No, ya no hay películas que se tarden tantos minutos en la secuencia de los créditos iniciales. Ni que agreguen (con efectos especiales, claro) los raspones del celuloide que, con cada proyección, se degradaba cada vez más. Hay de anzuelos de nostalgia a anzuelos de nostalgia y éste no le sale nada mal a Payne.
Los que se quedan se centra en 3 personas asociadas desde diferentes niveles a la institución educativa de nombre Academia Barton. En primer lugar, se encuentra Paul Hunham (Giamatti), un profesor exigente, alcohólico y ajado que enseña civilizaciones antiguas. En segundo, Mary Lamb (Da’Vine Joy Randolph), la administradora de la cocina, quien acaba de sufrir la muerte de su hijo único en la guerra de Vietnam. En tercero, Angus Tully (Dominic Sessa), un alumno larguirucho y rebelde al que su madre abandona en el colegio para poderse ir de luna de miel con su flamante marido y, a la vez, padrastro del joven.
La razón por la que me empieza gustar la película es evidente. Siento una envidia colosal cuando el Bizco, como es apodado el profesor Hunham por sus alumnos, entra al aula silbando “La cabalgata de las valquirias” y va dejando caer los exámenes sobre los pupitres de sus alumnos mostrando en la carátula las calificaciones más bajas. Y sí, me digo, cómo me gustaría ser como ese profesor. Y sí, me río. De igual forma, me río a lo largo de las más de horas de duración de la cinta. Como comedia, en su repertorio loable de sarcasmos, situaciones chuscas y humor mordaz, Los que se quedan resulta en suma efectiva. No recuerdo haberme reído así con, por ejemplo, Barbie.
Los tres personajes se verán obligados a quedarse en el colegio durante las vacaciones de Navidad. De esperarse es que, durante la convivencia forzada, aprendan unos de otros y surja una complicidad entre ellos que no se habría dado en diferentes circunstancias. Tanto así que (para aquellos lectores que no hayan visto el film, preferible es que se salten los siguentes renglones hasta el párrafo que viene a continuación porque está lleno de lo que se suele llamar spoilers), cuando Hunham lleva a cabo el sacrificio máximo para salvar a Angus de ir a una escuela militar (y quizás, como el hijo de Mary, terminar muerto en Vietnam), el golpe resulta mucho más duro. Al fin y al cabo, en un mundo de amargura, nada podría haber mantenido juntos a estos personajes. Tampoco podría haber un final feliz para el profesor Hunham.
A causa de su final agridulce, alguno podría compararla con La sociedad de los poetas muertos. Sin embargo, aquélla era capaz de causarle un coma diabético al más sano por sus altos niveles de cursilería. Los que se quedan, para cuando llega el desenlace, ha desplegado las suficientes dosis de malicia para que cualquier espectador no tan manipulable se deje manipular por la emoción de los últimos minutos y hasta se permita verter alguna lagrimilla. Para terminar, ni siquiera sé a qué premios del monigote dorado esté nominada. Solo que actualmente se está exhibiendo en salas de cines comerciales en Torreón y que Paul Giamatti de nuevo demuestra ser un monstruo de la actuación. Con ojo virulo y todo. La dupla Payne-Giamatti debería conservarse durante muchos proyectos más.
Los que se quedan (The Holdovers, 2023). Dirigida por Alexander Payne. Producida por Bill Block y David Hemingson. Protagonizada por Paul Giamatti, Da’Vine Joy Randolph y Dominic Sessa.