Dos cineastas quebequenses en Hollywood

Un fenómeno muy extraño de nacionalismo se da cuando un realizador no nacido en Estados Unidos (o en cualquier otro país anglosajón) comienza a hacer cine en Hollywood. Más cuando atrae la atención de la crítica y, mejor aún, de los premios más cacareados por esta industria. Fenómeno nada nuevo en México con los casos de Alejandro González Iñárritu, Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón allá a principios de 2007. Aquí en Quebec y en especial este año ocurre algo similar con los cineastas Denis Villeneuve y Jean-Marc Vallée. Tanto así que algunos opinadores fílmicos se han sumado al coro y ya auguran sendas nominaciones al Óscar por la labor detrás de la cámara.


Denis Villeneuve alcanzó los favores de Hollywood tal vez más rápido que su colega. Luego de Polytechnique —una película demasiado cercana en temática a Elefante de Gus Van Sant como para llamar la atención fuera de Quebec— aparece Incendios (o La mujer que cantaba), cinta que le vale una nominación al Óscar de mejor largometraje en lengua extranjera en 2011. Y así Villeneuve accede a presupuestos mayores y a repartos que incluyen estrellas ya puestas en el pedestal de Hollywood. Para muestra un botón: Prisoners (o, como se le ha titulado torpemente en México, Intriga). En este crédito Keller Dover (Hugh Jackman) es el típico gringo religioso y paranoico que comanda una familia y dice estar preparado para todo (léase, ataques terroristas o catástrofes de la naturaleza). Sin embargo, su hija y la de la una pareja vecina desaparecen durante la celebración del día de Acción de Gracias. A pesar de las promesas del detective Loki (Jake Gyllenhaal), Dover recurrirá a métodos muy poco ortodoxos e incluso fuera de la ley para hallar al culpable del secuestro de su hija.
Villeneuve —a través de la excelente fotografía de Roger Deakins— plantea un thriller sobrecogedor y atractivo. Hasta el cansancio se han halagado las actuaciones de los dos protagonistas así como del reparto que los acompaña: Viola Davis, Maria Bello, Paul Dano, Melissa Leo y Terrence Howard. Sin embargo, tomando como ejemplo a Gyllenhaal, dudo que el esfuerzo histriónico se resuma en parpadear hasta el absurdo para mostrarnos a los espectadores la intensidad de la auto-tortura psicológica que vive su personaje. Pero la relación director-actor semeja haberse convertido en luna de miel pues Villeneuve aprovecha la presencia de Gyllenhaal para un siguiente proyecto inmediato, aunque de menor presupuesto y metraje: Enemy (2013). Siendo el planteamiento de Prisoners tan excelente —tanto como para mantener la tensión a lo largo de una cinta que sobrepasa las dos horas habituales— el desenlace inverosímil, convencional y sacado quizás de la peor novela de detectives decepciona en la misma proporción. A pesar de esto, Villeneuve parece fiel a uno de sus temas preferidos: el de hallar la sinrazón de la violencia desbocada en los lugares o en las personas menos plausibles. Ya sea en una universidad de Quebec, en la lectura de un testamento o, tratándose de Prisoners, en un padre de familia desquiciado y dispuesto a todo. Mención aparte merece el pésimo título dado en México que antes de entrar al cine nos adelanta que hay una intriga en la historia. Tan estúpido como el de aquel remake de una película israelí con Helen Mirren donde se les anunciaba a los espectadores que había una mentira por descubrir. Lo peor que se puede hacer con un thriller es vender trama.


Por otro lado, la carrera hollywoodense de Vallée tarda un poco en despegar. Luego de una serie de créditos que tal vez él mismo quisiera borrar de su currículum, el gran éxito de Vallée filmado en Montreal fue C.R.A.Z.Y. (2005) y, gracias a su trascendencia fuera de las fronteras de Canadá, a esta película siguió un título ya en inglés y bajo la producción de Martin Scorsese: La reina joven (2009). Vallée no se olvida de su tierra natal y regresa con Café de Flore (2011) teniendo resultados bastante decepcionantes. Ahora con Dallas Buyers Club (2013) tal vez Vallée se convierta en el artífice para que ocurra algo que hace años habría sido una mala broma: que el actor Matthew McConaughey obtenga su primera nominación al premio Óscar. También fiel a sus temas y tal como lo hiciera en C.R.A.Z.Y. Vallée se centra en una historia donde la empatía y la tolerancia resultan muy importantes. En el contexto de la mitad de los años ochenta y en Dallas un electricista y aficionado al rodeo muy macho llamado Ron Woodroof descubre que tiene SIDA. En el contexto histórico y a pesar de su heterosexualidad empieza a resentir los acosos de la homofobia y, peor aún, la falta de medicamentos para paliar la enfermedad. Los doctores —entre ellos una compasiva Eve Saks (Jennifer Garner)— le pronostican un mes de vida. Dentro del hospital Ron conoce a Rayon (Jared Leto), un transexual con el que más tarde se asociará para distribuir medicamentos no aprobados por el gobierno estadounidense para combatir los síntomas de la enfermedad. El mes pronosticado por los doctores se irá prolongando indefinidamente y a lo largo de ese tiempo hurtado a la caprichosa fortuna el protagonista aprenderá a deshacerse de prejuicios y, sobre todo, a darles una esperanza de vida a otros afectados por la pandemia.
El trasfondo social de Dallas Buyers Club la hace para mí una película más valiosa que Intriga, mero entretenimiento sí, aunque de buena calidad. Triste que tengan que pasar treinta años para que Hollywood denuncie la homofobia y la abulia del moralista gobierno estadounidense de la época ante el avance de la enfermedad. En Dallas Buyers Club McConaughey sigue la receta para obtener el codiciado premio de Hollywood: bajar de peso hasta quedar en los huesos, vivir en la piel de su personaje (o el pellejo, en este caso) una serie de acontecimientos que conmueven hasta la médula y, quizás el ingrediente más importante, convertirse en un antihéroe cuya redención transforma aunque sea un poquito su injusta sociedad. Para obtener la meta deseada, por supuesto, se debe preparar el camino y el actor texano ya lo ha hecho con créditos como Killer Joe, The Paperboy y Mud. Y es cierto: McConaughey sorprende una vez más con una actuación contundente que en momentos hace olvidar casi por completo su vergonzoso pasado como protagonista de vacuas comedias románticas. Aunque el trabajo histriónico de Jared Leto por poco termina opacando al del protagonista. Para alivio de McConaughey el papel de Rayon no es más que uno secundario.
Aunque dentro de Quebec los medios y los agoreros del Óscar estén confiados en al menos una nominación para alguno de estos dos directores quebequenses es indudable que lo más destacado de sus películas son las actuaciones. A pesar del orgullo cultural de una francófona nación de facto lo más probable es que Cuarón con su Gravedad desplace entre los directores a cualquier otro nombre extranjero. Y lo anterior no es nacionalismo. Sino sólo un intento patético de entrar al club de los agoreros.

Intriga (Prisoners, 2013). Dirigida por Denis Villeneuve. Producida por Kira Davis et al. Protagonizada por Hugh Jackman y Jake Gyllenhaal.

Dallas Buyers Club (2013). Dirigida por Jean-Marc Vallée. Producida por Robbie Brenner. Protagonizada por Matthew McConaughey, Jennifer Garner y Jared Leto.