El rostro negro

Aquí va la última reseña de la XXXVIII Muestra Internacional de Cine que en Torreón se llevó a cabo a principios de 2002. En aquel entonces la Universidad Iberoamericana traía dicha muestra a La Laguna con la colaboración de Cinépolis. En las últimas ediciones, por alguna razón que desconozco, la UIA sigue haciendo esta labor de difusión cinematográfica aunque sin el respaldo de la mencionada distribuidora. Por lo que las películas se han estado exhibiendo en la universidad. Misterio. En fin, aquí va entonces el texto:

Desde la unificación de los reinos de la península ibérica, su territorio ha vivido guerras intestinas en las que sólo ha conseguido desangrarse. Ya sean moros contra católicos, católicos contra judíos, conservadores contra liberales o franquistas contra republicanos; en ellas ha cundido la muerte sin sentido. Al presentar la falacia de esas masacres entre hermanos se devela el motivo más destacable en Silencio roto (2001) de Montxo Armendáriz.
Durante 1944, años después del final de la Guerra Civil, Lucía (Lucía Jiménez) regresa a su pueblo natal en Navarra para ayudar en la tienda de su tía Teresa (Mercedes Sampietro). Cosme (Pepo Oliva), su tío, es un inválido y delator franquista responsable del encarcelamiento de algunos republicanos. El retorno le da a Lucía la oportunidad de reencontrarse con viejos amigos: Lola (María Botto), don Hilario (Álvaro de Luna) y, sobre todo, Manuel (Juan Diego Botto), el herrero. Esta familia, pronto se enterará, está involucrada con una guerrilla antifranquista que se oculta en los montes. En Manuel, Lucía encontrará el amor. Pero sus idilios durarán poco cuando él deba huir y unirse a la guerrilla. Entonces el pueblo estará dividido entre conspiradores y delatores.
De España en su historia se dice que posee dos rostros. Uno negro, represivo e inquisitorial. Otro transparente, humano y libre. El rostro negro lo enfrenta Lucía con los horrores a su alrededor. El transparente, con el amor de Manuel. A Armendáriz parece importarle más la denuncia del primero pues ha rodado un largometraje de alta intensidad donde las reflexiones sobre la guerra y sus nefandas consecuencias se suceden una detrás de otra. En Lucía se encarnarán varias perspectivas y, con ellas, sus cuestionamientos. ¿De qué le sirven a la guerrilla sus ideales si se comporta de forma tan sanguinaria como la Guardia Civil? ¿Para qué seguir luchando cuando la causa está perdida y no se cuenta con el apoyo de las naciones opositoras a Franco? ¿Deben por eso conformarse ante la opresión como lo hace Sole, la esposa del cabo? ¿Sólo queda la huída a Francia?
Los rencores y la mezquindad convierten al pueblo de Lucía en un lugar desolado y, más tarde, en un cementerio. Todo para mantener la ilusión de la estabilidad franquista. Los elementos constituyentes de la película embonan siempre en función del aspecto social y de la crítica histórica que están cercanas al realizador: Montxo Armendáriz nació en Navarra. Así, nunca se pierde la intencionalidad del relato en medias tintas o tramas secundarias. De hecho, hasta la relación de Lucía y Manuel se torna opaca por el estado de sitio del pueblo y la fútil esperanza de la guerrilla en los montes. Con Silencio roto —cuyo título es autoreferencial porque sólo con este filme se rompe el silencio de los “maquis”— Armendáriz le arranca la careta al rostro negro de España para no olvidarlo y no volverlo a ver nunca más.

El avance: http://www.youtube.com/watch?v=-KX6dI3VAfU