Joyas que vi de chiquillo (IV)

Suspendí esta sección nostálgica del blog hace un año a causa de mi trabajo como profe de tiempo completo. La retomo sin saber exactamente si la podré continuar durante el año escolar 2012-2013 que comenzará a finales de agosto. Ya veremos entonces qué tan cargado viene. Por lo pronto les recuerdo que las tres joyas anteriores han sido Muerte en el Expreso de Oriente (1974), Amadeus (1984) y Los mejores años de Miss Brodie (1969). La otra cara, la de las porquerías incluyó Flores en el ático (1987), El club de los cinco (1985), Candleshoe (1977), Ojos en el bosque (1980) y Feliz cumpleaños para mí (1981). A continuación dejo el comentario sobre la cuarta joya que vi de chiquillo: El hombre elefante de David Lynch.

Calculo que tendría alrededor de siete u ocho años cuando mi padre llevó a la casa el videodisco RCA de la cinta El hombre elefante (The Elephant Man, 1980) de David Lynch. Ni antes ni muchos años después de verlo supe quién era el realizador estadounidense. Eso vendría tiempo más tarde con la serie de televisión Twin Peaks. Pero sí me enteré de quién era el hombre elefante del título. Y mi sentido de lo grotesco, imagino, se fue refinando pasando del horror a la familiaridad. Al menos, de eso estoy convencido ahora, casi tres décadas después. Porque ¿cómo no sentir horror ante el rostro lleno de protuberancias asimétricas de John Merrick (John Hurt; sí, otra vez John Hurt luego de que le estallara el estómago con el monstruo de Alien)? ¿Cómo no taparse los ojos ante el torcido cuerpo de ese hombre? Poca conciencia me quedó de quiénes eran los creadores detrás de la cámara de este filme en blanco y negro. Ni siquiera delineé en mi mente las caras de los actores que intervenían al lado de Hurt, siempre cubierto de pesado maquillaje. Ellos importaban poca cosa pues todo —absolutamente todo— era eclipsado por la monstruosidad física de John Merrick.
Basado en un par de fuentes —una de ellas, las memorias del doctor Frederick Treves— David Lynch filma en Londres varios episodios de la vida de Joseph (“John” en las memorias del doctor) Merrick, conocido en su época como “El hombre elefante”. Lo anterior bajo el auspicio de Mel Brooks, convencido de apoyar al inusual cineasta después de ver su ópera prima Eraserhead (o en castellano Cabeza borradora). Parecería que Lynch, tras el surreal primer crédito, iba a seguir un camino mucho más convencional. Sin embargo, la primera escena se erige como Lynch puro: una secuencia onírica iniciada con los ojos de la madre donde esta mujer es atacada por un elefante y al final del humo blanco surge el chillido de un bebé. Así —en aquella época victoriana en que cualquier función corporal se ocultaba— se explican tan poco científicamente las deformidades del hijo de dicha mujer. De inmediato pasamos a la realidad del circo, a los espectáculos de fenómenos y abortos de la naturaleza tan en boga en aquella época, a los recovecos londinenses tan bien retratados por Dickens. Por el mencionado mundo carnavalesco de payasos, mujeres barbudas, enanos e hijos del pecado original deambula el doctor Frederick Treves (Anthony Hopkins todavía con pelo) y es aquí donde descubre al monstruoso John Merrick (John Hurt cubierto por un maquillaje que tardaba horas enteras en ser aplicado). Luego de llevarlo y exhibirlo en una reunión de patólogos londinenses como si se tratase de animal de única especie, lo devuelve a su captor y en cierta forma padrote Bytes (Freddie Jones). Por el contexto social antes descrito hay quien podría ver El hombre elefante como un antecedente de Venus negra (2010) de Abdellatif Kechiche. No me desvío. Continúo. Sin embargo, una vez dándose cuenta de que no se halla ante un idiota, el doctor decide traerlo de vuelta al hospital para curarlo de una golpiza y luego para darle una vida más digna. Tanto la generosidad de Treves como la inteligencia de Merrick irán convenciendo a otros personajes de su valía como ser humano: el señor Carr Gom (John Gielgud), director del hospital, así como la jefa de enfermeras, la señora Mothershead (Wendy Hiller). Pero es finalmente la maternal aprobación de la famosa actriz del teatro, la señora Kendal (Anne Bancroft) lo que complementa la vida de Merrick con la apreciación de una de las bellas artes. A pesar de ello, quienes desean enriquecerse explotando la curiosidad de la gente ante la repulsión causada por las deformidades de Merrick no lo dejarán en paz.
En un análisis superficial cualquiera concluiría que David Lynch ha roto con su crédito precedente. Pero escrutando El hombre elefante a la luz del resto de la carrera del director, Eraserhead (1977) todavía está muy presente no sólo por lo monocromático de las imágenes sino también por la ansiedad ante la venida de un engendro deforme al mundo. ¿No hay algo del hombre elefante en el bebé de Eraserhead? O más bien al revés. Las máquinas que exhalan vapor se hallan tan cómodas en la época victoriana como en el universo pesadillesco de Henry Spencer o incluso, si miramos hacia adelante en la filmografía del cineasta, en el Littleton de Jeffrey en Terciopelo azul (1986). Y el cuadro del niño que duerme, ¿no es para John Merrick un remanso similar a ese otro cuadro observado por la legendaria Laura Palmer en la precuela de la serie Twin Peaks subtitulada Fire Walked with Me (1992)?
Aunque el tan criticado sentimentalismo de la película me importaba muy poco cuando tenía ocho años, éste se halla presente con una intensidad similar a la de Una historia sencilla (1999). ¿Y cómo habría de haberme importando el lado emocional de la cinta si en aquel entonces no entendía bien el inglés y por supuesto que la ya superada tecnología del videodisco RCA no daba para almacenar subtítulos en español? Pero es verdad que varias escenas de El hombre elefante se han quedado en mis recuerdos, grabadas hasta lo más profundo por el terror que en aquella lejanía me causaban: la primera llegada de Merrick al hospital donde Wendy Hiller —antes, muchos años después de que fuera Eliza Doolittle en Pigmalión (1938) al lado de Leslie Howard— golpea sus nudillos contra el mostrador para llamar la atención de quien —en aquel momento de la cinta y oculto bajo una tela que sólo deja ver su ojo— parece, además de deforme, retrasado mental; la primera vez que como espectadores vemos a John Merrick y con el mismo horror de la enfermera que le lleva el plato de avena reaccionamos ante su apariencia; las de los abusones liderados por el guardia de noche una vez que Merrick se convierte en el bebé al cual todos en el hospital y algunos fuera de él anhelan proteger; y la clásica (la magistral) donde acosado por una turba morbosa en la estación de tren grita “¡No soy un animal!” Tan sólo por esta serie de impresiones El hombre elefante siempre será para mí otra joya más que vi de chiquillo.

El hombre elefante (The Elephant Man, 1980). Dirigida por David Lynch. Producida por Jonathan Sanger. Protagonizada por John Hurt, Anthony Hopkins, Anne Bancroft, John Gielgud y Wendy Hiller.

El avance: http://www.youtube.com/watch?v=ye4YTZOq2fk