Donde la desconfianza entre los hombres reina suprema


Ayer se acaba de estrenar en la capital mexicana una cinta bastante importante del cine británico. Fue producida en el 2011. Es la primera de tres. Se estrenó bajo el desmemoriado y simplón título de El espía que sabía demasiado. Desmemoriado sobre todo porque ignora por completo (o pretende hacernos ignorar) dos cintas de Hitchcock con un título casi idéntico. Además, ¿qué necesidad llamándose el libro de donde se origina El topo? Tinker Tailor Soldier Spy (2011) de Tomas Alfredson está basada en una novela de John le Carré que ya había sido adaptada en los setenta —aunque en ese entonces a formato televisivo. Es también un thriller de espías de lo más clásico. A su carácter clásico hago alusión porque no hay golpes ni patadas de karateca ni explosivos ocultos en el diminuto mecanismo de un reloj ni mujeres esculturales. Aquí sí hay cierta verosimilitud. Quienes se regodean en los motivos recurrentes del género —los que desde los años sesenta con Casino Royale (la de David Niven y Peter Sellers, no confundir con la de Daniel Craig) ya habían sido satirizados hasta el hartazgo— terminarán en suma desilusionados con este ejercicio de contención por parte del cineasta sueco. Aquí, mucho más trascendentes que los efectos especiales, el erotismo barato o la pirotecnia, son la psicología de los personajes y, por encima de ella, su punto débil.
A mitad de la cinta en cuestión, su protagonista George Smiley cuenta una historia sobre cómo hace muchos años trató de convencer a un agente soviético para que cambiara de bando y se uniera al de “Occidente”. Recreando aquella conversación, mirando directamente a la cámara, admite que los espías no son muy diferentes unos de los otros pues siempre buscan la debilidad del rival desde su campo de batalla para doblegarlo. Y es que a diferencia de cómo se nos ha mostrado a la mayoría de los espías (piénsese sobre todo en Bond), los de John le Carré aparecen aquí creíblemente vulnerables. Esto es, humanos. Más de uno de estos hombres se quedará con la boca abierta ante los vuelcos del destino. Otros, se romperán en llanto. Todo el catálogo de espías está de cierta forma incluido. Desde quien se ve engañado por su esposa pasando por el que desea salvar a una bella informante soviética atrapada entre los dos campos de batalla hasta culminar con quien grita desesperado frente al avión que lo llevará de regreso a su país de origen: “¡Soy leal, soy leal!”
Tinker Tailor Soldier Spy (de ahora en adelante TTSS) abre cuando alguien llama a una puerta. Un hombre ya mayor abre y pregunta al otro si alguien lo ha seguido. La respuesta es negativa. “No confíes en nadie”, eso le dice Control (John Hurt) a Jim Prideaux (Mark Strong) en este típico comienzo y al enviarle en una misión a Hungría. Sí, ya se sabe, es el lugar común. Pero no deja de convertirse en una advertencia dirigida también hacia el espectador. El director sueco Tomas Alfredson tiene el tino de reunir (y dirigir con la maestría de un veterano) un reparto masculino del cine británico cuyo desempeño pocas veces se ha visto, en mi opinión, sobre la pantalla grande. Si tanto se ha halagado en el bando de Hollywood al reparto femenino de The Help (o Historias cruzadas), ¿por qué no habría de hacerse lo mismo en Inglaterra con el de TTSS? Aquí, sin embargo, no habrá solidaridad entre los personajes sino pura sospecha de traición. La hilera de los sospechosos estará encabezada por Gary Oldman. Lo anterior a pesar de que los imbéciles publicistas para México —o Latinoamérica en general— hayan impuesto a Colin Firth en el primer póster que se dio a conocer como insinuando que la mayoría de los cinéfilos no tienen memoria y que muy apenas se acuerdan de El discurso del rey. En su país de origen sobre el afiche no está otro rostro que el de Oldman y su nominación al Óscar prueba que hasta Hollywood se dio cuenta de que él llevaba el rol principal. Me desvío del tema con tanta queja. El elenco incluye a histriones como John Hurt, Ciarán Hinds, Toby Jones, el mismo Firth, Mark Strong, Tom Hardy y Benedict Cumberbatch. Todos ellos entre los actores británicos más conocidos a nivel internacional.
En colores y tonos más bien sepias (tirándole a grises) y algo desdibujados, la cinta de Alfredson recrea un Londres todavía con las heridas de la Segunda Guerra. El espectador se halla en medio de los años setenta para convertirse en testigo de la decadencia del “Circo”, como los propios agentes denominan al Servicio Secreto. De vez en cuando a esas oficinas alojadas en un impresionante edificio antiguo llegarán noticias de “tesoros” (término para información del más alto nivel). La rivalidad con el bloque enemigo no da señales de apaciguarse como lo prueba la fragmentada escena de la fiesta donde un hombre disfrazado de Lenin anima a los miembros del Servicio Secreto a entonar el himno soviético. Ésta es la Guerra Fría en todo su apogeo. El jefe en la cima de la pirámide, Control (Hurt) se jubila a la fuerza del Servicio Secreto. La misión en Budapest encomendada a Jim Prideaux acaba de salir muy mal. El segundo de a bordo, George Smiley (Oldman) corre con la misma suerte de Control. Pronto se sabrá, por una llamada de un agente (Hardy) vuelto de Estambul, que en lo más alto de la jerarquía del Servicio Secreto se oculta un traidor, un contraespía de los soviéticos, alguien que les ha estado proporcionando información confidencial. Control muere y sólo Smiley podrá indagar en el espinoso asunto —desde la posición privilegiada que le da estar fuera de la organización— para así descubrir la identidad del enemigo. Entre los posibles candidatos aparecen Percy Alleline (Jones), Bill Haydon (Firth), Roy Bland (Ciarán Hinds) y quizás incluso Toby Esterhase (David Dencik). Smiley tendrá que valerse de alguien capaz de proporcionarle información desde adentro: Peter Guillam (Cumberbatch), joven agente que en más de una ocasión será enviado por el viejo al cubil de los leones.
El director de origen sueco Tomas Alfredson se vuelve conocido hace algunos años por Déjame entrar (2008), excelente cinta de horror que muy pronto y sin ninguna distancia histórica fue refriteada por Hollywood (por eso de que son tan analfabetas o quizás tan nacionalistas en Estados Unidos que odian escuchar otro idioma que no sea el suyo y mucho más leer subtítulos). Sí, también el público estadounidense es subestimado por los mercaderes del cine. Alfredson agrega a su carrera un crédito tan sólido como el anterior. Y además se rodea de colaboradores de renombre para darle contundencia a su obra. Si a algún espectador le parecerá que en la secuencia de créditos del inicio está mirando (no por las imágenes sino por la música) una cinta de Pedro Almódovar no estará del todo perdido porque es precisamente Alberto Iglesias (músico de cabecera del manchego) quien se hace cargo de la banda sonora. Quién sabe si fue idea del español incluir en la escena final la canción francesa “La mer” interpretada por otro Iglesias (sí, el Julio tan internacionalmente conocido en los setenta). Por su socarrona ironía, ésta es una genial manera de cerrar un filme donde la desconfianza entre los hombres reina suprema. Alfredson lo hará allí mismo, con Smiley solo en un cuarto insonorizado antes ocupado por la alta jerarquía del Servicio Secreto. Qué mejor imagen (la de un cuarto insonorizado) para una película de espías. Todo se reduce, a final de cuentas, a la pregunta de en dónde reside la lealtad entre quienes podrían haber sido viejos compañeros de la escuela secundaria. El popular —quien sabiendo explotar las debilidades del socialmente inadaptado— logra la complicidad del otro a cambio de un poco de atención: una palmada en la espalda. No digo más o vendo el enigma. Ni siquiera el bloque peliculero al otro lado del Atlántico (el de Hollywood) le pudo escatimar méritos a TTSS. Ahí están las nominaciones a Oldman como mejor actor, a Bridget O’Connor y a Peter Straughan por mejor guión adaptado y, por supuesto, a Alberto Iglesias por la música. La deslumbrante joya sobre espías es apenas el primer estreno en México de tres sólidas producciones salidas de Gran Bretaña. Le seguirán Mi semana con Marilyn de Simon Curtis y, cuando se sepa su fecha de estreno, Shame de Steve McQueen.

El espía que sabía demasiado (Tinker Tailor Soldier Spy, 2011). Dirigida por Tomas Alfredson. Producida por Tim Bevan, Eric Fellner y Robyn Slovo. Protagonizada por Gary Oldman, John Hurt, Toby Jones, Colin Firth, Mark Strong, Ciarán Hinds, Benedict Cumberbatch y Tom Hardy.

El avance: http://www.youtube.com/watch?v=VZza6oDGuyA