Trabajos escolares (VI)


Luego de algunos días de duro trabajo de correcciones por el final de la sesión intensiva de verano en la UQÀM, aquí va un soporífero ensayo más. Aunque a algunas buenas conciencias les parecerá muy escandalosillo por la "controversial" temática. Es sobre un poeta chileno que blande su orientación sexual como grito de batalla. Fue mi ensayo final en el curso "Poesía latinoamericana" durante la sesión de invierno de 1999 en la U de Calgary. Sin más, va el texto:

Depredador(a) y/o mujer fálica en Sodoma mía de Francisco Casas
"te llamo a través de esta línea / la han construido para
nosotros / armar podemos nuestro perverso plan / la
venganza
es nuestro oficio reconstruir / entremos a las catedrales a
violar ángeles como en otro tiempo / formemos las
bandas
e infectemos" (diagonales en el original 14)
Así habla de voz poética de Sodoma mía, colección del escritor chileno Francisco Casas. A lo largo de ella, como en el fragmento anterior, el lector percibe la presencia de una figura reconocida con la cual la cultura occidental ha identificado frecuentemente al hombre gay: la del monstruo fantasmal.
El propósito de este ensayo es no sólo enlazar la sombra del monstruo con otras figuras propuestas –depredador(a), mujer fálica— sino también destacar éstas como instrumentos de lucha en contra de la opresión de la cultura occidental, en sentido amplio, y de la sociedad latinoamericana, en sentido estricto. Se verá además que aunque dichos instrumentos de oposición no son invulnerables, asisten a la voz poética en su búsqueda de identidad, en la reescritura de su historia y en la recuperación de espacios que le han sido vedados.
“Soy homosexual / pierdo el decoro” (diagonales en el original 20). La voz poética se nombra a sí misma. El verbo “ser” en la primera persona apunta hacia su identidad que será revelada en el adjetivo. De inmediato, por el hecho de saberse homosexual, el hablante pierde el “decoro” –decoro como honor o respeto frente a la sociedad. Esta identificación es, por lo tanto, el detonante de las diferentes formas opresivas. La heterosexualidad es la conducta socialmente aceptada y, por lo tanto, la homosexualidad se rechaza. Constituyen ambas orientaciones un binomio donde la segunda es la diferencia, es la otredad de la primera.
Judith Butler, en su artículo “Imitation Gender and Insubordination”, explica de la siguiente manera esta dicotomía: “Hence, if it were not for the notion of the homosexual as copy, there would be no construct of heterosexuality as origin. Heterosexuality here presupposes homosexuality” (22). Sin embargo, a pesar de constituir un elemento necesario del discurso heterosexual, la homosexualidad no puede ser aceptada ni vista ni tolerada.
El hecho de nombrar a otra persona con el vocablo “homosexual” le despoja no sólo del decoro ante la sociedad –entendido aquél como respeto y dignidad—, como nos indica la voz poética, sino también de cualquier otro aspecto constituyente de su persona que no sea el aspecto sexual –familia, trabajo, nacionalidad— remitiendo, por supuesto, a la sodomía, al acto carnal entre personas del mismo sexo.
Lee Edelman, en “Seeing Things”, explica la reacción de rechazo ante el espectáculo del acto carnal entre dos hombres pues es “a scene that cannot be viewed without wounding the non-homosexually identified spectator who is positioned to observe it” (102). El discurso heterosexual, sin embargo, no requiere ser testigo directo del acto para sentir esta herida: basta con identificar a una persona como miembro del otro discurso para, de cierta forma, imaginar el acto.
En ocasiones, según D. A. Miller en “Anal Rope”, la homosexualidad puede ser tolerada. Pero “only on condition that it be kept out of sight” (123). Una renuente aceptación viene, por parte de la sociedad, cuando al monstruo que transgrede las normas y los convencionalismos se le vuelve invisible y fantasmal. Es decir, cuando el espectáculo de la sodomía, que se extiende a cada aspecto de la persona homosexual, es ocultado por completo. Es el “aquí no pasa nada” aplicado a la orientación sexual.
Sin embargo, en el caso de Sodoma mía, el fantasma se rebela de tal forma que presenta una amenaza destructora frente a los convencionalismos de esta sociedad que lo condena a la invisibilidad y, claro, a la innominabilidad. Tras identificarse (nombrarse) y perder el decoro, la voz poética habla: “No soy solo / la corro pensando en tus hijos / los jóvenes años / conozco la ciudad y sus escuelas / No soy solo / Prefiero los niños ricos son más corrompibles” (20).
Contra la actitud opresiva de la cultura occidental, la voz poética se convierte en depredador. Ataca, entonces, lo más vulnerable y protegido del sistema: los hijos de la burguesía, los más “corrompibles”. El término “depredador” resulta incompleto pues en diversas ocasiones la voz cae en la ambigüedad y se vuelve andrógina. Por lo tanto, podríamos describirla como depredador(a) en acercamiento a otra figura con la que se ha identificado al hombre homosexual: el vampiro.
En su estudio sobre la famosa novela de Bram Stoker titulado “Undead”, Ellis Hanson habla así del vampiro: “To comprehend the vampire is to recognize that abjected space that gay men are obliged to inhabit; that space unspeakable or unnameable” (325). Los actos depredadores de la voz poética nos remiten a este esfuerzo de la hegemonía de perdurar el tabú silencioso del homosexualismo descrito en diversas ocasiones como “the love that dares not speak its name”. Su agresividad tanto en las imágenes manejadas como en el texto podrían compararse con un grito de protesta.
El grito, la voz, el canto y otras formas de oralidad cobran una gran importancia en los poemas de Sodoma mía. Ya lo indicó Wayne Koestenbaum con “The Queen’s Throat” al decir: “contemporary gay subcultures have equated vociferousness with the refusal to remain closeted” (205). Contra la noción del silencio impuesto y del armario se erige en esta serie de poemas un aullido feroz que se resiste a ser oprimido.
Es necesario, empero, retornar a la androginia de este(a) depredador(a). Cuando en principio la voz ya se había identificado con el género masculino –“No soy solo”—, en ese mismo poema se identificará con el género femenino:
"vivo de los traumas / adoro los siquiatras que
enloquecen muchachos para mí
enlodarlos con mi guante de matrona
revolución del barro dice la maldición
de esta diva que canta" (diagonales en el original 20).
Como lo indica Soledad Bianchi en la introducción de Sodoma mía (10), en estos poemas las personas gramaticales y los pronombres cambian sin cesar. La voz poética, además de cuestionar la heterosexualidad como norma, transgrede el binomio masculino/femenino y vaga de un extremo a otro según sus intereses de lucha contra la represión. Veremos ahora que esta lucha también está dirigida no sólo hacia la cultura occidental, sino también hacia la sociedad latinoamericana en la que predomina el machismo.
En El laberinto de la soledad, Octavio Paz nos habla precisamente del machismo y de la imagen de la mujer en conceptos que bien podrían aplicarse a la sociedad desde la que habla la voz poética, la sociedad de Santiago en Chile:
"the image of the mala mujer –the “bad woman”— is almost always accompanied by the idea of aggressive activity . . . The mala is hard and impious and independent like the macho. In her own way she also transcends her physiological weakness and closes herself off from the world." (39)
Quien habla en estos poemas fragmentados de Sodoma mía se convierte, además de depredador(a), en una “mala” mujer, en una especie de mujer fálica cuestionando de nuevo la concepción tradicional de los sexos (hombre/mujer) y de los límites que entre uno y otro existen, productos de una imposición externa. No en balde el/la hablante afirma: “viciado espero la transfiguración / encelado destino de puerca” (diagonales en el original 27).
Carole-Anne Tyler (1), al analizar diferentes aspectos de la homosexualidad masculina en “Boys Will Be Girls”, habla así de esta imagen de la mujer fálica con la que ya han sido identificados el transvestido y el transexual:
"Thus, in one pornographic publication, Drag Queens, Lola, ‘tall, dark and hung,’ and Pasha, ‘the Polynesian Bombshell,’ are consistently described and imaged as phallic women . . . Represented as active, masterful, and complete, Lola is obviously the phallic woman." (43-44)
La mujer fálica y la “mala” mujer de la que habla Paz se identifican, pues no debemos confundir el concepto de falo con el de pene. En este último caso, caeríamos en el error de afirmar que el transexual en ningún momento puede ser mujer fálica. Las dos mujeres –si es que es posible distinguirlas— son independientes, agresivas y, como se percibe en la voz poética de Sodoma mía, activa en el cortejo. No en balde los nombres de Greta Garbo, Marlene Dietrich y Marilyn Monroe son aludidos en la colección. El poema ya citado donde el/la hablante se identifica como homosexual termina diciendo: “SOY LA GRAN PUTA / LA TELERAÑA” (20). La mujer fálica atrapa al hombre en su telaraña y, para utilizar un lugar común, lo devora. A la apariencia femenina, por lo tanto, se le atribuye fuerza y poder.
La mujer fálica decide abrirse o cerrarse al contacto carnal. En estos dos fragmentos se hallan los dos lados de su voluntad. Aquí, la apertura: “buscando óvulos en ella / que abre su ano fauce de loba / hambrienta” (31). Y, en la siguiente página, el hermetismo: “por aquí no violarás / no usurparás / lo digo serio / ME CERRÉ” (diagonales en el original 32).
Esta apropiación de la mujer fálica se explica sobre todo en el contexto de una sociedad hispánica y, sobre todo, de una sociedad latinoamericana, donde el homosexual es concebido simple y sencillamente como un hombre que quiere ser mujer. Este deseo en sí, constituye un indudable ataque –desde el punto de vista hegemónico— a las entrañas del machismo en el que, por su misoginia, es imposible aceptar el anhelo de convertirse en mujer e imposible tolerar no ya el homosexualismo sino también el transexualismo o el transvestismo dentro de aquél.
La voz poética, por lo tanto, se disfraza en Sodoma mía de depredador(a) –en oposición, en sentido amplio, a la cultura occidental— y de mujer fálica –para oponerse, en sentido más estricto, a la realidad inmediata (la cultura latinoamericana en la que vive). Desde esta perspectiva ambos disfraces, por llamarlos de algún modo, se complementan, coexisten y se refuerzan mutuamente. Así, la voz poética es “Travesti / travestido / fiera de la líbido la Pancha” (diagonales en el original 16).
Sin embargo, existen factores que le restan poder al disfraz doble bajo el cual la voz poética se protege. Surge una amenaza para este(a) depredador(a) –“Que no me sorprenda el cazador” (23)— y para esta mujer que dejará de ser fálica –“dejo caer la mirada de perra triste” (54). La enfermedad, en especial la venérea, y sus efectos forman parte de dichos factores: “escóndeme / que vienen los bastardos con la enfermedad” (diagonales en el original 36). Se muestra, hacia el final del volumen, la estigmatización social que persigue no sólo al hombre homosexual sino también al que enferma de sífilis o porta el virus del SIDA. Casas recrea en sus poesías la constante intromisión de los médicos, la reacción de la sociedad ante la persona infectada y la inminencia de la muerte al contraer la enfermedad.
De un tono agresivo y festivamente vengativo contra la sociedad represora se viaja a uno sombrío y lúgubre donde de nuevo surge la sombra del monstruo decadente, ahora condenado a una muerte temprana:
"/ Construían el edificio con nosotros dentro / La ciu-
de los apestados dijeron, conformes alguien en la sala de
espera informó del exámen a los portadores, y vino el
suero en
sus envases desechables, las hipodérmicas, los
kilómetros de vendas esterilizadas que tapearon los
estigmas agusanados de
todos los maricas de la Babilonia recién destruida"
(diagonales en el original 60)
Thomas Yingling (2), con su ensayo “AIDS in America”, destaca un punto importante sobre la función del SIDA para la sociedad: “one of the vigorously recurring allegories grafted onto AIDS has been its use as a mechanism for policing same-sex desire . . . AIDS has provided a site for surveillance of the most private bodily practices” (294). En un principio, por el trato dado en los medios al establecer ciertos grupos de “alto riesgo”, la enfermedad es utilizada como un argumento en contra de la homosexualidad.
Casas intenta darle la vuelta al juego. Esa sensación de vigilancia la revierte el poeta al mostrar desgarradamente el efecto de la enfermedad sin estigmas o prejuicios, el efecto final que es el horror de la muerte: “¡¡husmeen su camilla de canceroso, / tuberculoso / DE SIFILÍTICO MUERTO!!” (62). De nuevo, la voz poética, utiliza las armas que se han esgrimido en su contra para defenderse de la opresión y del silencio al que ha sido confinada. En esta lucha, además, reescribirá la historia y acudirá –aunque parezca paradójico— a la religiosidad.
Desde el título de la colección –Sodoma mía— el/la hablante se aboca a esta reescritura de la historia y a cuestionar imágenes culturales ya arraigadas. Un ejemplo obvio es el texto bíblico.
La decadencia del imperio romano en la antigüedad abre paso al cristianismo, cuyas enseñanzas se encuentran en la Biblia. Es en ella, en el libro del Génesis, donde está inscrita la leyenda de Sodoma y Gomorra, de la cual el acto sexual entre personas del mismo sexo toma su innominable nombre:
"No se habían acostado todavía, cuando los hombres de la ciudad, los sodomitas, jóvenes y ancianos, todo el pueblo sin excepción, cercaron la casa. Llamaron a Lot y le dijeron: ‘¿Dónde están esos hombres que han venido a tu casa esta noche? Sácanoslos para que abusemos de ellos’." (32)
En “Legislating the Norm”, Ed Cohen nos habla sobre el término durante el siglo XIX:
"Prior to this dichotomous conceptualization [hetero/homosexual], sexual practices between men were almost universally understood as ‘sodomy’ –a category deriving from canon law that refer exclusively to a particular kind of sexual act whether ‘committed with mankind or beast’." (171)
Más adelante Cohen aclara:
"In this context, ‘sodomy’ did not refer exclusively or even primarily to sexual relations between members of the same sex, but indicated a spectrum of nonprocreative sexual practices." (173)
El autor, sin embargo, no niega el origen religioso de la sanción al acto: “sodomy, like heresy, constituted a transgression against the word/law of God” (ídem). Casas, como la Pancha, reivindica su “estirpe milenaria” y cuestiona esta leyenda: “desde la calle ésta donde relegada estoy por los / perversos ángeles destruidores de nuestra Sodoma” (diagonales en el original 13). No así en la siguiente página donde de víctima se vuelve depredador(a) pues aconseja entrar “a las catedrales a / violar ángeles como en otro tiempo” (14).
De la misma forma que los ángeles se vuelven perversos o que la víctima se muta en depredador(a), un personaje histórico –de importancia para la cultura de Latinoamérica— es transformado: “La popa no fija rumbo / la bandera trapo / carece de símbolo… ¿qué patria? ¿qué / mundo? Colón enloqueció por los / glúteos de sus marineros” (diagonales en el original 28).
La voz poética, cuya identidad se inscribe en el homosexualismo, legitima su posición y al hacerlo recupera los lugares de los que ha sido exiliada por la sociedad. El primer lugar a recuperar, claro, es su ciudad (Sodoma mía). El segundo de estos lugares es la religión.
El/la hablante no sólo grita, aúlle o canta. También ora: “Pero calla que no se enteren / Silencio silencio / Estoy orando espaldas al cielo” (25). Así como transfigura a Colón, así lo hace con los santos: “Un gozo de castigo desde el muro que cuida mi noche / san Sebastián sangre / amarrado Amarra el madero depositor del santo bello marica” (diagonales en el original 53). Ese espacio del que el homosexual ha sido desterrado desde la destrucción de Sodoma lo recupera la voz poética y lo hace propio.
Hay, por otra parte, posiciones contrarias en lo que se refiere a este estridente levantamiento de la palabra para la lucha, la reescritura y la recuperación de espacios. Entre la crítica se ha debatido la necesidad de hondear la bandera del homosexualismo en diferentes manifestaciones artísticas en busca de una liberación social. Ed Cohen (3), en otro artículo suyo titulado “Who Are ‘We’?”, habla de la identidad homosexual de la siguiente manera: “while some would try to constitute ‘identity’ as the ground for claiming larger social inclusion . . . others would use the ‘difference’ as a strategy to interrupt the hegemony of dominant social/sexual arrangements” (73).
Este último caso sería el de Francisco Casas y la voz de sus poemas, una voz que grita, canta, aúlle y hasta ora. Algunos teóricos no estarían de acuerdo con él pues destacan que hondear la bandera del homosexualismo es un acto contraproducente, un acto que ayuda a mantener la dicotomía hetero/homosexual y sigue marcando la diferencia entre una orientación y la otra.
Sin embargo, la voz poética de Sodoma mía habla a través de los disfraces, levanta su voz con autenticidad y rompe el silencio de lo innominable. Con esto, parece dar el primer paso para el quebranto de binomios y diferencias.

Notas
(1) Tyler, además, se refiere a la marginalidad que el homosexual tendiente al comportamiento femenino ha tenido aún dentro del movimiento gay. Así, nos indica que “gay men asserted men did and could love men as men, while lesbians insisted women did and could love women as women” (35). El travestido y el transexual –irónicamente criticados por el movimiento feminista como misóginos— son víctimas de la misoginia dentro de la comunidad gay y son vistos como seres asexuados. Tyler cuestiona esta noción e intenta rescatarlos de esta asexualidad destacando entonces el concepto de mujer fálica como sujeto de deseo sexual. De esta forma, podría decirse, la voz poética de Sodoma mía se encuentra también marginada dentro del movimiento homosexual. Esto, sin embargo, sería materia de otro estudio.
(2) A Yingling no sólo le interesa ahondar en el análisis del SIDA como vigilancia o en su trato por lo medios –ese vértigo que causa, como indica el autor, el cúmulo de información— sino también las consecuencias políticas de la enfermedad enlazadas con la vida privada y cómo lo público invade precisamente el plano privado.
(3) Cohen cuestiona además la unidad del movimiento homosexual al afirmar: “it would seem that any ‘movement’ which predicates itself on an ‘identity’ dooms itself to fragmentation” (85). Como ya lo ha destacado Tyler, el movimiento está poblado de diferencias. Cohen entonces plantea un problema importante con la identidad, aún en el título de su ensayo, y con la identidad como escudo en la lucha contra la opresión. Por ser inacabable y por su variedad, la identidad termina siendo confusa y hasta contradictoria de acuerdo con la opinión del autor.

Bibliografía
- Butler, Judith. “Imitation and Gender Insubordination.” Inside/Out: Lesbian Theories, Gay Theories. Ed. Diana Fuss. New York and London: Routledge, 1991. 13-31.
- Casas, Francisco. Sodoma mía. Santiago: Editorial Cuarto Propio, 1991.
- Cohen, Ed. “Legislating the Norm: From Sodomy to Gross Indecency.” Displacing Homophobia: Gay Male Perspective. Ed. Ronald R. Butters. Durham and London: Duke University Press, 1989. 169-205.
---. “Who Are ‘We’? Gay ‘Identity’ as Political (E)motion (A Theoretical Rumination).” Inside/Out: Lesbian Theories, Gay Theories. Ed. Diana Fuss. New York and London: Routledge, 1991. 71-92.
- Edelman, Lee. “Seeing Things: Representation, the Scene of Surveillance, and the Spectacle of Gay Male Sex.” Inside/Out: Lesbian Theories, Gay Theories. Ed. Diana Fuss. New York and London: Routledge, 1991. 93-116.
- Hanson, Ellis. “Undead.” Inside/Out: Lesbian Theories, Gay Theories. Ed. Diana Fuss. New York and London: Routledge, 1991. 324-40.
- Koestenbaum, Wayne. “The Queen’s Throat: (Homo)sexuality and the Art of Singing.” Inside/Out: Lesbian Theories, Gay Theories. Ed. Diana Fuss. New York and London: Routledge, 1991. 205-34.
- La Biblia. Madrid: Ediciones Paulinas, 1988.
- Miller, D. A. “Anal Rope.” Inside/Out: Lesbian Theories, Gay Theories. Ed. Diana Fuss. New York and London: Routledge, 1991. 119-41.
- Paz, Octavio. The Labyrinth of Solitude. Trans. Lysander Kemp. New York: Grove Press, 1961.
- Tyler, Carole-Anne. “Boys Will Be Girls: The Politics of Gay Drag.” Inside/Out: Lesbian Theories, Gay Theories. Ed. Diana Fuss. New York and London: Routledge, 1991. 32-70.
- Yingling, Thomas. “AIDS in America: Postmodern Governance, Identity and Experience.” Inside/Out: Lesbian Theories, Gay Theories. Ed. Diana Fuss. New York and London: Routledge, 1991. 291-310.