Sala de (mi) arte

Todas las etiquetas son incómodas. A mí me incomoda que me etiqueten de “crítico cinematográfico”. Sin embargo, como esas pobres películas desairadas catalogadas como de "arte", me aguanto. No le niego algo de virtud en el oficio. No hace mucho escuchaba a Mark Kermode explicar cuál era la función del crítico. En pocas palabras, servir como una guía para que los espectadores hagan descubrimientos inesperados. Lanzar, aunque sea unos minutos, el reflector hacia un producto fílmico que podría pasar desapercibido ante la marabunta gritona del cine comercial, la de los superhéroes, refritos, precuelas, secuelas, productos derivados y fútiles ejercicios de nostalgia. A pesar de que mi parte individualista me grita que no lo haga, persisto. Luego de más de 25 años. Por idiota de seguro porque, claro, ni ahora ni nunca me pagarán lo que a Mark Kermode.


Qué determina entonces la clasificación de una cinta de arte. De qué sirve si la etiqueta lo único que logra es alejar a posibles espectadores de esa sala. Para colmo, en un lugar como en el que ahora me encuentro la cadena de cines con “sala de arte” no considera que haya el público suficiente para mandar este tipo de películas a nuestra plaza. Durante el verano son innumerables los films con la bendita etiqueta que nomás no llegan. Checo de nueva cuenta sus próximos estrenos y me topo con el dato de que cierta película proveniente de Francia ha recibido la bendita etiqueta. Según esto, se estrena a nivel “nacional” el 3 de agosto.


¿A quién se le ocurrió la brillante idea? Nada más alejado del cine de arte que Mi primo (Mon cousin, 2020) del neerlandés Jan Kounen. La vi no hace mucho en una escala de mi gira alrededor del mundo para gorrearles la estancia a algunos de mis alumnos en línea. Mon cousin es la historia de un magnate del vino que necesita la firma del primo del título para salvar su empresa. Sin embargo, el célebre primo es un prófugo de una clínica psiquiátrica. Por lo tanto, se dan un número de situaciones jocosas a lo largo del camino, así como otras de orden emotivo. Los roles principales están a cargo de Vincent Lindon y François Damiens. La de Kounen es de esas películas que pone en el centro a un hombre ricachón, tenso y emproblemado. A su vida, viene a irrumpir un personaje “transgresor”, el loco de la familia. A su lado, va a aprender a apreciar lo bonito de la vida. Todo esto con una gracejada tras otra. Por supuesto, hacia el final habrá su momentito lacrimógeno. Sucede en Francia y se habla de vinos. ¿No será más bien una comedia franchouillarde?


¿Alguien me podría explicar qué chingados hace de Mon cousin una película susceptible de exhibirse en la célebre “sala de arte”. ¿Los personajes hablan en un idioma que no es el inglés? ¿Es una película francesa y todo mundo sabe que absolutamente todas las películas francesas son filmes de "arte"? ¿Su director es originario de los Países Bajos? No, Mi primo es de lo más convencional del mundo y no niego que me hizo pasar un buen rato. Sin embargo, sigo perplejo ante la etiqueta que le han puesto para distribuirla en nuestro país. Solamente a quien no le interesa que el gran público sienta mínima curiosidad por esas cintas se le ocurre ponerles la etiqueta de “cine de arte”.