Si Mahoma no va a la
montaña espacial…
Gracias a Netflix será posible analizar Krull a fondo. Yo la vi montones de
veces gracias a la tecnología ya difunta del videodisco. Incluso la imagen que
precede a estas líneas es la de la carátula en ese formato. Krull es la cinta con las locaciones más
diversas, un vestuario que volvería verde de la envidia a Cachirulo, un croma
no muy disímil al de sus programas, pésimo maquillaje para cíclopes y ni
hablemos de los monstruos movidos a través de stop-motion. A Krull le
da el nombre un planeta de apariencia futurista-medieval que está siendo
invadido por una bestia cabezona y hocicuda. Un coro de voces femeninas se
escucha mientras aparece el emblema de diosa triunfante de Columbia Pictures.
Pronto la música se torna celebratoria y la estrella-símbolo del póster surca
los cielos espaciales (si es que hay tal cosa) y cruza frente a los ojos de los
pequeños y azorados espectadores para así darles el título de la película.
Entran los créditos iniciales y aparece una formación rocosa que viaja por el
espacio exterior, mezcla entre nave espacial y montaña. La montaña errante del
espacio exterior aterriza en el planeta Krull cuando la banda sonora ha
cambiado a otra melodía. Esta vez, ominosa. Queda claro que esa montaña
ambulante alberga algo maligno. Un narrador con acento inglés habla de una
bestia y de su fortaleza oscura. Pronto repite las palabras de una antigua
profecía: una princesa elegirá a un príncipe como su consorte y el hijo de
ambos reinará en toda la galaxia trayendo consigo una era de paz y armonía. En
la actualidad, dentro de este género de fantasía medieval planetaria, podríamos
colocar piezas como El señor de los
anillos o El hobbit. Quién sabe
si Peter Jackson vio esta bazofia siendo joven y en cierta medida se inspiró
para mejorar los hoy horrorosos (d)efectos especiales de Krull.
La princesa prometida
y su pelirroja permanente
La princesa de la profecía se halla junto al
balcón de un castillo blanco. Es una mujer pelirroja de cara redonda. Gracias
al cielo en Krull y a pesar de vivir en una especie de Edad Media alterna, ya
se inventaron las permanentes. La princesa habría combinado bien con una
mascota raza poodle. Tal vez no halla perros en Krull para brindarle compañía a
la realeza. Tras un diálogo con el rey, su padre, queda claro que hay un
matrimonio en puerta para la muchacha. Se pretende sellar una alianza con otro
reino casando a la princesa Lyssa (Lysette Anthony) con el príncipe Colwyn.
Pero en esta Edad Media también ya pasó el período romántico y, gracias al
mismo cielo proveedor, Lyssa y Colwyn están muy enamorados. La princesa afirma
sobre el matrimonio: “es mi elección”. Qué alivio al pensar que la damisela sí
se casa por amor y no sólo para sellar una alianza entre reinos. Hasta aquí los
habitantes de Krull hablan como oriundos de las islas británicas. Pronto llega
el héroe Colwyn (Ken Marshall) con su padre y su cortejo. Sin embargo, además
de la espada, blande un acento gringo dispar con quienes lo rodean. Ken
Marshall es el antecedente de Kevin Costner en el Robin Hood (otro príncipe, pero de ladrones) de 1991. El héroe y la
damisela se reúnen. Tras la escena en la que discuten cómo será su vida de
casados, se da el primer beso con la previsible música melosa de fondo.
Wedding Crashers From
Hell
El día de dos soles se difumina ante la noche
de la boda. Nótese el maniqueísmo: no imaginan en el refugio de su castillo
blanco que de la Fortaleza Negra están saliendo armados hasta los dientes (si
es que tienen) los Slayers (o Asesinos en castellano), colados infernales más
indeseables que Owen Wilson y Vince Vaughn. Entre brumas y luz un viejo observa
a los Asesinos a la distancia. No tienen una cara discernible sino una cabeza
hueca, además de visor en forma de trébol y cuellos de armadura puntiagudos.
Mientras se acercan, la ceremonia está en su instante climático. En esta Edad
Media alternativa el fuego planetario no se extingue con el agua y tampoco
quema a quien lo toca. Aquí en lugar de declaración estilo “lo que ha unido…”
los esposos deben pasarse el fuego el uno al otro a través de sus manos. Antes
de que Lyssa pueda pasarle el fuego a Colwyn suena la alarma. Los cabeza-hueca-asesinos
hacen explotar la entrada del castillo y escalan por sus paredes sin ni
siquiera tocarlas. La batalla se da entre espadas y rayos láser. Cuando a un esbirro
le quiebran la cabeza hueca de ahí sale un creatura que recuerda a los aliens
en su versión más pequeña. Los dos reyes, el príncipe y sus ejércitos muy
apenas pueden enfrentarse a los Asesinos. Para ayudar a su padre, el príncipe
en mallitas de colores gris y negro (que, mención aparte, serían la sensación
en un bar léder) se tira de una cuerda con tal habilidad que ni Douglas
Fairbanks ni Tarzán cinematográfico en sus mejores tiempos. Aunque intenta
escaparse, los Asesinos capturan a la princesa (si no, no habría película).
“¡Colwyyyyn!”, grita. Hasta un gallo se echa la muchacha en el tercer intento.
Un rayo láser inoportuno no le permite al héroe rescatar a su damisela y cae inconsciente,
todo posado, al pie de una escalera. Los Asesinos se van llevándose a la muchacha
pelirroja. El vocabulario de estos seres invasores se reduce a un chillido
espeluznante cuando mueren o al uga-uga de éxtasis cuando van en camino hacia
la fortaleza. La trama queda clara. El detonante es el rapto de una princesa.
¿Dónde he visto esto antes?
La comunidad del
Glaive
Tras la boda frustrada y la matanza Ynyr el
anciano (una versión más del viejo sabio como Obi-Wan Kenobi o Gandalf) toma el
emblema del rey y despierta al bello durmiente con un ungüento sanador. La
consigna es asumir el trono y salvar al planeta de la bestia invasora. El joven
héroe al principio hace berrinche y lloriquea. “¡No tengo reino!”, y tal como
le sucediera a su novia se le sale un gallo. Ynyr (Freddie Jones, actor que
interpretara años antes al cancerbero de John Merrick en El hombre elefante de David Lynch) le explica que sólo podrá salvar
al planeta y a la princesa si se faja las mallitas apretadas y mata a la Bestia.
Sólo un arma tan poderosa como el místico Glaive le ayudará en la hazaña. Si ya
historias más antiguas habían agotado todos los tipos de armas —desde el
martillo de Thor o la espada Excalibur de Arturo hasta el anillo de Frodo
pasando por el sable láser de Skywalker— preferible que en Krull sea una
estrella con cinco hojas afiladas que además funciona como un búmeran. Eso sí
emocionará a los chiquilines de los ochenta. Colwyn tendrá que subir una
montaña sagrada tan cabrona que se defiende aventando piedras rodantes a quien
intente subirla. Pero sólo unas cuantas. En sus entrañas correrá un río de lava
de donde el héroe debe sacar el Glaive, lo cual no constituye una empresa tan
laboriosa en este planeta donde el fuego —aunque no se extingue nunca con el agua—
no quema. Colwyn mete la mano como si de un río de mierda se tratara y sin
mucho esfuerzo saca el arma cubierta de lodo prehistórico. Pedazo a pedazo el
lodo caerá para revelar el brillo de esta estrella de cinco picos. Ynyr le
advierte que no debe usarla hasta que llegue el momento preciso. O sea, hasta
que esté frente al enemigo. Se presenta otro obstáculo. La Fortaleza Oscura de
la Bestia es más errante de lo que los espectadores nos imaginábamos al
principio. Tan paranoica resulta que cada día aparece en un lugar diferente.
¿Qué hacer entonces para rescatar a la princesa? Si un viejo sabio no era
suficiente ahora habrá que visitar a un anciano vidente ciego, primo lejano de
Tiresias. Ante demasiada tensión y seriedad se topan junto a un arroyo con un
acompañante gracioso sacado quizás de los pudrideros de los aspirantes a formar
parte del elenco de Monty Python: Ergo, el magnífico. La única habilidad de
este personaje, además de ser medianamente chistoso, es transformarse en
animal. Aunque no lo hace de forma muy exitosa ya que cuando trata de convertir
a Colwyn en un ganso parlante el hechizo se le revira. Transformación, por
cierto, realizada de forma torpe porque, recuérdese bien, todavía no se había perfeccionado
el famoso morphing tan explotado en Terminator 2 (1991). Los tres
aventureros entran a la cueva de los ladrones. Dos hachas lanzadas con pericia
increíble atrapan al pobre Ergo. Entre los 8 o 9 ladrones sólo hay dos bastante
reconocibles: Liam Neeson y Robbie Coltrane (Hagrid en las películas de Harry
Potter). El líder Torquil (Alun Armstrong) será más difícil de reconocer hoy en
día aunque haya interpretado infinidad de papeles segundones. Más recientemente
un mayordomo muy mamón y creído hacia el final de la quinta temporada de la
serie Downton Abbey. Todos estos
ladrones tendrán nombres tan ridículos y olvidables como los de los enanos de El hobbit: Kegan, Rhun, Eirig, Turold,
Nennog. Difícil no caer en la tentación de inventarles otros nombres: Kagan,
Nenote, Tolosio, Gremlin, Tick, Rhum, Stitch, etcétera. No pasan muchos minutos
antes de que se descubra que Colwyn es el nuevo rey. Les ofrece la libertad a
cambio de su fuerza como pequeño ejército. La comunidad del Glaive está casi
ensamblada. Ya sabemos que varios ladrones de este ejército insignificante
morirán durante la aventura. No importa. Ni siquiera me acordaría de sus nombres.
Cíclope, ciego y niño
Mientras tanto la princesa Lyssa deambula por
los recovecos de la Fortaleza Oscura. Luego de dar algunos pasos se halla
atrapada ante el borde de un abismo y dentro del iris de un ojo tan gigante
como falso. Una voz ronca y atemorizante le habla. La bestia oji-roja, bocona,
dientona y de prominente cabeza recuerda en algo a las creaciones de H. R. Giger
(en especial, la más famosa, ésa que “protagonizara” Alien de Ridley Scott cuatro años antes). Le ofrece a Lyssa todo su
poder, gobernar la galaxia entera juntos. Claro, con tal de que olvide a Colwyn
y se depose con ¿él? ¿ella? La veleidosa fortaleza pasa de un paraje montañoso
a uno nevado. Aquí surge la pregunta de si la formación rocosa tiene la
maravillosa capacidad de tele-transportarse, ¿qué necesidad había del viaje
espacial del inicio de la cinta? De vuelta a la comunidad. A lo largo de su
periplo hacia la morada del vidente, Ergo se da cuenta de que un cíclope de
pésimo maquillaje los acecha. No se sabe si el tátara-tátara-tataranieto de
Polifemo es amigo o enemigo. Ante el miedo de Ergo, Ynyr cuenta la leyenda de
los cíclopes, su mito original. Según el sabio, cual ángeles caídos, un grupo
de humanos le dieron su segundo ojo a la Bestia a cambio del don de la
adivinación. Pero la Bestia los traicionó (qué mala suerte que no previeron
eso) y sólo se les concedió el poder de adivinar el día de su muerte. Desde
entonces buscan vengarse de la Bestia. Cruzando un bosque se topan con una gran
piedra. En una secuencia que de nuevo hacia el futuro remite a El señor de los anillos y a la entrada
de la comunidad en la mina de Moria, Ynyr llama a gritos al vidente y éste les
concede traspasar la piedra para entrar en su morada. El vidente ciego se hace
acompañar de un niño —que a diferencia de algunos de los ladrones sabemos que sí
sobrevivirá a la aventura— y un bastón con unas campanillas de sonidos bastante
irritantes. A través de una esmeralda que hace girar y levitar, el anciano
ciego pretende decirles dónde aparecerá la Fortaleza Oscura al siguiente día.
De la esmeralda surge una proyección nada disímil a la de la princesa Leia
saliendo a R2D2 (o Arturito para los cuates mexicanos). Gracias a la proyección
se va armando la fachada de la fortaleza. Pero… ¡oh, desgracia! Una garra estilo
monstruo-de-la-laguna-verde destruye la esmeralda y sopla fuertemente. Quién
sabe por dónde se cuela el viento huracanado de la Bestia que casi hace volar
las barbas postizas de los dos ancianos. Ahora habrá que ir a quién sabe qué
lugar apartado para eludir el poder de la Bestia. Más de un viejo sabio no
aguanta la película y ya sospecho que el vidente cieguito —por aquello de que
los diminutivos suenan menos agresivos— colgará los tenis pronto.
Arenas movedizas y
espantosa visión
A estas alturas de la película se agotan los
escenarios naturales. He visto parajes montañosos, nevados, desérticos y boscosos.
Sólo faltaba el pantano. Ahí van Colwyn y sus amigos. El viejo vidente apenas
camina con su bastón ruidoso. La Bestia les tiene preparada una emboscada. Los
Asesinos emergen del pantano, lanzan rayos láser y cuando son atacados sacan
chispas rojas. El cíclope acosador salva a Ergo y aprovecha para hablar por fin
con él. Todo indica que es amigo y se unirá a la comunidad del Glaive.
Tratándose el escenario artificial de un pantano se vuelve obligatoria la
escena de quien se hunde en arenas movedizas. “¡Estira la mano, ladrón #7!”,
podría exclamar el héroe. Dice otro nombre. Pero es demasiado esfuerzo
recordarlo. El nuevo rey no logra salvarlo. Mientras, la Bestia mañosa
aprovecha para mandar a un doble maligno del vidente. ¿Cómo reconocer al doble?
Fácil: él tiene globos oculares completamente negros y de repente las uñas se
le ponen más largas que las de Niurka Marcos. A pesar de estas obviedades, sólo
los chiquilines en el trance de ver la cinta notarán estas diferencias entre
los dos videntes ciegos. Un primer intento de matar a Colwyn se le frustra al
doble maligno. Más tarde arguye que sólo lo puede acompañar quien busca el
conocimiento. Aquí se da una escena que me aterrorizará en sueños toda la vida.
Colwyn hace de lazarillo al vidente maligno. Éste abre los globos oculares
negros y las uñas le crecen. “¡Aquí está el conocimiento que buscas!”, grita e
intenta enterrarle las uñotas en el cuello. Al menos hay alguien no tan
estúpido en la tropa. El cíclope, a pesar de tener solamente un ojo, descubre
el cadáver del vidente original cuando las arenas movedizas lo escupen —la
carne vieja no ha de saber nada bien— y vuelve corriendo hecho la mocha para
lanzar su tridente y salvarle la vida al héroe. El doble, tras ser alcanzado
por el tridente, lanza el chillido gutural característico de los Asesinos y se
derrite no sin antes darle su rostro un aire al hombre elefante. El duelo del
niño se resuelve en un segundo: “Somos tu familia ahora”. Y Ergo se convierte
en el perro de los zapatos Hush Puppies para consolar al pequeño. Nótese que el
director de esta cinta tiene su corazoncito.
Dobles tentaciones
De vuelta al escenario boscoso. Ynyr sabe de
otra forma para conocer el destino de la Fortaleza Oscura. Haberlo dicho antes.
Sin embargo, parte solo. Una de las muchas esposas de Liam Neeson —con domicilio
cerca del bosque— aparece y trae consigo a varias mujeres para hacerles
compañía a los aventureros. No vayamos a dudar de su hombría. Quién sabe cómo
se comunicó Liam con su mujer. Habrá sido por paloma mensajera, señales de humo
o telepatía. Tal vez haya en esta Edad Media planetaria un medio de
comunicación infalible que haga aparecer a las mujeres de una escena a la otra.
Da igual. Ésta es la hora de las tentaciones paralelas. Una chica que la esposa
de Liam apenas conoce (¡alarma!) se acerca a Colwyn con comida. Mientras tanto,
la Bestia cachonda y desesperada por casarse ha tratado de seducir a Lyssa sin
éxito. En el rincón más recóndito, tenebroso y huesudo (por la decoración) de
la fortaleza la Bestia adopta el plan que debió seguir desde el principio del
cortejo. En lugar de ofrecer riquezas y poder, se transforma en Colwyn. Claro,
su poder de metamorfosis es limitado. No puede cambiar su voz ronca ni sus
globos oculares completamente rojos. Lyssa no es tan tonta ni la permanente le
ha freído tanto el cerebro como para no darse cuenta de que Colwyn no está
frente a ella. El plan fracasa de nuevo. Bajo el disfraz le muestra cómo la
enviada del mal trata a su vez de seducir al héroe. El príncipe virtuoso y fiel
rechaza a la chica. Vengan de nuevo los ojos por entero negros y las uñas de
Niurka. Está punto de matarlo. Pero se detiene. Tan irresistible es Colwyn que
la enviada del mal confiesa haberse enamorado de él. Aunque apenas lo conozca
desde hace dos minutos. Y aunque su vida peligre al traicionar a la Bestia.
Lyssa se burla del truco fallido y la Bestia no duda en hacer soplar su viento
huracanado para convertir en polvo a la traicionera y mediocre seductora. Si
los premios no han logrado persuadir a la princesa, veremos cómo le va con las
amenazas. Mientras ella no acepte casarse con ¿ella? ¿él? gente inocente del
planeta Krull morirá a manos de los Asesinos.
La Llorona de la
telaraña
La única persona con la visión y el poder
para adivinar dónde aparecerá la Fortaleza Oscura es la viuda de la telaraña.
El viejo sabio entra a la inmensa y pegajosa guarida. Como era de esperarse,
emergerá de entre las profundidades de este abismo una araña gigante y
translúcida, como hecha de cristal. Esta araña quizás resulte ser ascendiente
de la golosa Shelob de Peter Jackson en El
retorno del rey. Aunque este ente patón no es producto de la computadora
sino del stop-motion. Y vaya que se
nota. Lyssa también se llama la viuda e Ynyr grita su nombre. Una vez
identificado el visitante le da vuelta a su mágico reloj de arena y le concede
tiempo para trepar hasta el centro de la telaraña. Mientras la arena caiga la
araña no se moverá. Las articulaciones de Ynyr no se hallan en tan óptimas
condiciones como para trepar con la rapidez suficiente. Menos cuando se le
rompe una liana. Finalmente alcanza el centro y puede sentarse a platicar con
su antiguo amor. A través del espejo la ve no como una mujer cubierta de
maquillaje para hacerla envejecer sino como cuando era joven y tenía el rostro
de la actriz londinense Francesca Annis (Macbeth
de Polanski, Dunas de Lynch y un
largo etcétera en cine y televisión). “¿Qué crees?”, le dice ella, “después de
que me dejaste tuve un hijo tuyo y lo maté”. Por haberse convertido en la
Llorona intergaláctica de una época medieval alternativa la tienen castigada
ahí. Ynyr persuade a esta Lyssa blandiendo el argumento de que hay que salvar a
los jóvenes que se aman como alguna vez se amaron ellos. “Mañana en el Desierto
de Hierro”, da su augurio la viuda. Viene el sacrificio de los antiguos
amantes. La viuda rompe el reloj de arena. Toma la materia huidiza y se la da a
Ynyr. “Éstas son las arenas de mi vida”, dice. Le han sido concedidas para
rescatar a la otra Lyssa. Pero como el tiempo, conforme la arena caiga de la
mano de Ynyr, la vida del viejo sabio se extinguirá. Ya se está poniendo muy
poético y filosófico esto. Uno sólo pagó su entrada para pasar el rato y
llenarse el estómago de palomitas y Coca-Cola. Ynyr va hasta el campamento de
Colwyn y grita la información antes de expirar y de que caiga el último puñado
de arena de su palma. ¿Qué les da a los viejos sabios de estas jaladas de
fantasía por morirse antes de que termine la película? Tal vez dirán que no les
pagan suficiente por salir en estas basuras.
Yeguas que echan
fuego y croma cachirulesco
La Fortaleza Oscura de la Bestia reaparece en
el Desierto de Hierro que, aunque desierto, alberga en su centro un campo
florido ideal para final de película. Quiere decir que la tortura no está lejos
de terminarse. El campamento boscoso está a miles de leguas del desierto. No hay
manera de llegar allá antes de que terminen el día y la noche. El cíclope tiene
una idea: yeguas de fuego. O más bien, yeguas que al cabalgar echan fuego.
Domarlas no debería ser tan fácil tratándose de seres mitológicos. Pero ya que
el tiempo de la cinta se prolonga demasiado y hay que arribar al ansiado
desenlace (la pelea entre Colwyn y la Bestia), lazos normales serán
suficientes. El cíclope se despide de ellos pues le ha llegado su hora. El
fuego despedido por las yeguas cuando cabalgan se prestará igualmente a burlas.
Se encontrará superpuesto y de una manera muy burda. La cabalgata en Krull será
recordada como uno de los peores cromas en la historia del cine. Por fin
atisban la Fortaleza Oscura. Hay que entrar antes de que amanezca y la muy
paranoica cambie de lugar. Los Asesinos vuelven aparecer con sus cabezas huecas
para detenerles el ascenso. El cíclope cambia de opinión y decide morir
volviendo a ayudar a esa bola de desconocidos. Durante la escalada muere
Hagrid; pero esta vez no hay tiempo para duelos. El cíclope les abre paso y
queda atrapado entre los pliegues de una entrada al mismo tiempo rocosa y
corrediza. “Llegó mi hora”, son sus últimas palabras. Injusto que no sobreviva
quien tanto contribuyó a la comunidad. En cambio, el niño… Mejor no decir nada.
No nos acusen de odiar a los niños. Ya dentro de la fortaleza un rayo láser
inoportuno también asesina al ahora invencible héroe de acción Liam Neeson. No
era posible pedir más (y sobrevivir a la aventura) en su debut cinematográfico.
Al menos, se habrá dicho el actor, pasó casi al final del largometraje. De los
9 ladrones que tenía Colwyn sólo le quedan 3. El piso de la fortaleza se abre y
Ergo y el niño se separan del grupo. Al fin a Ergo le sale bien un hechizo y se
convierte en tigre para proteger al chiquilín de los Asesinos. Recuérdese que
en este tipo de cintas los niños, a diferencia del cíclope o de Liam Neeson, no
deben morir. No importa que hayan sido más estorbo que ayuda. En el corazón
huesudo de la Fortaleza Oscura —un domo con paredes translúcidas— está presa la
princesa Lyssa. Ahí, tras la jodida espera de una hora con cuarenta minutos,
por fin Colwyn saca el Glaive y lo lanza para perforar el domo óseo. Mientras
el héroe se encuentra ocupado con dicha tarea, un ladrón gordo se recarga
contra la pared con tal mal tino que resulta ser mágica y traspasable. Los tres
ladrones restantes acaban en una mazmorra rodeados de palos con puntas afiladas
que, poco a poco, se les acercan para empalarlos. De repente se detienen como
distraídos de su labor asesina. El gordo imprudente vuelve a regarla y, por
supuesto, es el primero en morir empalado. El director otorga a sus
espectadores tensión en tres frentes: el tigre Ergo y el niño ante los
Asesinos, Colwyn a punto de rencontrarse con su princesa prometida y los dos
ladrones a cinco centímetros de una incómoda muerte. ¿Serán los pequeñuelos de
los ochenta capaz de seguir estas tres líneas paralelas? Claro. Como si no
hubieran visto La guerra de las galaxias
cientos de veces. Como si las novelas de caballería no se hubieran inventado
siglos atrás.
La
elegía de la Bestia
Los jóvenes amantes vuelven a encontrarse.
Pero la Bestia no anda muy lejos. Rompiendo cualquier sentido de la proporción
y cada una de las leyes de física, del domo huesudo de fondo vacío emerge
inmensa la bestia cabezona y hocicuda para enfrentar al héroe Colwyn. Además de
ojos rojos, cabeza prominente, hocico de dientes afilados y garras como alas de
vampiro, la bestia dragona escupe bolas de fuego para defenderse de los ataques
giratorios del búmeran de cinco picos. En un descuido se le clava en el pecho.
“¡ARRRRGGGHHHHHHH!” obligatorio y desplome seguido. Sin embargo, el arma no
vuelve a la mano de su dueño. Por mucho que Colwyn extienda cada falange de la mano
hasta casi hacerlas reventar por el esfuerzo, la estrella no regresa a él. El
siguiente truco se lo plagian de otro género. El de terror. No queda de otra que
ir por el Glaive. Y como en final de película de horror donde el asesino revive
repentinamente, cuando Colwyn está a punto de desenterrar el arma del supuesto
cadáver, la garra larga y huesuda se lo impide. Los palos puntiagudos vuelven a
moverse. Los Asesinos se acercan amenazantes al niño cuando el tigre ya está
herido. Colwyn y Lyssa huyen y entran a una gruta (rara la geografía de esta
Fortaleza Oscura). Se ven rodeados de estalactitas y estalagmitas. El héroe ya
no tiene arma con qué defender a su princesa. Pero ella le dice: “No es el
Glaive, eres tú”. De haberlo sabido, diría Colwyn, no habría metido la mano en
ese río de mierda. El fuego del matrimonio los salvará. Antes de que la
distraída Bestia ataque, ella le pasa el fuego que no quema. Termina así la
ceremonia al inicio interrumpida. Colwyn toma el fuego de la mano de su
flamante esposa y lo lanza contra la Bestia. De esta forma el mal termina
achicharrado y ahora sí muerto. ¿O muerta?
A
correr hacia el campo florido
Pero la diversión no ha terminado. Así como
el villano en todas las películas de fantasía está ligado a su planeta /
guarida / castillo, así la Fortaleza Oscura empieza a auto-inmolarse pedacito a
pedacito. Nada difícil para el departamento de los (d)efectos especiales
incinerar al monigote cabezudo de látex. Éste sí será un trabajo difícil. A
salvo de los palos puntiagudos que perdieron sus instintos asesinos con la
muerte de la Bestia, los dos ladrones aún vivos se reúnen con Colwyn y Lyssa.
Después encontrarán al niño y a Ergo, ya otra vez humano y herido. A correr se
ha dicho entre la lluvia de rocas y los temblores. Incluida va la secuencia del
derrumbe de un puente con todo y detenimiento de los corredores para que se
entienda que ninguno de ellos cayó al precipicio. La salida se las da el fuego
matrimonial que, a pesar de que no quema, funciona como bomba y abre un boquete
a la fortaleza. Los pedazos de la nave-montaña ascienden hacia el espacio
exterior de donde vinieron. El planeta Krull está a salvo de la invasión. El
niño, los dos ladrones, Ergo, el héroe y la princesa corren por el campo
florido. Exhaustos sobre el mismo ven los últimos restos de la Fortaleza Oscura
desaparecer hacia el cielo. Ergo se queja de sus heridas. La princesa, ahora
doctora, dice que se pondrá bien. “¿Ganamos?”. Y ellos son los últimos en
enterarse que sí. Colwyn nombra al ladrón líder “Lord Marshall” de Krull.
Abundan las risas. Y el narrador, ausente desde el inicio de la película, nos
indica que la profecía se cumplirá. Música celebratoria. Créditos finales. Fin
de esta bazofia de fantasía.
No hay
vida después de Krull
Actualmente el actor más famoso entre el
reparto de este bodrio es Liam Neeson. Ken Marshall y Lysette Anthony, la
pareja protagónica, volvieron a las brumas del anonimato. El artífice de tamaña
porquería, el director Peter Yates, no se conformó con este crédito —de acuerdo
con IMDB con uno de los mayores presupuestos de la época— sino que además perpetró
el peor sacrilegio contra la literatura española: una adaptación televisiva de Don Quijote (2000) protagonizada por
John Lithgow y Bob Hoskins. La imitación a La
guerra de las galaxias no se limitó a algunas coincidencias narrativas. El
fenómeno del merchandising, tal como
pasara con El abismo negro, también se
dio en el caso de Krull. En
particular el videojuego de Atari que, aunque yo no tenía en casa, recuerdo
haber jugado seguramente porque algún amigo me lo prestó. Era tan malo como el
de E.T., el extraterrestre. Al menos,
los juegos de Krull no terminaron enterrados en un desierto de Nuevo México. El
colmo sería que Hollywood sí desenterrara pero el recuerdo de Krull realizando un remake repleto de imágenes generadas por computadora. Ahí sí
estaríamos ante el final de los tiempos.
—Krull
(1983). Dirigida por Peter Yates. Producida por Ron Silverman. Protagonizada
por Ken Marshall y Lysette Anthony.
El avance: http://www.youtube.com/watch?v=ndpV6qfQJVw