La
inspiración se da, según confiesa el artífice del largometraje, después de
mirar videos de avalanchas en YouTube. Y otros tantos. Irónico que las frustradas
aspiraciones de la misma obra se hayan visto documentadas por ese sitio de
videos. Aunque seguramente la ironía fue intencionada y la entenderán quienes
vieron Fuerza mayor. Más sobre esto,
aunque no mucho, al final del texto.
La
tragicómica estancia de una familia nuclear en los Alpes franceses es el tema
central de Fuerza mayor (Turist, 2014) del cineasta sueco Ruben
Östlund. La cinta da inicio con las pistas de esquí y los retratos de familia
idealizados tomados por un fotógrafo caza-turistas. En esta unidad privilegiada
—¿cómo no si pueden darse el lujo de una semana de vacaciones en un complejo
hotelero francés?— el padre ha trabajado demasiado y, por ende, no les ha dedicado
suficiente tiempo de calidad a su esposa y a sus dos hijos. Todo es armonía y
unión. Todo es felicidad y sonrisas. Incluso los rituales diarios se realizan
en bola: cepillarse los dientes, dormir, etcétera. No hay nada aquí que no
remita a unas típicas vacaciones familiares. Pero las tomas de las montañas, la
música de Vivaldi aquí utilizada con una intención ominosa y, por encima de lo
anterior, las explosiones para provocar avalanchas auguran un desastre. El
equilibrio se rompe en pedazos ante el incidente inesperado. Mientras Tomas
(Johannes Kuhnke), Ebba (Lisa Loven Kongsli) y sus hijos Vera (Clara
Wettergren) y Harry (Vince Wettergren) comen sobre la terraza del restaurante un
alud parece salirse de control. La nieve, estruendosa y amenazante, cae hacia
ellos sin posibilidad de detenerse. En un principio el padre trata de calmar a
la familia. El hijo empieza a gritar. La madre hace preguntas. Y finalmente se
da el incidente gracias al cual se siembra la semilla de la duda en Ebba. El
hombre al que ha elegido como esposo y padre de sus hijos no es capaz de
protegerlos. Al contrario, sale corriendo para salvarse a la menor señal de
peligro. Así, las felices vacaciones se van a la chingada.
Pronto
se manejarán versiones contrarias del acontecimiento. Lo ocurrido dará lugar a
diálogos que van de la conversación casual (frente a desconocidos) hasta
discusiones encendidas (frente a unos amigos que se les unirán días después).
El escrutinio de estas otras parejas solamente agudizará la situación. Ebba
intenta arrancarle una disculpa a Tomas. Él se obstina en barrer el incidente y
paulatinamente llevarlo a un lugar encubierto, como se hace con la mugre debajo
de la alfombra. El hecho de que finja demencia hiere todavía más el orgullo de
su mujer. Las expectativas de Ebba —ya en fase de desilusión— irán minando la
resistencia de Tomas. De inmediato la unidad familiar se encontrará desarticulada.
Un día ella pide ir a esquiar sola. Otro día él hace lo mismo. Mientras tanto
Harry vuelve a quebrarse no por una avalancha sino por el posible divorcio de
sus padres. Aunque la pareja amiga —compuesta por Mats (Kristofer Hivju) y
Fanni (Fanni Metelius)— aparente encarnar la razón, la guerra de los sexos
también los contagiará. Humillada por la cobardía del marido Ebba provocará una
catarsis incontenible en Tomas. El alud de nieve cuya peligrosidad fue
malinterpretada desencadena, sin embargo, una toma de conciencia que hacia el
desenlace abatirá la mentirosa calma del marido. No hay aquí rugido de león
sino llanto incontrolable como si se originara en la garganta de un bebé. Con
esto, Östlund saca a relucir los claroscuros de un matrimonio bello, rico,
joven y en apariencia bien avenido. El rol del macho como protector de su prole
debe de alguna forma restaurarse. Y tal vez el escenario —con sus nevadas, con
sus nieblas, con la falta de visibilidad— los favorezca para montar una comedia
frente a los niños durante la cual Mamá y Papá vuelven por fin a ser los mismos
de antes. Aun así el director no les da tregua a los espectadores. A pesar del
ritmo pausado y de este intento de resolución, el sentimiento de que algo
terrible les va a pasar a estos personajes persiste hasta los últimos minutos del filme.
El
cineasta sueco tiene la habilidad de la sutileza. Si su obra se compara —como
ya se ha hecho en más de una ocasión— con otro filme cuyo tema central son las desavenencias
de un matrimonio (Perdida de David
Fincher), Fuerza mayor termina
perdiendo muchos puntos en pirotecnia. Después de todo, no se trata de un thriller desbocado como el del
estadounidense. Más bien, ésta es una reflexión sesuda sobre los roles dentro
de la unidad familiar y cómo éstos pueden ser tan frágiles que se rompen y restauran en cuestión de días. Por lo mismo, Östlund prefiere ocultar a
mostrar, sugerir en lugar de explicar. Habrá quien se desespere ante dicha
decisión y culpe a la película llamándola lenta o aburrida. Lo cierto es que
hay mucha más riqueza escondida bajo la nieve de lo que, por ejemplo, la mayor
premiación hollywoodense le dio crédito. Fuerza
mayor, a diferencia de Mommy, sí
apareció en la lista corta de 9 largometrajes en lengua extranjera. Pero no logró
colarse a la recta final en la carrera por el monigote dorado (como este ya
famoso y sin duda satírico video en YouTube da cuenta). Pero al menos se llevó,
dentro de la selección de Cannes titulada “Una cierta mirada”, el mayor galardón
concedido por el jurado.
En
un primer paso se exhibe en México con la Muestra Internacional de Cine.
Después tiene su estreno comercial en varias ciudades del país. Finalmente
llega a Torreón con la mencionada 57 muestra este 28 de febrero.
—Fuerza mayor (Turist, 2014). Dirigida y escrita por Ruben Östlund. Producida por
Philippe Bober et al. Protagonizada por Johannes Kuhnke, Lisa Loven Kongsli, Clara y
Vince Wettergren.
El
avance: http://www.youtube.com/watch?v=RCpDeJlPeH8