Común encrucijada de artista


La más reciente película de los hermanos Ethan y Joel Coen lleva como título para su distribución en México Balada de un hombre común. Pero en su título original —Inside Llewyn Davis (2013)— hace referencia más bien al interior de su protagonista, un cantante ficticio de música folk de los años sesenta. La semilla de la inspiración se da para los Coen con la portada del disco de un cantante real: Dave Van Ronk. El artista aparece en la portada de Inside Dave Van Ronk (1962) recargado contra una puerta descascarada por la cual se asoma un gato. Como de costumbre y con su característico humor, los hermanos cuentan una semana en la vida del cantante ficticio y detrás de la serie de anécdotas risibles se halla el centro de la tragedia del artista, de su definición en términos como “éxito” o “fracaso”. Hablando desde estas deleznables dicotomías y luego de que el libreto anterior bajo la dirección de Michael Hoffman —Gambit (2012)— pasara desapercibido incluso para ellos; Inside Llewyn Davis se define como un gran acierto, un deslumbrante éxito artístico en la carrera de los hermanos Coen. Éste sin embargo no se traducirá en ganancias millonarias de taquilla ni en cosecha de premios hollywoodenses, los que tanto deslumbran a los cinéfilos más bobos.
El título para México, además de simplón y poco imaginativo, implica un equívoco a medias. El aludido Llewyn Davis no es un hombre común. Aunque sí es un artista que podríamos definir con tal adjetivo. Lo de artista lo hace alguien talentoso en la música. Lo de común lo convierte en un ser apocado. No es un músico que destaque o que tenga carisma en el escenario. Eso lo sabe. Su compañero de escenario acaba de morir, suicidio de por medio. Y para Llewyn convertirse en solista lo ha convertido además en un fracasado. Así la cinta se inscribe nuevamente en el universo de los Coen a través de un tema recurrente: el de la impotencia ante una serie de eventos caprichosos de un azar sumamente cruel.
Aquí surge la pregunta de cuánto carisma se requiere para convertirse en un cantante de música folk. Al ocuparse de este género musical los hermanos se desprenden de la tradición fílmica que les pertenece. Ésta es quizás la más musical de las cintas de Joel y Ethan Coen. Aunque ¿Dónde estás, hermano? (2000) incluía algunos momentos musicales, por tratarse el protagonista de un músico en Inside Llewyn Davis tanto las canciones propias como las ajenas adquieren relevancia para el hilo narrativo. Asistidos por las imágenes en pantalla, los espectadores seguirán la vida paupérrima de Llewyn Davis (Oscar Isaac), vida consistente en acciones como taparse del frío invernal del noreste estadounidense con apenas un saco, pedir asilo en departamentos de diferentes amigos-artistas, perseguir a un esquivo gato, preocuparse por haber embarazado a la novia de otro músico y emprender el viaje a Chicago acompañado de extraños personajes y con la esperanza de convencer a través de su música a un agente muy conocido, ése que le podría garantizar el éxito. Ubicada en 1961 y a lo largo de una semana desastrosa para Llewyn, la atmósfera recreada es la de Greenwich Village un poco antes de que Bob Dylan empiece a ser conocido.
Gran parte de mi admiración por los Coen proviene no únicamente de sus personajes perdidos ante un destino absurdo. También está su genialidad en cuanto a los juegos narrativos se refiere. La aparición de la figura de Dylan al final del largometraje hace cerrar el círculo de esta semana de infierno en la vida de Llewyn Davis, como dándonos a entender que este hombre nunca alcanzará el éxito. Ese “adiós” con el que sella el final de la película se torna definitivo. Podemos imaginar a Llewyn repitiendo sus errores, enfrentándose a las mismas escaramuzas y luchando por dar a conocer su música una y otra vez hasta la eternidad como personaje de mitología griega condenado a deambular en el Hades de los cafés y bares neoyorquinos. La caprichosa fortuna siempre juega un rol primordial en el universo coeniano. Inside Llewyn Davis no sería la excepción. ¿Por qué este hombre no tiene éxito si sus canciones son tan buenas y si tiene talento? Algunos espectadores —los más moralistas, por cierto— encontrarán respuesta en su comportamiento cuestionable: acostarse con la novia de un amigo y luego pagarle a un doctor para que le haga un aborto a la irascible muchacha. Porque ya se sabe que eso de comprometerse y mudarse a los suburbios no es de un artista de verdad. Tal vez porque Llewyn no encuentra redención ni cambio radical al final de su periplo los Coen obtuvieron este año tan pocas nominaciones a los vellocinos dorados de Hollywood. Quizás no observan que Llewyn no está dispuesto a sacrificar su música en el altar de una domesticidad asquerosamente tranquila. Otros más críticos encontrarán en la propia personalidad la explicación: indeciso, apocado y en ocasiones antisocial. Imposible atraer al público interesado en la música folk con estas características. ¿O sí? Pero finalmente, si nos fijamos con atención en muchos de los protagonistas de las cintas de los hermanos, hallaremos a la diosa fortuna burlándose de los afanes de estos fracasados desde la cuna. El puñetazo recibido al inicio de la película es apenas el comienzo. O tal vez sea sólo el triste final que cierre el círculo.
Los Coen ponen a la cabeza de su reparto al actor ideal para interpretar a Llewyn Davis. Ideal porque no resulta tan conocido. Hay paralelismos entre actor y personaje aquí. Hasta ahora Oscar Isaac —estadounidense de padres latinoamericanos nacido en Guatemala pero criado en Miami— poco ha destacado por su habilidad histriónica. Si acaso un rol secundario en Drive (2011). Fuera de ahí, participaciones en cintas tan olvidables como Cristiada, Sucker Punch o W.E. de Madonna. Incluso queda en la memoria su torpe participación actoral en Ágora de Alejandro Amenábar. Sin embargo, bajo el mando de los Coen, Isacc logra una actuación memorable bien equilibrada con sus dotes como cantante. Éste no es el inspector Javert —torturador de oídos— de Russell Crowe en Los miserables. Isaac se encuentra acompañado por rostros habituales en la filmografía coeniana (como John Goodman), histriones de mucha solvencia (como la británica Carey Mulligan) e incluso cantantes que sirven de cierto gancho para la taquilla (como Justin Timberlake, aquí haciéndola de cantante folk bastante ñoño).
Los cambios para los Coen no sólo se dan en el plano de la música, ésa que se incluye completa y sin cortes. Como nota al pie, en ningún momento incluir canciones completas detiene el interés del espectador. También hay relevo de cinefotógrafo. Mientras el de cabecera, Roger Deakins, trabajaba con Sam Mendes en Skyfall y con el quebequense Denis Villeneuve en Intriga, los Coen colaboran con el francés Bruno Delbonnel, el mismo director de fotografía de Amélie. El resultado: una de dos nominaciones al Óscar. La otra fue por mezcla de sonido. Sin embargo, esto no significa que Balada de un hombre común sea una cinta inferior a cualquiera de las nueve nominadas a mejor película. Al contrario. En mi opinión resulta incluso superior a varias de ellas. Para mí Inside Llewyn Davis es una de las grandes películas hechas en el 2013: habla de un momento clave en el fenómeno de la música folk estadounidense y, aparte de esto que pudiera parecer tan particular, bucea en el enigma del fracaso en la vida del artista. Además de tratarse de una obra redonda. Difícil encontrarle fisuras. Mientras algunas de las cintas aclamadas actualmente puedan destacar sólo en lo técnico, en las actuaciones, en la trama o incluso en pelucas y vestuario de los años setenta; Inside Llewyn Davis destaca en cada uno de los aspectos que conforman una obra cinematográfica. No por nada le concedieron en mayo el Grand Prix del jurado en el festival de Cannes.

Balada de un hombre común (Inside Llewyn Davis, 2013). Dirigida y producida por Ethan y Joel Coen. Protagonizada por Oscar Isaac, Carey Mulligan, John Goodman y Justin Timberlake.