Imitación a lo Hollywood

Aunque considero la cinta de la que hablo a continuación como uno de los refritos más deleznables realizados en Hollywood, mi tono en el texto es en suma mesurado pues lo escribí para una publicación universitaria. El artículo reproducido a continuación es de hace once o doce años. Va el texto:

La imitación, aunque obligada como parecía darlo a entender Aristóteles, siempre es peligrosa. Implica un riesgo atroz. Si no supera el artista novel a sus precursores, la imitación se torna un fracaso rotundo. La burla y el escarnio le siguen. Y, por último, las acusaciones de plagio gratuito. Este es el caso del director norteamericano Brad Silberling quien, a imitación del cineasta alemán Wim Wenders, filmó la cinta Un ángel enamorado (City of Angels, 1998) a escasos diez años de Las alas del deseo, aclamada cinta del germano que, además, tuvo su continuación en la también loable Tan lejos, tan cerca.
Seth (Nicolas Cage) es un ángel que observa incansable las acciones de los humanos y que puede leer sus más oscuros pensamientos. Además, ayuda en el paso de la vida a la muerte con melosa sonrisa. Todo en el entorno que presta la ciudad de –gran coincidencia— Los Ángeles. Este mensajero solícito se enamora de una doctora ciclista llamada Maggie Rice (Meg Ryan) después de tener un fugaz intercambio de miradas con ella durante una cirugía poco exitosa. Por supuesto, tal cirugía alterará la infalibilidad de la doctora. Las miradas se convertirán, más tarde, en inexplicable aparición y diálogo (¿cómo puede Seth conversar con Maggie siendo él todavía un ángel?). El tan trillado amor imposible encontrará su realización con un alcahuete bastante heterodoxo, además de ángel renegado, hedonista y glotón que, muchos años antes, prefirió la vida humana a la etérea: Nathaniel Messenger (Dennis Franz).
Pero la fórmula no funciona. No cuando ni siquiera alcanza a rozarse con el cine de Wenders. No cuando la imitación se da a escasos diez años de la película precursora. No cuando la fábula se rebaja a cánones y convenciones ya vistas hasta el cansancio. Silberling recrea, en más de una ocasión, escenas de Las alas del deseo: la biblioteca como lugar de reunión de los ángeles, la comparación de notas del día entre Damiel (el Seth de la versión alemana) y Cassiel. Otras escenas son agregados de Silberling en la más detestable tradición hollywoodense: un discurso sobre la vida y la muerte ridículamente optimista y en extremo superficial; los momentos en la bañera que intentan ser sensuales, pero que sólo permanecen en lo artificial o, para rematar cualquier indicio de inteligencia, el lacrimógeno desenlace alejado de toda lógica. Lo único que aporta Un ángel enamorado es un muestrario barato de lo difícil que es conquistar a una mujer cuando se sabe todo sobre ella: gustos, aficiones y traumas. Pero si la película se convierte en espinoso sendero para llegar a la genial cinematografía de Wim Wenders de algo habrá servido.

Un ángel enamorado (City of Angels, 1998). Dirigida por Brad Silberling. Protagonizada por Nicolas Cage, Meg Ryan y Dennis Franz.