Esto es una ficción (y VII): Jéssica Cabrera Sotomayor

Entre los muchos artículos, reportajes y textos alusivos a la revuelta se encuentra una nota en apariencia inofensiva e incluso algo ñoña sobre una de estas jovencitas capaces de atraer a hombres tan ilusos como Paquirrín Almaraz. La fecha del artículo, sin embargo, nos indica que la nota de sociedad apareció ocho años antes de los hechos y en una extinta publicación de frívolo contenido llamada MeTrópoli Laguna. La “T” mayúscula representaba, por supuesto, el símbolo que da nombre a nuestra ciudad, el torreón. Al texto lo acompañan tres fotografías de estudio de la adolescente en cuestión:
LA VIDA FAB DE JÉSSICA CABRERA SOTOMAYOR. EN ESTA OCASIÓN LES PRESENTAMOS A UNA NIÑA MUY ESPECIAL Y A (sic) SU VIDA FAB. ¿ADIVINARON, CHIQUIS-CHIQUILINES? SÍ, ELLA ES JÉSSICA CABRERA SOTOMAYOR, UNA CHICA GUAPA, SENCILLA Y, SOBRE TODO, BUENERRÍSIMA ONDA. JÉSSICA ESTUDIA EL SEXTO DE PREPA EN LA PEREYRA EN LA SECCIÓN “B” DE ADMINISTRATIVAS. LE FASCINA ESTAR EN FORMA Y NOS RECOMIENDA PARA ESO IR A SPORT-HOUSE GYM —NUESTRO CHÚPER PATROCINADOR— TODOS LOS DÍAS COMO ELLA LO HACE. ENTRE SUS MEJORES AMIGUIS ESTÁN ESTRELLA ZARZAR, MARYCHEL COLIÈRE, ANYLÚ AYUB, LILY ZERMEÑO, SONIA GIDI, OPRAH BELAUSTEGUIGOITIA, VERIS ANAYA Y CRISTY SADA. ¡PURA NIÑA BIEN! ¿Y NO SABEN QUIÉN ES SU NOVIO? ¡LO SENTIMOS, CHICOS! YA NO ES SOLTERA PORQUE ALFREDO PÁMANES ES EL DUEÑO DE SU HEARTCITO. Y SIEMPRE LOS VERÁN JUNTOS DANDO LA VUELTA EN GALERÍAS O CUATRO CAMINOS, VIENDO UNA MOVIE EN EL CINE —EN LAS SALAS VIP, CLARO— Y BAILANDO EN LAS FIESTAS DEL CAMPESTRE O EN EL ANTRO HYPER-CHIC DE TU PREFERENCIA. SU PELÍCULA FAVORITA ES, AUNQUE SEA DEL AÑO DEL CALDIUX, LA VIDA ES BELLA, UN GRAN CLÁSICO CINEMATOGRÁFICO, Y EN MÚSICA ES TODA UNA NOSTÁLGICA DE LOS OCHENTA POR LO QUE LE CHIFLAN TODAS LAS ROLAS DE LUIS MI REY. LA COMIDA QUE MÁS LE GUSTA ES LA JAPONESA. SOBRE TODO, EL SUSHI. ¡¡¡¡¡¡QUÉ RICO!!!!!! TODOS LOS FINES LA PODRÁN HALLAR EN NIKORI O EN KOTO DEGUSTANDO UN ROLLO DELI-DELI. SU CUMPLEAÑOS ES EL SEIS DE NOVIEMBRE Y ES DEL SIGNO ESCORPIÓN. EN DIEZ AÑOS SE VISUALIZA COMO UNA MUJER CASADA, CON DOS HIJOS, ATENDIENDO A SU ESPOSO, EJERCIENDO SU CARRERA PROFESIONAL —LE GUSTARÍA SER ADMINISTRADORA DE UNA EXITOSA EMPRESA— Y DIVIRTIÉNDOSE CON SUS AMIGAS DE SIEMPRE.
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La dama misteriosa, encarnación en todos sus sentidos de la femme fatale, no es prescindible en una historia tan negra como ésta. Cuando la arrestaron en conexión con la Revuelta de los Júniors, muchos de nosotros nos preguntamos qué papel habría podido jugar aquella mujer tres años mayor que los principales implicados, qué delitos habría cometido con ellos y para qué fin la necesitaría la policía. Lo cierto es que casi nadie era susceptible de adivinar lo primordial de su participación. Su nombre, Jéssica Cabrera y el día del primer incidente tampoco se imaginaba lo mucho que cambiaría su vida. Todo ocurrió gracias al encuentro de esa noche.
La tarde del viernes, mientras nuestro cuarteto aún ignoto para ella planeaba sus actividades recreativas, Jéssica se había encerrado en su cuarto porque no quería seguir oyendo las lamentaciones de su madre ni los berridos de su hija. Ya no encontraba con ellas otra forma de comunicación más que la violencia. Acababa de golpearlas sin percatarse de que ni con eso descargaba su encono. Ni así lograba sofocar la frustración. Quería olvidar a cada uno de los miembros de su familia y para conseguirlo sólo acertó poner un prehistórico cassette a todo volumen con canciones variadas, una cinta que ni siquiera grabó ella sino su madre cuando era joven. Recuerdos de otra vida, ésa que alguna vez tuvo la mujer de mediana edad que afuera de su cuarto gimoteaba. De ésos que Jennifer Sotomayor de Cabrera hubiera querido destruir si tan sólo no representaran un pasado mucho más feliz que el presente de su madurez. Con el anhelo de evitarlos los había escondido en el cuarto de su hija hacía ya décadas. Fue en la época en que Jéssica era una niña, cuando juntas veían los domingos Cantando por su sueño y entre semana las telenovelas Rebelde y Amor en custodia. Sobre todo, la primera pues les encantaba a la pequeña Jéssica y a su mejor amiguito Omar Silvano imitar a Mia Colucci. Se acordaba hasta de una que otra frase favorita copiada de esas telenovelas donde las niñas fresas eran la sensación: “o sea, es muy difícil ser yo, reina, te lo aclaro” o “me tapo un ojo, me tapo el otro y ¡nada que ver!”. Y para alejarse de su madre, para matarla un poco sin hacerlo en realidad, Jéssica desempolvaba aquellas reliquias. Se escuchó una canción. Ni siquiera sabía que estaba grabada en ese cassette. Era de la película musical Chicago. Un número perdido en el cuarto de montaje.
(Whatever happened to fair dealing and pure ethics and nice manners?) Le pareció increíble que en su casa todavía hubiera cintas de audio, de ésas que incluso en tiempos de su madre ya comenzaban a ser arcaicas. (Why is it that everyone now is a pain in the ass?). De qué se sorprendía. Eso no era más que un síntoma más de la jodidez. Aquella música debió grabarla su madre después del año 2002. Jéssica tendría sólo tres o cuatro años. Sí, ya recordaba. Para entonces su madre ya se habría dado cuenta de cómo era su padre, Luis Cabrera. (Whatever happened to class? Class) Y de veras se preguntó aquel viernes en qué momento perdió su familia la clase, la dignidad. (Whatever happened to “please, may I?” and “yes, thank you” and “how charming!”) Luis Cabrera habría sido sin duda todo lo guapo que Jennifer hubiera deseado como se comprobaba al mirar una fotografía de la pareja al fondo de la misma caja de donde Jéssica sacó el cassette. (Now every son of a bitch is a snake in the grass) Pero nadie le advirtió a Jennifer Sotomayor cuando se casaba a la tierna edad de veinte años que el carita aquél era además un holgazán de primera. Quizás desde esa falta de prudencia iniciaron los malos augurios para el matrimonio Cabrera Sotomayor. (Whatever happened to class? Class)
De la misma caja Jéssica extrajo también un recorte del suplemento de sociales de El Siglo de Torreón. Era del año 1995. Su madre lo había conservado desde sus días de alumna en el Colegio Americano. La nota de color rosa habría seguramente aparecido en la sección del suplemento dedicada a los jóvenes. Además de ese retrato de Jennifer Sotomayor, figuraban una serie casi infinita de frivolidades. Ahí estaba la foto de su madre en la parte superior de la primera página del suplemento y, en los interiores de la sección juvenil, una entera para desplegar sobre ella su vida: JENNIFER SOTOMAYOR ARÉVALO. NUESTRA NIÑA NICE DE LA PORTADA DE ESTE VIERNES ES LA PURA NETA. TE SABE ESCUCHAR, ES SÚPER ALEGRE, SIEMPRE TIENE INTERESANTE TEMA DE QUÉ HABLAR, ES RISUEÑA Y BUENA ONDA. ¿A POCO NO SABES DE QUIÉN SE TRATA? ¡¡¡CLARO!!!. ES JENNIFER SOTOMAYOR ARÉVALO. JENNIFER ESTUDIA EL TERCERO DE PREPA EN EL COLEGIO AMERICANO. LE GUSTA MUCHO HACER EJERCICIO POR LO QUE VA CADA DÍA AL PRINCESS GYM. ELLA SE JUNTA CON STEPHANÍA ESPARZA, NOEMÍ PLOUIN, SOFÍA GIDI, MARLENE RODRÍGUEZ, PAULINA JALIFE, ALICIA VELASCO, LILIANA GIJÓN Y LAURA ELENA VILLA. ¡PURA CHICA CHIC! SU GUAPÍSIMO NOVIO ES LUIS CABRERA Y POR LO GENERAL SE VA DE ROL CON ÉL A LA CENTRAL O A LA MADRID, AL CINE, A CENAR, A FIESTAS Y A ANTROS COMO PI KYU. SU PELÍCULA FAVORITA ES “FORREST GUMP” Y LE ENCANTA LA ROLA DE ARJONA “PRIMERA VEZ”. SU COMIDA PREDILECTA ES LA ITALIANA. SOBRE TODO, LA PIZZA. ¡¡¡YUMI!!!, POR ESO SIEMPRE LA PODRÁS ENCONTRAR EN PIZZA HUT O EN GM. ES DE SIGNO TAURO, SU CUMPLE ES EL QUINCE DE MAYO. Y EN DIEZ AÑOS SE VISUALIZA COMO UNA MUJER CASADA, CON DOS HIJOS, ATENDIENDO A SU ESPOSO, EJERCIENDO SU CARRERA PROFESIONAL (LE GUSTARÍA SER ABOGADA) Y ¡CLARO! CON SUS AMIGAS DE SIEMPRE.
(Holy shit! What a shame! What became of class?) Jéssica apretó el botón de rewind y volvió a reproducir la misma canción. Ella guardaba un recorte similar en su álbum de recuerdos. No necesitó ni siquiera verlo de nueva cuenta para saber que los sueños de su madre eran idénticos a los suyos. O, al menos, así estaba asentado en las dos publicaciones. Quizás la escuela, los títulos de las películas o de las rolas y los nombres de las amigas y del novio cambiaban. Todos lo demás, idéntico. Jéssica estudiaba a la joven que fue su madre y no creía que la mujer ajada de cuarenta y siete años y la chica de la foto fueran la misma persona. Pocos deseos se le habían hecho realidad a Jennifer. Ni siquiera estudió para abogada sino para contadora. Y ahora se dedicaba al lavado y planchado ajeno. Se preguntó si su hija, Josiane, llegaría a albergar el mismo pensamiento cuando creciera y repasara su álbum de recuerdos. Volvió a leer el recorte. Repitió los nombres de las amigas de su madre. Ninguna de ellas seguía en contacto con Jennifer. Si acaso Alicia Velasco y Paulina Jalife frecuentaron la casa cuando Jéssica tendría cinco o seis años. Poco a poco, conforme la decadencia de los Cabrera Sotomayor se agudizaba, esas dos amistades también desaparecieron. Y, a todo esto, se recordó, ¿quiénes habían sido y seguían siendo sus verdaderas amigas?
(Oh, there ain’t no gentlemen to open up the doors. There ain’t no ladies now there’s only pigs and whores) Tampoco necesitó abrir su álbum esta vez para recitar en orden de importancia los nombres de sus mejores amigas de la Escuela Preparatoria Carlos Pereyra: María Isabel Colière, Oprah Belausteguigoitia, Ana Lucía Ayub, Lilibeth Zermeño, Verónica Anaya, Estrella Zarzar y Cristina Sada. En la secundaria también lo fue Omar Silvano Martínez. De él, mejor ni acordarse. Su recuerdo era demasiado doloroso. (And even kids would knock you down so they could pass. Nobody’s got no class.) No supo esa tarde cómo en algún instante de su vida era como una segunda hermana para todas ellas, mujeres que sí habían visto realizados sus sueños. (Whatever happened to old values and fine morals and good breeding?) Casi todas sus amigas de la prepa estaban o recién casadas o con niños pequeños. Eran las esposas de empresarios, ingenieros, políticos, abogados o gerentes de fábricas. (Now no one even soup soups when they’re passing their gas. Whatever happened to class? Class) En resumen, seguían siendo gente bien. Habían sido chicas chic y ahora se convertían es esposas modelo. (Oh, there ain’t no gentlemen that’s fit for any use, and any girl would touch your privates for a deuce, and even kids would kick your chins and give you sass) ¿Y Jéssica? Claro. Había habido un novio. Se habían conocido en la Pereyra. Fueron juntos a la graduación. Continuaron con su noviazgo durante tres años a pesar de haber ingresado a universidades diferentes. (Nobody’s got no class) El inconveniente de quedar embarazada los separó de forma definitiva. Y a principios del año 2021 había nacido Josiane. (All you read about today is rape and theft) El apoyo de sus amigas fue incondicional en un comienzo. Demostraban no ser anticuadas como sus madres o sus abuelas. (Jesus Christ, ain’t there no decency left?) Con el paso del tiempo se reveló su doblez. Frente a ella eran toda tolerancia mientras que con sus familias criticaban tanto la moral relajada como la estupidez de la aludida, estupidez, claro, por el simple hecho de haber quedado embarazada. (Nobody’s got no class) En una criada, era de esperarse. No en una universitaria tan brillante como Jéssica. Si hasta había salido con el promedio más alto de la generación en la Pereyra. (Every guy is a snot, every girl is a twat) Ellas eran perfectas amas de casa y no putas madres solteras. Jéssica podía incluso visualizar sus rostros de rechazo. Sin embargo, el semblante que ya había olvidado por completo era el de su entonces novio, Alfredo Pámanes, el padre de su hija. (Holy shit! What a shame! What became of class?)
Sacó el cassette del ancianísimo reproductor y lo tiró dentro de la caja, de vuelta al lugar del cual nunca debió haber salido. Porque cómo era verdad esa canción. Qué les había ocurrido a la clase, al estilo y a las buenas costumbres. No sólo en su familia. Sino en el mundo entero. Y en especial dentro de ese criadero de abyección llamado Comarca Lagunera. Ahora el esplendor de antaño se había vuelto un astro luminoso al cual contemplaba desde lejos. Esas amigas no la habían ignorado completamente por temor a parecer mojigatas. De vez en cuando le abrían las puertas. Sólo cuando se trataba de una reunión entre ellas, las de la prepa. Como la de ese viernes. Porque al tratarse de otras amigas con sus esposos e hijos, entonces no era requerida. A dónde se habían largado los buenos tiempos, los de las fiestas suntuosas, las reuniones temáticas y los pres; los de los viajes en grupo a Disneylandia, Europa, Nueva York o Las Vegas. Con la abulia de su padre cada vez más patente y en sentido proporcional a la depresión de su madre, todo eso se esfumó. Jéssica se convirtió en el único sostén familiar gracias a su trabajo de secretaria en un despacho de abogados. Y salió al otro mundo, a ése que durante años intentaron contener detrás de una presa de displicencia, el de la ciudad inundada de nacos, léperos, teporochos malolientes y ñoras mantecosas, el universo de la calle, el trabajo y los camiones a los cuales se veía obligada a subir para mantener cuatro bocas, incluyendo la de su hermano menor de diecinueve años, Luisito.
Adondequiera que fuera estaban ellos. Los sin-clase. Eso sí no lo soportaba. Ni siquiera en los lugares reservados para la gente de dinero se les evitaba. Allá muy de vez en cuando salía toda la familia a las salas VIP de Cinépolis para llevar a Josiane a ver una película infantil y hasta ahí llegaban dos o tres guaripudos con sus botas vaqueras gastadas, de ésos que de seguro, como ella, ahorraban meses y meses para ir a tales sitios exclusivos. No, ya no quedaba ni pizca de estilo. No, qué va. Su familia pudo haber perdido el dinero. Pero no la clase. Eso no se pierde ni se olvida, se dijo. Se le notaba en todo: en la forma de hablar, de moverse e incluso de tratar con hipocresía a quienes a todas luces se veía que se encontraban muy por debajo de su nivel. Eso no se aprende, se nace con ella. Estaba convencida a plenitud de que era una de las pocas personas privilegiadas que habían nacido con clase. Nadie se la quitaría. No importaba qué tan profunda fuera la caída ni si ella y su familia ya habían tocado fondo, nadie la despojaría de la dignidad, lo poco que le quedaba. Jéssica Cabrera Sotomayor se juró, esa tarde de abril, no perderla nunca, no olvidarla porque la clase no se aprende, se nace con ella.