El melodrama de Almodóvar


Como para revivir esta bitácora -que dicho sea de paso cumplió dos años en el más profundo silencio- subo este viejo y muy corto texto sobre una película de Pedro Almodóvar. Eso porque pretendo (como con otras cintas que he visto en los últimos dos meses) reseñar La piel que habito y hacerlo pronto. Puede que este "pronto" se convierta en "nunca". Maldito trabajo. Va aquí, entonces, el articulito dividido en dos partes. En la primera hablo de aquel italiano de La vida es bella y no vale la pena reproducirlo:

El melodrama de Almodóvar
El año pasado le tocó el turno al manchego Pedro Almodóvar con Todo sobre mi madre (1999). Y le tocó tanto por la excelente calidad del crédito como por la deuda de Mujeres al borde de un ataque de nervios, filme nominado al mismo premio en los ochenta. Desde aquella inclusión a medias –puesto que no ganó el premio— en las listas del Óscar, Almodóvar tuvo presencia en el universo hollywoodense. No sólo él, sino también sus actores favoritos: Antonio Banderas, Victoria Abril (quien decidió no permanecer en Estados Unidos) y, más tarde, Penélope Cruz. Sin embargo, ya antes del Óscar a mejor película extranjera, el festival de Cannes le había reconocido su labor como cineasta.
En Todo sobre mi madre, Manuela (Cecilia Roth), argentina avecindada en Madrid, es además una madre soltera que trabaja en la coordinación de trasplantes de un hospital. El día del cumpleaños diecisiete de su hijo Esteban (Eloy Azorín) va junto con él al teatro a ver a Huma Rojo (Marisa Paredes) en Un tranvía llamado deseo. Por conseguir un autógrafo de la actriz, Esteban es atropellado. Luego de la inercia del duelo, Manuela decide regresar a su pasado en Barcelona, en busca del padre que los abandonó. Pero el encuentro es precedido por otros: la Agrado (Antonia San Juan), una drag queen de la calle cuyo único afán es “agradar” al mundo, y Rosa (Penélope Cruz), una monja embarazada con SIDA.
Pedro Almodóvar sigue en la línea dramática que ya venía manejando desde La flor de mi secreto y Carne trémula. Eso no lo exenta de ciertos toques de comedia, rayando en el humor negro, que se pueden dar con cierta facilidad por los temas de la trama. El viaje de Manuela para encontrar al padre de Esteban y darle la noticia de su muerte es sólo el pretexto para que por la pantalla desfilen todo tipo de mujeres. Al final, por supuesto, vendrá el clímax, el momento catártico en el que Manuela estará cara a cara con aquel hombre. Todo se hará, por supuesto, de modo en suma almodovariano. Otro reencuentro –mucho más afortunado— es el de Cecilia Roth y el director español quienes ya habían trabajado en la descabellada e irreverente Laberinto de pasiones. En ese entonces, Roth era Sexilia. En la actualidad, una madre (Un lugar en el mundo) y hasta jueza (Cenizas del paraíso). Igual de destacable es la labor de las otras “chicas Almodóvar”: Paredes, Cruz y San Juan –créase o no, es en realidad y a pesar de su poca agraciada fisonomía, una mujer. La fuerte temática sin duda fue obviada por los dinosaurios de la academia de Hollywood. Después de todo, hay películas de Almodóvar mil veces peores –o mejores, según la perspectiva— en ese aspecto (léanse su primer largometraje Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, la criminal Matador o la fúnebre Kika). Sin embargo, la deuda quedó saldada con el que en estos momentos es, con probabilidad, el cineasta español más destacado. Cuando un director mexicano sea acreedor de Óscar o cuando logre conmover corazoncitos sensibleros como lo hizo Benigni, entonces México tendrá esperanzas para llevarse el premio a mejor película extranjera. Más le hubiera valido a Alejandro González Iñárritu incluir a Marisa Paredes en sus Amores perros. A Almodóvar y a Benigni les funcionó.

Todo sobre mi madre (1999). Dirigida por Pedro Almodóvar. Protagonizada por Cecilia Roth, Eloy Azorín, Antonia San Juan, Penélope Cruz y Marisa Paredes.