Viñetas de una historia de amor


Pocos días después de ver el filme que comento a continuación leí esta frase: “Todo ser humano lleva dentro de sí una cierta cantidad de odio hacia sí mismo, y ese odio, ese no poder aguantarse a sí mismo, es algo que tiene que ser transferido a otra persona, y a quien puedes transferirlo mejor es a la persona que amas”. Según el personaje central del más reciente libro de Enrique Vila-Matas titulado Dublinesca, el editor retirado Samuel Riba, ésas fueron a su vez palabras que le escuchó decir al poeta Gil de Biedma. En algo la cita me recordó no sólo la historia sino también la canción que enmarca una escena muy memorable de Triste San Valentín (Blue Valentine, 2010) donde Dean canta con voz chistosa mientras Cindy, como muñeca de torpes extremidades, baila. En esa canción se dice que sólo herimos a los que amamos. Y vaya que hay heridas aquí.
La línea argumental no es nada nueva. Está conformada por las viñetas de un amor que se apaga de forma desgarradora alrededor de fuegos artificiales. Y dentro de ella ese odio propio se transmite al ser amado. En algo recuerda a ¿Quién le teme a Virginia Woolf? (1966) y otras cintas de ese estilo —más recientemente Revolutionary Road (2008) de Sam Mendes— donde el espectador presencia cómo una pareja que antes se amó con intensidad termina hiriéndose e insultándose de una forma perversamente cruel. La historia de Triste San Valentín se cuenta a través de retrospectivas alternadas con el último día en que la pareja está junta. Al comenzar la cinta, Dean (Ryan Gosling) y Cindy (Michelle Williams) están casados desde hace algunos años, viven modestamente y tienen una hija llamada Frankie (Faith Wladyka). Cindy trabaja de asistente en el consultorio de un ginecólogo. Dean pinta casas. Por un descuido de la madre, la mascota familiar se ha escapado y ha sido atropellada. Esto al mismo tiempo que la niña se presenta en un festival escolar. Ante el dolor de la pérdida de la mascota, él concibe la idea de dejar a la niña con el abuelo y pernoctar juntos en un motel temático para reanimar las llamas del romanticismo. Mientras esto se nos presenta a los espectadores, mientras ese último día de la relación transcurre, el director corta a viñetas para explicarnos cómo se conocieron Dean y Cindy y cómo surgió el amor entre ellos. Sutil yuxtaposición entre el hoy y el ayer. En esas otras escenas, Dean tiene más pelo y Cindy un aire más juvenil. Ella estudia en el college con la idea de más tarde ir a la universidad y titularse de médica. Él trabaja en una compañía de mudanzas. Cuando a Dean le toque conocer a un anciano que se muda de su descuidada casa a un asilo, cruzará su camino con Cindy pues en el mismo lugar vive su abuela. Al principio reacia a las invitaciones de Dean ya que ella tiene una relación con otro hombre, Cindy pronto aceptará una cita. Más tarde, ante un embarazo no deseado, se le planteará la pregunta de quién es el padre y ella no tendrá respuesta. Es así, ante circunstancias azarosas, que inicia este matrimonio al vapor. De esperarse es que la visita al motel temático, dentro de una habitación del futuro bañada en luz azul, termine mal. Muy mal.
El segundo largometraje del director estadounidense Derek Cianfrance no estuvo exento de dificultades en su proceso de creación. Además de las planteadas por el discreto presupuesto, Cianfrance tuvo que esperar a que Michelle Williams se recuperara por el duelo ante la muy pública muerte de Heath Ledger, el padre de su hija. Luego, se presentó el problema de la clasificación. En los Estados Unidos, país aún puritano en muchos sectores, concederle a una cinta la clasificación NC-17 (la antigua X) se considera un veneno para la taquilla. Por lo que se tuvo que pelear para conseguir la R. Mucho se comentó una escena explícita que yo no vi (quizás porque la versión que se distribuyó aquí en Canadá estaba censurada, no lo sé con seguridad). Lo que sí es evidente es la química entre los actores principales tanto así que de acuerdo con las habladurías de Hollywood ya están ligados sentimentalmente. Fuera de chismes, el trabajo en pantalla de los protagonistas resulta tan convincente como encomiable. Fue, empero, sólo el de Michelle Williams el que llamó la atención de los “académicos” del Óscar y por esta cinta decidieron nominarla al premio de mejor actriz (premio que ya desde ahora, auguran, será de Natalie Portman por El cisne negro). Y aunque el tema central —el de la debacle matrimonial— resulte un poco manido, no deja de ser un crédito con cierto interés. Nada deslumbrante, sin embargo. Triste San Valentín se estrena en la Ciudad de México el próximo 18 de febrero.

El avance: http://www.youtube.com/watch?v=sYgr_iGATB4

Nota del 26 de febrero: Gracias a que esta película cuenta con una miserable nominación al Óscar, su estreno en México ha sido pospuesto hasta mediados de marzo.