Canadá en pantalla (y I)


Hace muchos años me atreví a escribir un relato que se titulaba “En blanco y rojo”. Hacía alusión de forma bastante evidente a los dos colores que conforman la bandera de Canadá. Pecados de juventud. Dejando atrás aquel añejo cuento (que abre el volumen titulado Miel de maple), me concentraré en esta ocasión en el rojo de la sangre con tres grandes obras cinematográficas que derraman cantidades no muy discretas de dicha bebida, tan codiciada en los banquetes de cierto conde transilvano. El trío comparte, además del gusto por el arte del asesinato brutal (y ficticio, por supuesto), locaciones en el país de la hoja de arce. A modo de compensación, durante la tercera en particular también abundará el blanco de la nieve. Va pues:



1) Aniversario de sangre (My Bloody Valentine, 1981) se rodó en una aldea minera de Nueva Escocia de nombre Sydney Mines y es uno de los slashers favoritos de Tarantino. Al verlo, uno no entiende bien a bien por qué. De seguro lo vio de adolescente y le despierta una nada incierta nostalgia porque, a final de cuentas, se constituye como muchas otras películas de este subgénero de terror, las que se pusieron tan de moda a finales de los 70 y principios de los 80 a raíz del éxito de títulos como Halloween o Viernes 13.
De vuelta al pueblo y según el ruco del bar local, algunos años antes, ocurrió un accidente en la mina porque un grupo de cerdos capitalistas se descuidó por andar celebrando el 14 de febrero. El único superviviente de los mineros atrapados decide vengarse matando a los capitalistas y, desde entonces, prohíbe cualquier celebración del día del amor. Así de amarguéitor y rojillo el tipo. El problema es que el pueblo está deseoso de llevar a cabo un gran baile puesto que, al fin y al cabo, el lugar se llama Valentine Bluffs (no es broma). Así que, oliendo desde las profundidades de la mina las jediondas ansias del pueblo, el agrio asesino se les adelanta y se echa a una primera chamaca en los créditos de inicio no sin antes encuerarla y fingir que le va a hacer el amor. La chamaca tenía un tatuaje de un corazoncito en una teta. Nada más la distingue de muchas otras morras del pueblo.
La segunda víctima del homicida enmascarado es Maud, la dueña de la lavandería. Algo mayor que las chamacas de la localidad. Bastante mayor. Con Maud, reconocí de inmediato el rostro de la actriz canadiense Patricia Hamilton por haberla visto, muchos años atrás en la teleserie (o película muy larga) de Ana de las Tejas Verdes (1985), originalmente de la CBC, pero que pude ver de chavillo en el canal gringo de Disney que Telecable de La Laguna se birlaba directamente de Estados Unidos. ¿Acaso hay manera de olvidar a Rachel Lynde, la señora creída y fifí que no bajaba de niña salvaje a la pobre huérfana Anne, la de los pelos de zanahoria? No. Y, en cuanto vi a la dueña de la lavandería del pueblo, supe que aquel era el semblante de la señora Lynde.
Así, poco a poco, el asesino del pico y la linterna en la frente se va despachando a varios de los habitantes del pueblo. Aunque siempre hay un grupito que probablamente sobreviva a la masacre porque la cámara decide pasar más tiempo con ellos y se nos explican un poco más sus antecedentes y conflictos. Por ejemplo, Neil Affleck interpreta a Axel, el mejor amigo del protagonista y quien además le disputa el amor de Sarah (Lori Hallier), luego de que TJ (Paul Kelman) abandonara el pueblo. A Affleck (nada que ver con Ben) lo volveremos a encontrar, aunque sea de forma momentánea, en el siguiente crédito canadiense a abordar.
Todo sigue una fórmula en Aniversario de sangre, una vista hasta el hartazgo. Aunque de repente se debata entre el suspenso y el terror. De lo poco loable resulta ser que la mina es en realidad una mina. Para estas fechas, ya se habían agotado los suburbios de niñeras o los campamentos de chiquillos. Aquí no había imágenes generadas por computadora. Así que hay variedad al menos en el entorno a retratar. Por supuesto, esta cinta ochentera sería víctima del obligado refrito algunas décadas después. La versión original se puede ver en DailyMotion.



2) Hospital del terror (Visiting Hours, 1982) se filmó en Montreal (y las escenas del sanatorio en sí, dentro de alguna municipalidad en el extremo occidental de la isla homónima). Recuerdo claramente el diseño del póster desde que era niño, aunque no creo haber visto la película en Beta o VHS en aquel entonces. Es posible, pero me parece que no porque ninguna de las escenas vistas recientemente estimuló mi memoria. El mentado diseño dibujaba un hospital (harto diferente al que en realidad aparece en la película) que a su vez, con la luz encendida de las ventanas de las habitaciones, trazaba una calavera como de barco pirata. O sea, bienvenidos al reino de los matasanos.
No sé a ciencia cierta si en la actualidad se podría llevar a cabo un remake dentro de las estrecheces de miras del cine comercial anglosajón. Lo cierto es que nunca fue el tipo de historia que pudiera tener ascendencia más allá del cine de culto porque la crítica la despedazó cuando fuera estrenada. A los actores principales (Lee Grant y William Shatner), por tratarse de los más reconocidos, se les acusó de caer muy bajo con tal de cobrar un cheque. Sobre todo, Shatner. Uno no sabe en realidad qué hace ahí el capitán Kirk fuera de aparecer y desaparecer de vez en cuando para pedirle calma a la protagonista.
La imposibilidad del refrito actual radica en que una periodista feminista (Grant) despierta el odio de un psicópata (Ironside) luego de aparecer en el programa de entrevistas en el que él trabaja. Al salvarse por un pelo de sus instintos homicidas y ser trasladada a un hospital, el tipo no ceja en su intento de enviarla al otro mundo y, en el ínter, se va despachando a una serie de víctimas inocentes. Tomemos el ejemplo más palpable por no haberse llevado a cabo el asesinato.
A la joven coqueta que apenas sobrevive el ataque del sádico y que después logra vengarse de él destrozándole el departamento la encarna Lenore Zann. En su caso, no puedo decir que la haya reconocido de inmediato. Pero sí que su cara me parecía muy familiar. Luego de una búsqueda rápida, resultó que Zann ya había aparecido en otro slasher (¿o este será en realidad un giallo?) de origen canadiense un poco anterior, muy recordado por mí y del cual escribí prolijamente en octubre de 2010: Feliz cumpleaños para mí. Ahí Zann interpretaba a Maggie, una de las pocas supervivientes de aquella matanza. Zann le cuenta su odisea a una enfermera del hospital y juntas atan cabos para tratar de salvar al personaje de Lee Grant. Antes, esa misma enfermera (Linda Purl) entabla un diálogo momentáneo con un policía a las afueras del nocosomio. Dicho policía es encarnado por Neil Affleck, el mismo de Aniversario de sangre.
Quien supera todas las expectativas entre los actores es Michael Ironside. El oriundo de Toronto no necesitaba de máscaras para inspirar terror, como ya lo había hecho bajo el mando de Cronenberg en otra producción canuck nada exenta de sangre: Telépatas, mentes destructoras. Algo habrá hecho bien Ironside en estos dos créditos para que después Hollywood lo premiara con una lista interminable de papeles de villano o de hombre rudo: El vengador del futuro, Starship Troopers, El maquinista, etcétera. Probablemente ya lo he mencionado infinidad de veces aquí o en algún espacio radiofónico, pero uno de mis recuerdos cinematográficos más vívidos de la infancia es la siguiente bonita escena de la mencionada Telépatas:

En el caso del sitio donde se desarrolla la trama, ya Halloween II (1981) había quemado el cartucho del hospital. Lo anterior explicaría por qué Hospital del terror no ocupa un lugar privilegiado entre el panteón de los slashers. Muchos años después, la segunda serie de Scream Queens rendiría homenaje al entorno de la clínica con desastrosos resultados, luego de una primera temporada algo risible y ubicada en las casas de hermandades estudiantiles. Hospital del terror se puede encontrar en YouTube.
No estaría mal para completar la trilogía incluir aquí mismo Prom Night (1980) o, dentro de nuestro país, Graduación sangrienta, protagonizada por la reina indiscutible del griterío y de paso de los nepo-babies hollywoodenses, Jamie Lee Curtis. Después de todo, dicha cinta también fue rodada en Canadá. Específicamente en Toronto. O, para el caso, Residencia macabra (Black Christmas, 1974) con unas jovencísimas Olivia Hussey, Margot Kidder y Andrea Martin. Para muchos, gran antecesora del subgénero. Sin embargo, esto de los slashers ya cansa un poco y la oportunidad se da para una escapada al estilo Hitchcock. Lo haya querido o no, precursor también de la manía por el slasher con Psicosis. Como este texto no se hila más que para mi bitácora, puedo hacer lo que me pegue la gana y así, sin justificación, cambio de género. Paso del rojo de la sangre al blanco de la nieve.



3) Muerte en el invierno (Dead of Winter, 1987) se filmó en la provincia de Ontario y formaba parte de la rotación de los canales de Telecable de La Laguna, en la gloriosa época en que, como ya dije antes, dicha compañía se pirateaba con descaro las señales de los canales gringos, incluidos los de pago por evento. Se trata de una cinta de suspenso y si oso justificar su presencia dentro de este trío (fuera del “porque se me da la gana”) es por el lugar de su rodaje, por ser también muy ochentera y por mostrar un dedito mutilado de reina, uno que desde la infancia en que la vi tampoco había podido olvidar. Esa imagen, la de la mutilación, se ha quedado conmigo desde entonces y nunca más retornó a mi mente hasta hace poco que volví a ver la película luego de quién sabe cuántos años.
Todo sabe a Hitch desde el arranque del film y ni siquiera filtrado por De Palma. Después de un preludio donde asesinan a una misteriosa mujer, vemos la cámara acercarse a la ventana de un departamento como sucedía en Psicosis. La única diferencia con la aridez de entonces la marca la ciudad nevada. Mary Steenburgen encarna a Katie McGovern, una actriz en busca de trabajo que recibe una oferta irrechazable. Su novio fotógrafo no sale del depa porque trae la pierna rota como le sucediera a Jimmy Stewart en Ventana indiscreta. Parte del trabajo consiste en dejar atrás al novio, la ciudad y permitir que la lleven a un pueblo donde le harán un makeover para que se parezca a otra “actriz”. No hay transformación de la apariencia de una mujer sin que se piense en Vértigo. La gran diferencia sigue siendo la abundancia de la nieve, escudo letal para cualquier escape como en The Shining y, algunos años después de esta cinta a comentar, 8 mujeres de François Ozon. Porque, al fin y al cabo, la intriga está en clave de huis clos como la de aquella película francesa hoy también refriteada por Netflix y los italianos. Katie McGovern ha sido escoltada hasta el pueblo por su contratante, el señor Murray (Roddy McDowell). A McDowell lo vi recientemente deschavetarse en Clase 1984. Aquí reprimirá su locura hasta el acto final. Una vez atravesando el pueblo y alcanzando la mansión de destino, conoce a un doctor de silla de ruedas y acento muy marcado de apellido Lewis (Jan Rubes). Luego de videograbarla, otra mujer misteriosa recibe el VHS y se estremece ante la imagen de la nueva Katie.
La primera alarma suena para la actriz al ver su tarjeta de identificación a medio quemar en la chimenea. Por tratarse de un lugar gélido y donde proliferan las ventiscas de nieve, le resulta imposible escapar del dúo que la aprisiona, el sirviente y el doctor paralítico. Los momentos culminantes empiezan a darse a cuentagotas. Cuando, por ejemplo, despierta al cabo de ser sedada y se percata de la mutilación del dedo. No es el medio, sino el anular. En segundo lugar, cuando descubre el cadáver de la mujer asesinada en el ático, de apariencia igual a la de ella. Aunque más que un cuerpo sin vida parece una muñeca de cera. No sé si se hace con intención, pero este maniquí que dizque es un cadáver me recuerda a Ensayo de un crimen. Poco a poco, se va descubriendo que el doctor Lewis no busca más que extorsionar a la hermana rica de la muerta con una doble.
El tercero, el juego de gemelas. La misteriosa y adinerada mujer a la cual chantajea Lewis también ostenta la piel de Steenburgen. Algo en lo que quizás se inspiraría Gabriela Spanic en los noventa para su cátedra de actuación en la telenovela La usurpadora. Aunque se encuentre medio sedada, Katie logra engañarlos y se descuenta a su gemela espuria malosa. Incluso, logra ocultar su cadáver y, como buena actriz, se hace pasar por ella ante el doctor y el sirviente. A continuación, al darse cuenta el señor Murray de que lleva la mano vendada, Katie apuñala al sirviente en la yugular.
Por último, lo sabemos: Lewis la descubre, milagrosamente se levanta de su silla de ruedas y Katie se deja acorralar por él en el ático y lo termina matando, justo a tiempo para que su novio, su hermano y un par de policías idiotas irrumpan en el sitio y logren salvarla… a medias. No habrá refrito. Casi nadie recuerda Muerte en el invierno, a pesar de que su director haya sido el mismo de Bonnie y Clyde. En estos tiempos de cine trepidante y desesperado por llamar la atención de una infinidad de seres carentes de capacidad de ídem, sería visto como un thriller algo aburrido que se concede demasiado tiempo al inicio para, hasta a la mitad, plantearnos el suspenso. Como la nieve con la llegada de la primavera, se fue derritiendo con los años hasta convertirse en una imagen difuminada de tiempos ya idos. Yo, sin embargo, sigo recordando el dedo anular y mutilado de Mary Steenburgen. Se puede rentar en AppleTV.


Aniversario de sangre (My Bloody Valentine, 1981). Dirigida por George Mihalka. Producida por John Dunning, André Link y Stephen A. Miller. Protagonizada por Paul Kelman, Lori Hallier y Neil Affleck.

Hospital del terror (Visiting Hours, 1982). Dirigida por Jean-Claude Lord. Producida por Claude Héroux. Protagonizada por Lee Grant, William Shatner, Linda Purl y Michael Ironside.
Muerte en el invierno (Dead of Winter, 1987). Dirigida por Arthur Penn. Producida por John Bloomgarden y Marc Shmuger. Protagonizada por Mary Steenburgen, Roddy McDowall y Jan Rubens.